El desgaste político del presidente Donald Trump queda de relieve en el hecho de que apenas el 36 por ciento de los estadounidenses aprueba su gestión, de acuerdo a una encuesta de Gallup.
Sin embargo, el nivel de aprobación presidencial no es la única medición que permite concluir que la agenda de esta administración se ha diluido.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo la expectativa de crecimiento para la economía estadounidense en 2018 de 2.5 por ciento a 2.1 por ciento.
La rebaja de cuatro décimas de punto porcentual se justificó con el argumento de que las perspectivas de una reforma fiscal expansiva comienzan a desvanecerse.
La administración de Donald Trump pretende realizar un recorte de impuestos a gran escala y a la vez, financiar un programa nacional de infraestructura de 100 mil millones de dólares anuales, para la siguiente década.
No obstante, el nuevo pronóstico del FMI refleja que la capacidad política de este gobierno podría ser insuficiente para conseguir el apoyo legislativo para un programa de esta magnitud. El fracaso de la administración para desmantelar el esquema de seguridad social conocido como Obamacare exhibió las fracturas al interior del Partido Republicano, así como la fragilidad de un presidente cuyo equipo cercano es fuertemente cuestionado por la oposición.
Bajo este escenario, la implementación de un programa de infraestructura que busca rivalizar con los grandes proyectos de los expresidentes Frankin Roosevelt y Dwight Eisenhower es visto con escepticismo en Washington.
México seguirá esperando
El diario The New York Times reporta que al menos dos docenas de funcionarios, legisladores y líderes sindicales que han estado cerca del proceso de toma de decisión consideran que el programa de infraestructura se ha estancado, para ceder su lugar a otros temas en la lista de prioridades del Congreso.
El programa de infraestructura representa prácticamente, la única propuesta de la plataforma presidencial con el potencial de recibir el apoyo de ambos partidos en el poder legislativo. Es también, una de las pocas medidas que pudieran incidir positivamente en la dinámica económica de México.
El estímulo fiscal de una inyección adicional de un billón de dólares a la economía estadounidense tendría un efecto inmediato sobre la economía mexicana, debido a la correlación entre ciclos productivos y que destina el 80 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos.
No se trata de un asunto menor, considerando que el sector exportador representa 38.2 por ciento del producto interno bruto de México, según datos del Banco Mundial.
En referencia al efecto que pudiera tener sobre México, esta propuesta, además, marca una diferencia notable respecto a los otros dos grandes temas de la plataforma económica del presidente Trump: la revisión de los tratados de libre comercio y la reducción de impuestos a gran escala, que incluye un recorte a la tasa de impuestos corporativos, que podría minar seriamente la competitividad fiscal de México.
Otras prioridades
Estancado, es el adjetivo más utilizado pa ra describir el estatus legislativo del programa de infraestructura.
Richard Trumka, presidente de AFL-CIO, el grupo sindical más grande de Estados Unidos y uno de los mayores promotores de esta política, dijo a The New York Times:
“Por ahora, parece que no tienen un plan. El presidente no sabe lo que su propio partido quiere, ni él mismo sabe lo que quiere. No ha podido conseguir que su propio partido ponga el dinero para la infraestructura”.
Incluso los propios legisladores del Partido Republicano cuestionan el timing para la aprobación del programa nacional de infraestructura.
En palabras de Susan Collins, senadora republicana por el estado de Maine: “El presidente estaría mejor posicionado si hubiera inaugurado su agenda, con gran paquete de infraestructura”.
Con un capital político que se diluye rápidamente, el presidente Trump tiene que elegir entre un programa nacional de infraestructura, que aún enfrenta obstáculos al interior de su administración, notablemente la del director de Presupuesto Mick Mulvaney y otros temas, como la aprobación de un nuevo techo de deuda, que pudiera amenazar la estabilidad crediticia del país.
Por otra parte, las intervenciones públicas de Mitch McConnell, el líder de mayoría del Senado, así como las de Gary Cohn, el director de Consejo Económico Nacional ,que funge como el principal asesor del presidente en materia de política económica, dejan ver que los recortes de impuestos ocupan un lugar de más alta prioridad que el programa de gasto en infraestructura.
A final de cuentas, la incapacidad para sacar adelante este programa es una muestra más de que la agenda del presidente Trump es, en última instancia, delimitada por intereses ajenos a su proyecto original.