Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos a través de la proyección de dos premisas fundamentales durante su campaña. La primera, ser el candidato antisistema que enfrentaría al establishment político y a los intereses corporativos que han ejercido una influencia excesiva en el diseño de la política económica. La segunda, ser el representante por excelencia del hombre blanco de la clase trabajadora, un segmento particularmente golpeado por el avance de la automatización y la globalización de las últimas tres décadas.
La ofensiva de la Casa Blanca para desmantelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es parte de la agenda de nacionalismo económico que pretende validar estas dos premisas.
Sin embargo, la ruptura del TLCAN tendría un efecto disruptivo en las comunidades y sectores que el presidente Trump pretende defender. Ésta es la tesis de una nueva iniciativa que reúne a las grandes armadoras automotrices, a las firmas de autopartes y a las principales cadenas de distribuidores de vehículos en la Unión Americana: “Conduciendo los empleos de Estados Unidos”, una organización que está implementando una agresiva estrategia mediática para hacerle ver a la Casa Blanca que la terminación del TLCAN significaría la destrucción de las cadenas de valor que han hecho de América del Norte la región más competitiva del mundo.
“Necesitamos decirle a nuestros representantes electos que no se deben cambiar las reglas del juego cuando estás en medio de una remontada. Estamos ganando con el TLCAN”. La frase puede leerse en el portal de la iniciativa, en la que participan asociaciones automotrices que representan a prácticamente todas las empresas relevantes del sector: General Motors, Toyota, Volkswagen, Hyundai, Ford, etc.
Este esfuerzo mediático es la primer gran campaña de un grupo empresarial para cabildear públicamente a favor de la supervivencia del TLCAN luego de que la American Chamber of Commerce expresó enérgicamente que las posturas de Estados Unidos en la mesa de negociación está comprometiendo las perspectivas de la salud económica del país. Tom Donohue, el presidente de la que es la organización empresarial más influyente de Estados Unidos, ha dicho que la American Chamber peleará a favor del TLCAN en el Congreso y en las cortes.
Navarro: la culpa es del TLCAN
La administración de Donald Trump encuentra en el TLCAN la única respuesta para explicar el desvanecimiento gradual del peso del sector manufacturero en la economía estadounidense. De acuerdo a datos del Banco Mundial, el valor agregado de este sector como proporción del producto interno bruto pasó de 16.5 por ciento en 1997 a 12.2 por ciento en el 2015.
Esta idea quedó plasmada en un reporte que dio a conocer la semana pasada el Consejo Nacional de Comercio, una entidad de la Casa Blanca que es presidida por el economista Peter Navarro, quien es referido como el funcionario “más proteccionista” de la administración. El documento atribuye el deterioro social de las comunidades industriales de Estados Unidos directamente al crecimiento del déficit comercial, que en última instancia es referido como una consecuencia inmediata del TLCAN.
Es decir, Navarro sostiene que el aumento en el número de muertes por drogadicción y alcoholismo, embarazos adolescentes, divorcios, suicidios y abandono parental se explican por la dinámica de la relación comercial entre México y Estados Unidos.
TLCAN es la solución, no el problema
Huelga decir que el sector automotriz disputa la visión de Navarro. Como lo ha dicho Mary Barra, directora general de General Motors, el TLCAN es el recurso que permite compaginar la complementariedad laboral, demográfica y geográfica de las economías de la región.
Contrario a lo que sostiene la administración de Trump, el sector automotriz insiste en que el TLCAN es el asidero de los últimos bastiones manufactureros en Estados Unidos. Sin el impulso a la competitividad que ofrecen las cadenas de valor integradas a lo largo y ancho de América del Norte, las empresas del sector industrial estadounidense serían incapaces de competir con regiones profundamente integradas como Europa o altamente eficientes como el Sudeste Asiático.
En ese sentido, se argumenta, el TLCAN ofrece a Estados Unidos la oportunidad de desarrollar industrias de mayor valor agregado en un contexto en el que la planta laboral en el país se reduce por la rápida evolución de la automatización tecnológica y el acceso que ofrece la globalización a una oferta laboral de baja especialización de muy bajo costo.
No obstante, la evidencia empírica y teórica no es un argumento suficiente para convencer al presidente Trump, cuyo discurso sugiere que su objetivo último es la reducción del déficit comercial de Estados Unidos.
Al respecto, Ildefonso Guajardo, el secretario de Economía, ha expresado que está cansado de tener que explicar que el déficit comercial se determina en función de la política macroeconómica y su incidencia en el ahorro, no en la renegociación trilateral de un acuerdo comercial.
Robert Zoellick, exrepresentante comercial de Estados Unidos, refiere que la supervivencia del TLCAN está en un situación de alto riesgo por la sencilla razón de que Trump no podrá “salvar cara” para reducir el déficit comercial a partir de la renegociación, de modo que optará por la terminación del tratado.
El domingo, en una entrevista con Fox News, el presidente Trump reiteró que Estados Unidos intentará renegociar el TLCAN, pero que se retirará del acuerdo si no lo considera justo.
El Frente Amplio del TLCAN
La semana pasada, Reporte Indigo publicó que las principales organizaciones empresariales de Estados Unidos han comenzado una intensa actividad de cabildeo para presionar a favor de la supervivencia del acuerdo.