En un famoso discurso al final de su mandato, el presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, advirtió sutilmente que el complejo militar-industrial, la maquinaria de guerra y las empresas que producían bienes para ella, debían ser controlados.
Resulta sorpresivo que el estadista tenía razón sobre la tendencia de fusionar a la política con los negocios, particularmente en el área de las armas.
Además predijo correctamente el rol de Estados Unidos en ello, pues cuando de la industria bélica se trata, este país es sin lugar a dudas el mejor lugar para hacer negocios.
Según el Centro de Presupuesto y Prioridades Políticas, el 20 por ciento del presupuesto del gobierno federal de 2011 de Estados Unidos se destinó a proyectos militares.
Con una deuda pública en niveles que se considerarían ridículos bajo cualquier otra circunstancia, ¿existe acaso una necesidad de mantener a la impresionante maquinaria bélica de Estados Unidos?
Los “Águilas” del congreso estadounidense, diputados que creen en fuerzas militares grandes, pero que paradójicamente se oponen a déficits presupuestales, apelarán a la necesidad de salvaguardar la seguridad nacional.
Sin embargo, considerando que Estados Unidos se encuentra muy por delante de sus contrincantes, al gastar casi 5 veces lo que su más cercano rival, quizá la razón primordial sea el negocio.
Atractiva ganancia
De acuerdo al SIPRI, un centro de investigación en Suecia, aquella industria suma 1.5 billones de dólares en ventas al año, o un 2.7 por ciento del PIB mundial.
Estados Unidos es el líder indiscutible de la fabricación de armas, al exportar 9 mil 900 millones de dólares, un 26 por ciento más que su rival más cercano. De las 10 empresas más grandes de fabricación de armas en el mundo, 7 son de origen estadounidense.
El verdadero negocio se encuentra dentro del mismo país. Según el SIPRI, Estados Unidos gasta más en defensa por persona que cualquier otro país del mundo. Esto a pesar de que Israel, su más cercano competidor.
Además, el enorme presupuesto de defensa da amplio margen de maniobra para innovar. Un caso es el F-35, un avión caza que hasta hoy ha costado 325 mil millones de dólares en los últimos 10 años, tan sólo en investigación.
Esa cifra equivale a todas las remisas, de todos los migrantes del mundo, enviadas a países emergentes durante 2010.
Por ejemplo, según un proyecto de la Universidad de Brown, las guerras en Afganistán e Irak para derrotar al Talibán y Al Qaeda ha costado cerca de 4.4 billones de dólares, más de 200 veces el PIB del país que escondía a Bin Laden.
La necesidad de reducir
El presidente Barack Obama, apoyado por algunas voces respetables dentro de las fuerzas armadas, ha propuesto reducir el presupuesto militar en 500 mil millones de dólares en los próximos 10 años.
Sin embargo, los recortes a presupuestos de defensa son de los más difíciles de aprobar. Esto porque la industria militar y los políticos ya dependen mutuamente de sí mismos.
De acuerdo al Centro por una Política Responsable en Estados Unidos, la industria de las armas pagó más de 24 millones de dólares en contribuciones políticas a miembros clave del congreso.
Además, la industria de las armas emplea a más de 2.2 millones de personas que representan votos preciados para los congresistas.
Votar en contra de recortes a las fuerzas armadas ayuda a los congresistas a mantenerse en el poder y alimenta a un gigante que parece no tener saciedad.
La tendencia de alimentarlo no tiene fin previsible, pues los países de Asia se están armando. China duplica su gasto militar cada 5 años y Singapur ha propuesto gastar 1 de cada 4 dólares de su presupuesto en defensa en los próximos años.
Ello ha dotado de argumentos a los que desean gastar más en las fuerzas armadas y hace más difícil detener el gasto excesivo con el que carga el gobierno de Estados Unidos.
A este paso, el complejo militar-industrial continuará ganando millones, y el negocio de las armas seguirá siendo uno de los más redituables del mundo.