Por cuarta semana consecutiva, la agencia oficial de estadísticas brasileña, IBGE por sus siglas en portugués, tuvo la penosa tarea de dar una mala noticia.
Los resultados de una encuesta realizada semanalmente a economistas especializados en Brasil arrojó, una vez más, una disminución en el crecimiento esperado para el 2013.
La última cifra se redujo de 3.09 a en un módico 3.08 por ciento, lejana de las tasas de crecimiento que hacían de Brasil una envidia en el continente hace algunos años.
No es historia nueva, en el 2012 Brasil apenas creció, al registrar un crecimiento económico de 1 por ciento acumulado, según diversas estimaciones.
Lejos ha quedado el desempeño económico exorbitante de Brasil que se mostró a lo largo de la década del 2000. Tras diversas situaciones de crisis, donde golpes inflacionarios causaron la caída de la divisa en 1999, Brasil vivió un crecimiento promedio por encima del 4 por ciento.
Con un manejo adecuado de cuentas públicas y políticas económicas que impulsaron a 35 millones de personas a la clase media, el miembro del prestigioso grupo BRIC alcanzó un PIB per cápita de 13 mil dólares anuales, cercano a las cifras de Rusia y notablemente superior a México.
Esfuerzos sin resultados
Sin embargo, desde el 2011, diversos factores han estado detrás de una fuerte caída en la economía, sin que esta, a pesar de políticas históricas para acelerar el crecimiento, muestre señales de mejoría.
Por ejemplo, se han promovido recortes impositivos para diferentes sectores, estímulos para la apreciación de su moneda y la reducción de la tasa de interés de referencia a 7.25 por ciento.
Esta última medida fue histórica y parece estar lejos de desaparecer.
Las últimas minutas del banco central muestran que los tomadores de decisiones en el comité no esperan recortar más la tasa, pero tampoco revertir esta a niveles más altos.
En la última reunión, la lenta recuperación de la economía brasileña la atribuyeron a cuellos de botella en la oferta agregada. Es decir, problemas que no se puede solucionar con política monetaria.
Por si fuese poco, la política monetaria tampoco tiene mucho margen de maniobra. Las presiones inflacionarias están cada vez más latentes.
De acuerdo con datos recabados por Reuters, las ventas al por menor en el país sudamericano se habrán expandido 0.8 por ciento en diciembre, en comparación con un mes antes y ajustados por el efecto de estacionalidad.
Se trata de una noticia esperanzadora para la economía en general, pero que también influye sobre las expectativas de inflación, de por sí altas, para el siguiente trimestre.
Aunque el objetivo del banco central es mantener la inflación en 4.5 por ciento, con un margen de más o menos 2 puntos porcentuales, en el mes de enero se presentó un aumento en precios de 6.15 por ciento.
A pesar del esfuerzo de la administración de Dilma Rousseff por virar el timón, enero marcó el séptimo mes de aumento continuo en la inflación, y el aumento mensual más notorio en ocho años.
El problema inherente
¿Qué ha pasado desde los gloriosos días de crecimiento brasileño?
Gran parte del crecimiento en la década del 2000 se debía a la demanda de China por commodities, como carne y soya, que exportaba el país sudamericano.
Pero, en los últimos años, ante el desaceleramiento chino y la crisis europea, el modelo económico brasileño, fuertemente dependiente del exterior, no ha funcionado.
Además, a pesar de marcados avances en el sector energético, y mayor productividad en el sector agrícola, el sector manufacturero ha ido en decadencia.
Ante esto, diversas industrias brasileñas se han visto en la necesidad de importar artículos de alta tecnología de Estados Unidos y productos de bajo costo laboral de Asia, reduciendo un saludable superávit en su balanza comercial.
La serie de problemas se ha trasladado también a la mente de los inversionistas y en Wall Street.
La inversión extranjera ha sufrido un revés preocupante y el pesimismo se ha apoderado de muchos inversionistas: la bolsa de valores de Sao Paulo ha caído un 6.3 por ciento en el último mes.
Tras otro desliz, y con una economía que no parece cooperar, la presión sobre la administración de Dilma incrementa con cada anuncio del IBGE.
Son autos su motor
A pesar de una economía menos dinámica, un sector dentro de Brasil parece estar creciendo a pasos acelerados: las ventas de automoviles.
El país sudamericano es actualmente el cuarto mercado más grande del mundo, al comprar 3.8 millones de vehículos el año pasado.
Además, el mercado se ha expandido a una tasa anual de más de 9 por ciento en los últimos cinco años, de acuerdo con datos recopilados por Bloomberg.
Algunas empresas han tomado cuenta de ello. Por ejemplo, Motherson Sumi Systemas, el fabricante de autopartes más grande de India, que busca expandir sus operaciones tanto en Brasen
Y es que para lograr su ambiciosa meta de 5 mil millones de dólares en ventas, la empresa india tendrá que ver más allá de los países industrializados.
Brasil y México también ofrecen integraciones con fabricantes de automóviles que se han establecido en esos países.
Por ejemplo, BMW piensa invertir 200 millones de euros en una fábrica brasileña, mientras que Volkswagen invertirá otros 3.4 mil millones para incrementar capacidad en las fabricas locales.
Como fabricante importante de espejos y otras partes para Porsche y Volkswagen, Motherson Sumi ve con buenos ojos un país que poco a poco pasa de moda entre otros inversionistas.