Bashar al Asad gana cuarta reelección sin respaldo internacional

Tras la cuarta victoria presidencial de Bashar al Asad en Siria, diferentes gobiernos internacionales, como Estados Unidos y Francia, no respaldaron su reelección, catalogando la jornada electoral como 'ilegítima'
Fernanda Muñoz Fernanda Muñoz Publicado el
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Al seleccionar o reelegir al presidente de un país, las felicitaciones y buenos deseos no tardan en llegar del extrajero. Sin embargo, a Bashar al Asad, jefe del Estado sirio, no le ocurrió eso.

El pasado 26 de mayo, Al Asad fue reelecto por cuarta vez a la presidencia tras haber obtenido el 95.1 por ciento de los votos, un número que no le dejó ni la mínima oportunidad a sus contrincantes para seguir luchando.

Al recibir esta noticia, Bashar, mandatario desde el año 2000 y heredero del gobierno de su padre, Hafez al Asad, no recibió el soporte de otros líderes internacionales, sino todo lo contrario.

Las administraciones de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia, por ejemplo, calificaron dicha jornada electoral como “fraudulenta” e “ilegítima”, destacando que no se había llevado a cabo de manera libre ni justa.

Por su parte, Geir O. Pedersen, representante de las Naciones Unidas en Siria, detalló que las votaciones no contaron con el involucramiento de la ONU ni se respetó la resolución 2254, la cual fue implementada en 2015 para, entre otras cosas, impulsar elecciones libres y poner fin al sufrimiento del pueblo sirio tras la Guerra de 2011, la cual ocasionó millones de desalojos de personas sirias a países extranjeros.

Ante este escenario, Moisés Garduño, doctor en Estudios Árabes e islámicos contemporáneos con especialidad en Medio Oriente, asume que, como se ha resaltado internacionalmente, se deben poner en duda los resultados que favorecieron a Bashar, tomando en cuenta que ningún líder político del mundo, por más popular que sea, puede obtener más del 90 por ciento de los votos.

“En términos de procesos electorales, ni el líder con más popularidad a nivel mundial podría sacar más allá del 60 por ciento del padrón electoral en caso de elecciones. (Sin embargo), aquí estamos presenciando el 95 por ciento. Es muy sospechoso, por lo tanto, tenemos que ver las condiciones del proceso, analizar qué tipo de gente estaba anotada, dónde trabajan, y quiénes estaban festejando en las calles”, dice Garduño.

Bajo ese panorama, es la internacionalista Norma Soto, académica de la Universidad La Salle, quien prevé que esta  nueva administración será una de las más complicadas para Al Asad, y no sólo por la falta de respaldo, sino por la lucha social que sigue estando presente al interior de Siria desde 2011, la pandemia del COVID-19, y la crisis económica que enfrenta este país debido a las sanciones internacionales que ha recibido en la última década.

En 2019, por ejemplo, el gobierno del expresidente Donald Trump autorizó la Ley César, por medio de la cual autorizó sanciones adicionales al presidente sirio y a sus dirigentes por los crímenes que el régimen ha cometido a la sociedad civil durante los últimos años.

Actualmente, es el presidente Joe Biden quien ordenó este mes continuar, por un año más, la emergencia nacional contra el gobierno sirio, ya que “la brutalidad y represión del régimen pone en peligro no sólo a su pueblo, sino a la inestabilidad de toda la región”.

“No será una administración nada fácil, por el contrario, será muy complicada. Y al saber que no contará con el apoyo internacional, eso le efectará mucho en las relaciones exteriores y en la parte comercial”, añade Soto.

De acuerdo con la también catedrática, la única salida que podría tener el jefe de Estado sirio para salir de esta situación, es que los líderes a nivel internacional observen que hay una conciliación al interior de Siria, que Al Asad está tratando de llegar a una situación de paz, de negociación. “De lo contrario, seguirá siendo condenado”.

Hasta ahora, Siria sólo ha contado con el apoyo principal de dos gobiernos, el ruso y el iraní, los cuales han respaldado su posición desde 2011. En caso de no contar con ellos, es ahí donde “el gobierno sirio estaría en una fragilidad mucho mayor de la que podríamos pensar”, resalta el doctor Garduño.

Bashar al Asad sin oposición fija

Durante la jornada electoral del pasado 26 de mayo, Bashar al Asad contó sólo con dos contrincantes: Abdullah Salloum, exviceministro de Asuntos Parlamentarios, y Mahmud Marai, un líder opositor.

Ante ellos, la victoria de Al Asad estaba más que garantizada. Sin embargo, de acuerdo con el doctor Moisés Garduño, esa situación hubiera cambiado, tal vez, si algunos miembros del Consejo Nacional de Transición (grupo conformado por políticos disidentes del gobierno sirio), hubieran estado presentes en las votaciones, algo que finalmente no ocurrió.

“Esta podría haber sido la única posibilidad, no de sustituir realmente a Bashar, pero sí de reestructurar el sistema político para darle juego a la oposición”, admite el académico.

Para él, si se le hubiera dado más oportunidad a la oposición, sean los islamistas, la gente de la izquierda, o los grupos progresistas, probablemente hubiera habido una votación más reñida, y por supuesto, la posibilidad de ver un verdadero juego democrático en un país como Siria.

Sin embargo, debido a que eso no sucede aún en el Estado sirio ni hay un representante que pueda hacerle frente al presidente, se espera que las sanciones económicas y la falta de respaldo mayoritario lleguen, en algún punto, a convencer a Al Asad para hablar de una conciliación política y a un retiro de su régimen.

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