Ciudadanos sacuden a Bachelet

Los gritos de indignación popular han llegado a los oídos de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet. 

La mandataria anunció la noche del miércoles, en una entrevista con Mario Kreutzberger, “Don Francisco”, que le había pedido la renuncia a todo su gabinete para evaluar su desempeño. 

“Me voy a dar 72 horas para tomar la decisión de quiénes se quedan y quiénes se van”, expuso.

“No quiero hacer las cosas a la loca ni aceleradamente. Le he pedido también a los ministros que en este periodo sigan trabajando con fuerza hasta que yo decida”.

Esta medida, sin precedentes en la historia de Chile, ocurre en medio de la peor crisis de popularidad y credibilidad de Bachelet. 

El Centro de Estudios Públicos (CEP) publicó ayer una encuesta en la que 29 por ciento de la población aprueba el desempeño de la presidenta y 56 por ciento lo desaprueba.

Este es el mayor índice de desaprobación de los dos mandatos de Bachelet, quien ya había gobernado del 2006 al 2010.

Sólo el expresidente Sebastián Piñera había alcanzado niveles de impopularidad tan altos, pues su desaprobación fue de 62 por ciento en diciembre del 2011 y de 59 por ciento en abril del 2012. 

Además, el mismo sondeo indica que a 62 por ciento “no le da confianza” Michelle Bachelet, mientras que apenas al 33 por ciento sí “le da confianza”. 

Escándalos impactan

Cuando salió de su primera gestión, en marzo del 2010, la presidenta gozaba de una popularidad de 84 por ciento, según la agencia Adimark.

Esto la llevó a convertirse en una de las figuras chilenas más importantes, la titular de ONU Mujeres y a buscar un segundo mandato presidencial. 

Pero ahora, la lideresa ha afrontado escándalos de corrupción que, aunque no la involucran de forma directa, despiertan la indignación de una sociedad cada vez más crítica. 

“La decisión de Bachelet tiene como telón de fondo los escándalos de financiamiento irregular de la política investigados por la Fiscalía, que han desatado un escenario de crisis transversal tanto en el Ejecutivo, como en los partidos y las instituciones democráticas como el Congreso”, publicó ayer El País.

El caso que más ha golpeado a la presidenta es el Caso Caval, en el que estuvo involucrado el hijo de Bachelet, Sebastián Dávalos. 

A Dávalos se le acusa de tráfico de influencias por obtener un crédito por más de 10 millones de dólares para la empresa Caval, de la que es dueña su esposa Natalia Compagnon, apenas 48 horas después de la victoria electoral de su madre.

Con ese dinero, Caval adquirió tres terrenos que después revendió a casi 15 millones de dólares, informó la revista Qué Pasa en febrero. 

Tras el escándalo, Dávalos renunció a su puesto como director del Área Sociocultural de la Presidencia. 

Otros casos en los que Bachelet no está relacionada de forma directa, pero que han incrementado la desconfianza de los ciudadanos en los políticos, son el Penta y el Soquimich, en los que se reveló el financiamiento ilícito de varias campañas.

Bachelet lo admite

“Nuestros compatriotas esperan que sus dirigentes y sus empresarios estén a la altura de los nuevos tiempos”, dijo ayer la mandataria en un discurso, “y que aportemos a la obra de construir un país unido.

“Un país que dialoga, pero por sobre todo se rige por los más altos estándares éticos y legales.  

“Con ello, será el mejor ambiente para la democracia y el crecimiento económico al que todos aspiramos”.

Estas fueron las únicas declaraciones de Bachelet tras el anuncio. 

Durante la entrevista con Kreutzberger, además de reconocer que reaccionó tarde a la controversia de su hijo, la presidenta admitió que lo más difícil ha sido que la gente no le cree cuando dice que ella no sabía nada.

Por ahora, la oposición y los analistas coinciden en que la renovación del gabinete es un primer paso pertinente. 

“Me parece bien. Ahora a ver quiénes salen y quiénes llegan. Pero la señal se sintió potente”, opinó el diputado y exlíder estudiantil Giorgio Jackson, según BBC Mundo.