En la víspera de la inauguración del Mundial, los nervios en las calles de Brasil se sienten más que nunca, aunque el deporte no es la razón.
Después de cinco días de huelga, el sindicato de trabajadores del metro de Sao Paulo pactó una tregua con el Gobierno del estado para suspender las protestas ayer y hoy.
Las cinco líneas del metro funcionaron el martes con regularidad y con la vigilancia de la Policía Militar en varias estaciones.
“Sin embargo, la agrupación amenaza con una nueva paralización este jueves, día de la inauguración de la Copa del Mundo en Sao Paulo, en la Arena Corinthinas, donde será el juego entre Brasil y Croacia”, informó ayer O Globo.
Las autoridades, que tachan a los huelguistas de “oportunistas”, estiman que alrededor de 50 mil aficionados usarán el metro para trasladarse al evento.
De hecho, AP destacó que, ante la presión del Mundial, los paros han resultado efectivos, como el de los agentes de policía, los vigilantes de seguridad privada y los recolectores de basura en Río de Janeiro, que ganaron aumentos salariales.
Reacciones opuestas
Mientras que en Río de Janeiro y en otras ciudades brasileñas los gobiernos han accedido a las demandas sindicales, el Gobierno de Sao Paulo ha mostrado mano dura contra los trabajadores, pues incluso despidió a 42 huelguistas.
“Los despidos no fueron por las huelgas. Fueron despedidos en razón de otros actos graves, como invasión de estaciones, depredación, vandalismo”, manifestó ayer el gobernador Gerardo Alckmin a la Folha de Sao Paulo.