Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, cuentan con una característica común: ambos creen que la dinámica económica de un país se puede determinar por decreto o por mera voluntad política.
En Venezuela, el desastre es evidente. El Fondo Monetario Internacional espera que la inflación de este año cierre en 720 por ciento, la escasez generalizada de productos de necesidad básica exhibe la futilidad de las políticas de control de capitales y la contracción de 7.4 por ciento del producto interno bruto, en el último año se ha vuelto patente en la realidad cotidiana de todos los venezolanos.
En Estados Unidos, el deterioro del sector manufacturero no es comparable a la situación de Venezuela, pero sí es lo suficientemente relevante como para contradecir las promesas de campaña del presidente Trump que pretendían poner fin a la tercerización de empleos hacia países con bajos costos laborales como México.
Desde que Trump asumió la presidencia, más de 4 mil trabajadores de la industria automotriz han sido despedidos. Recientemente, General Motors y Ford anunciaron planes para recortar 5 mil 400 empleos a nivel global, de los cuales la mayoría están concentrados en EU.
Además, otra decena de empresas manufactureras de alto perfil cuentan con planes vigentes para trasladar su producción a México. Carrier es una de ellas.
Ignorar al presidente
La conjugación de bajos costos salariales al sur de la frontera y la desaceleración de la industria automotriz en Estados Unidos han motivado a las firmas manufactureras a ignorar la retórica que caracterizó al presidente Trump durante su campaña y durante su periodo de transición.
Esta retórica alcanzó su cumbre en enero, cuando Trump refirió que los productos de Carrier, General Motors y Ford serían sujetos a un impuesto fronterizo. Esto generó un cambio en la manera en que las empresas manejaban sus anuncios de planes de inversión futura, así como su relación pública con el gobierno estadounidense.
Poco después de este momento cumbre, Trump celebró que Carrier, General Motors y Ford habían desistido de invertir en México para mantener los empleos de sus plantas estadounidenses.
Si bien, Ford canceló un proyecto de 1.6 mil millones de dólares, la historia de Carrier es diferente. La decisión inicial de no trasladar los empleos a México derivó de un acuerdo en la que United Technologies, la empresa matriz de Carrier y uno de los principales contratistas militares del gobierno estadounidense, obtuvo beneficios fiscales equivalentes a 7 millones de dólares.
El evento significó una victoria política para el presidente Trump, quien dijo en su momento que existía una probabilidad de 100 por ciento de que Carrier mantendría los empleos en su planta de aires acondicionados de Indianápolis.
Para el consenso de analistas, la actitud exhibida por Trump significó una muestra de que el presidente en verdad cree que sus intervenciones públicas y sus tácticas de negociación son un factor determinante para decisiones empresariales de orden meramente económico.
Sin embargo, el tiempo no le ha dado la razón al presidente estadounidense. La semana pasada, Carrier anunció que empezaría su proceso para despedir a 632 empleados de la planta de Indianápolis. El recorte coincide con una expansión de las operaciones de su planta en Monterrey.
Moverse a México
Carrier representa una de muchas empresas que han decidido trasladar su producción a México a pesar de las advertencias retóricas del presidente Trump y su equipo cercano.
De acuerdo a Tecma, una compañía especializada en facilitar la instalación de empresas manufactureras estadounidenses en México, la acerera Nucor trasladará 20 mil empleos al país.
La operación es particularmente relevante porque el presidente de esta compañía es Dan DiMicco, uno de los asesores económicos de más alto perfil de la campaña de Trump.
DiMicco no sólo ayudó a construir la retórica proteccionista que ahora caracteriza a la administración de Donald Trump, sino que fue sondeado como candidato para dirigir la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos, puesto que sustenta Robert Lighthizer.
Asimismo, Caterpillar evalua abrir una planta en México y Rexnord Corp planea mover la producción de su planta de Indianápolis hacia México para ahorrarse 30 millones de dólares anuales en costos laborales.
Otras compañías que también trasladarán parte de su producción estadounidense a México son: Ford, General Motors, Manitowoc Foodservice Inc. y Break Parts Inc.
Estas operaciones se explican en gran medida por la disparidad salarial entre Estados Unidos y México. Según Tecma, un trabajador mexicano gana en promedio 1,870 dólares mensuales en Estados Unidos y 291 dólares mensuales en México.
“Puedes pagar bajos salarios (en México) y no estás muy alejado (de Estados Unidos); puedes llevar tus productos a Estados Unidos porque eres parte de un área de libre comercio”, aseguró Martin Neil Bailey, investigador del Brookings Institution. “Dadas las amplias ventajas salariales, esta propuesta le parece muy atractiva a muchas compañías” agregó.
La administración de Donald Trump tiene herramientas políticas y comerciales para presionar a que México procure una nueva política salarial. No obstante, al día de hoy, independientemente de lo que diga el presidente Trump, esta realidad de competitividad salarial en México es insoslayable para el sector manufacturero estadounidense.
Divergencia salarial
Las compañías manufactureras estadounidenses difícilmente pueden ignorar la ventaja competitiva que significan los bajos costos laborales de México
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Dólares al mes gana en promedio un trabajador mexicano en Estados Unidos en el sector manufacturero
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Dólares al mes gana en promedio un trabajador en México en el sector manufacturero