China y Estados Unidos pueden trabajar juntos a favor del mundo, pero no quieren. En medio del maratón por encontrar una vacuna contra el COVID-19, las mayores potencias globales están enfrascadas en una disputa que parece no tener solución.
Ambas cuentan con el personal y la infraestructura necesaria para llegar a la meta, y aunque desde hace meses pusieron a trabajar a sus respectivos equipos, el dragón chino y el tío Sam prefieren ir por su cuenta.
Desde 2018 los países mantienen un frente abierto por diferencias comerciales, diplomáticas, tecnológicas y, en tiempo reciente, científicas.
Desde la Casa Blanca, el presidente Donald Trump acusa a su rival de haber creado el virus en un laboratorio al tiempo que desembolsa grandes cantidades de dinero para ejecutar la Operación Warp Speed.
Los acuerdos con gigantes farmaceúticos ya superan los 10 mil 790 millones de dólares, con base en estimaciones del propio programa que pretende distribuir al menos 300 millones de dosis de una vacuna para enero del 2021.
Al otro lado de la muralla china, el gobierno de Xi Jinping prefiere concentrarse en tomar ventaja y seguir con sus ensayos clínicos de cuatro vacunas que, hasta el 18 de septiembre, se encontraban en fase III, según las autoridades asiáticas.
Aribel Contreras Suárez, coordinadora de la licenciatura en Administración de Negocios Internacionales de la Universidad Iberoamericana, considera que ambos países persiguen intereses similares, pero si alguno de los dos llega primero a una vacuna esto traería diferentes resultados, sobre todo personales.
Por principio, si China lo logra primero alcanzaría el liderazgo mundial en materia tecnológica y científica, pero si Estados Unidos toca la meta antes, el mandatario republicano impulsaría su campaña de reelección en la recta final y, en caso de obtener la victoria en las urnas en noviembre próximo, reafirmaría su posición en la Oficina Oval.
“En este maratón global por las vacunas hemos visto liderazgo de países hegemónicos, no solo de China y Estados Unidos, pero ellos dos no se han sumado a los esfuerzos de la OMS, por el contrario se han dedicado a protagonizar una segunda guerra fría 2.0. Si despresurizaran sus problemas podrían intercambiar información, e incluso trabajar juntos a favor de una vacuna”, dice la doctora en Administración y Dirección de Empresas.
Sumar esfuerzos por la vacuna
Hoy, a poco más de nueve meses de que comenzó la crisis sanitaria, el mundo no tiene una vacuna, no obstante, esto tampoco frena los esfuerzos.
El gobierno de Xi Jinping lanzó un programa de vacunas de emergencia a finales de julio, el cual fue respaldado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace unos días, y consiste en la aplicación de una dosis a cientos de personas consideradas en alto riesgo de contagio por su labor.
Durante estos meses se ha administrado la vacuna a personal médico esencial, trabajadores de empresas estatales, funcionarios del gobierno chino y personas en zonas de vulnerabilidad en el extranjero.
La publicación “Nature” informó en un reporte que desde 2015 el Ejército Popular de Liberación de China (EPL) ha aumentado el reclutamiento de científicos, así como la inversión en el campo como parte de su estrategia de modernizar a sus fuerzas armadas.
Con el desarrollo de la pandemia, el EPL dejó expuesto el grado de experiencia que acumula desde hace años y la vacuna que fabricó su equipo fue la primera en el mundo en ser aprobada para uso restringido.
En el caso de Estados Unidos, que es uno de los países más afectados, concentró a sus departamentos y organizaciones de salud más importantes en la Operación Warp Speed.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos ha informado que las dosis se administrarán a los estadounidenses de forma gratuita y pretende entregarlas en la menor cantidad de tiempo. El costo del traslado será absorbido por el gobierno, pero los proveedores de atención médica tendrán la libertad de imponer una tarifa.
Para la experta en asuntos internacionales, Aribel Contreras Suárez, la vacuna contra el COVID-19 debe ayudar a tender puentes no solo entre China y Estados Unidos, sino entre todo el mundo, pero se necesita pensar en colectivo.
“Cada país que está desarrollando una vacuna manda señales de que verá primero por su propio beneficio y después la compartirá, sin embargo, es importante que se sumen los esfuerzos que existen porque el mundo no estará a salvo hasta que cada persona lo esté, como lo plantea la OMS”.