La emergencia sanitaria por el COVID-19 ha golpeado a los migrantes. La situación para estos grupos de personas se complica más, ya que enfrentan dificultad para acceder a un empleo que les garantice el acceso a servicios médicos y sanitarios.
Su situación de vulnerabilidad se vuelve más compleja. Por un lado se encuentran quienes deben regresar a sus hogares en países de ingresos bajos y medianos, donde los mercados laborales están frágiles a causa de la crisis por el coronavirus, mientras que otros se encuentran varados en las naciones de acogida, sin acceso a la protección social y con poco dinero para costear su alimentación o alojamiento.
El número de personas que se vieron obligadas a abandonar sus países alcanzó un récord en 2019, cuando registró un crecimiento de 79.5 millones de migrantes, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Este número equivale a casi el doble de la cantidad de personas en crisis registrada hace una década, como resultado de la guerra, la violencia, la persecución y otras emergencias, puntualiza el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
La oficina de la ONU detalla que el 68 por ciento de los refugiados y desplazados en el extranjero provienen de cinco países. Siria encabeza la lista con 6.6 millones, le sigue Venezuela con 3.7 millones, Afganistán con 2.7 millones, Sudán del Sur con 2.2 millones y Myanmar con 1.1 millones.
En tanto, el país que acogió a más refugiados a nivel mundial fue Turquía con 3.6 millones, seguido de Colombia con 1.8 millones, Pakistán con 1.4 millones, Uganda con 1.4 millones y Alemania con 1.1 millones, de acuerdo con los datos del informe “Tendencias globales: desplazamiento forzado en 2019”.
El panorama de migrantes y desplazados puede ser desolador. En primer lugar, porque algunos de los países que ofrecen refugio, como es el caso de Uganda, sufren severas crisis alimentarias y un alto número de sus habitantes padecen hambruna.
Algunos gobiernos han sumado esfuerzos para garantizar que los migrantes mitiguen su contexto de vulnerabilidad, sin embargo, es posible que pudiera desarrollarse una crisis de derechos humanos, porque no existen mecanismos claros para garantizarlos.
Al respecto, Filippo Grandi, alto comisionado de ACNUR, en un encuentro con medios en Ginebra manifestó su preocupación, ante la situación que combina las carencias, aunque afirmó que ha mantenido reuniones con algunos líderes para garantizar la seguridad de estos grupos.
“No se puede esperar que las personas vivan en un estado de incertidumbre durante años, sin la posibilidad de volver a casa, ni la esperanza de construir un futuro donde estén. Necesitamos una actitud nueva y más receptiva hacia todas las personas desplazadas”, declaró Grandi.
Emergencia de migrantes desplazados en puerta
La migración va en aumento a causa de la situación particular de algunos países, como la guerra en Siria o la crisis política en Venezuela, que han elevado las cifras de desplazados en el último año.
En 2019, el número de migrantes llegó a 272 millones, 51 millones más que en 2010. Los migrantes internacionales comprenden un 3.5 por ciento de la población mundial, cifra que continúa en tendencia ascendente, de acuerdo con la ONU.
Del total de migrantes, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 164 millones son trabajadores, casi la mitad de ellos mujeres, que representan el 4.7 por ciento de la fuerza de trabajo mundial.
La situación para este grupo podría complicarse con la entrada de la nueva normalidad, dado que un número importante se enfrentará con un mercado laboral débil que no garantizará su inserción a un empleo en el corto plazo.
Si bien muchos trabajadores migrantes, en particular mujeres, trabajan en los sectores de la atención de la salud o la agricultura en sus países de acogida, otros han perdido su empleo o han seguido trabajando de manera informal.
La mayoría de los países de origen tienen un margen muy limitado y no cuentan con políticas y sistemas que garanticen una gobernanza eficaz de la migración laboral y planes de reincorporación, lo cual desencadenará una crisis de desempleo, pobreza y desigualdad.
“Millones de trabajadores migrantes, que estaban confinados en sus países de trabajo, han perdido el empleo y se prevé que ahora regresen a casa en países que ya están lidiando con una economía débil y un desempleo creciente”, declaró Manuela Tomei, directora del departamento de condiciones de trabajo e igualdad de la OIT.