A la ocasión de su discurso sobre “La Democracia frente al Terrorismo” pronunciado el día de ayer en París, el jefe de Estado fue más allá del tema sobre la democracia y el terrorismo para lanzar su ofensiva a la oposición en toda regla.
Por poco más de una hora, el presidente François Hollande tuvo la oportunidad de exponer temas dignos de una campaña electoral y, además, responder a las críticas de la oposición para posicionarse como un candidato para el 2017, pero sin declararse explícitamente.
Y es que Hollande tenía la intención, no de hablar como un candidato, sino como un presidente: haciéndolo tenía la intención de diferenciarse de otros candidatos, socialistas o afines.
Y asumir el papel de comandante en jefe en la lucha contra el terrorismo, uno de los pocos, si no es que el único, hasta el 14 de julio y el asesinato en Niza, que le han dibujado algunos de los beneficios en términos de opinión.
“Después de haber llevado durante más de cuatro años la lucha contra el fanatismo mortal,
ganaremos”.
Una administración al frente de una democracia confrontada al yihadismo, pero también al populismo: ése fue el corazón de las observaciones presidenciales de la noche de ayer.
Y es que restablecer el equilibrio político, hacer hablar de su persona y responder a sus oponentes, pero sobre todo, tener una voz en la campaña presidencial sin tener que declararse candidato, son las apuestas que François Hollande debe intentar alcanzar antes de anunciar sus intenciones de reelección en diciembre de este año, para delinear los contornos y el contenido de una nueva candidatura para las presidenciales del 2017.
Encuestas catastróficas
Para poner en marcha su “precampaña” -que no se atreve a llamarla así-, el jefe de Estado eligió la Salle Wagram, que lleva el nombre de una de las victorias decisivas de Napoleón, y en donde sin pronunciar la tradicional fórmula “soy candidato”, Hollande dio a conocer claramente sus ambiciones: sí, en 2017, él imagina el reto de una reelección, a pesar de la impopularidad histórica en la que se encuentra, pues la carrera por un nuevo mandato se le presenta mientras se expone a encuestas catastróficas.
Según dos encuestas publicadas en la víspera de esta intervención, el 88 por ciento de los franceses no quiere que se vuelva a reelegir para el 2017. Y de hacerlo, sería eliminado en la primera ronda en todos los escenarios.
Ya que con la intención de voto a su favor de entre 11 y 15 por ciento, Hollande muestra una debilidad sin precedentes detrás de una campaña virulenta emprendida por la derecha y la ultraderecha.
‘Guardián del Estado de Derecho’
Uno de los ejes de su discurso pretendió mostrar al “presidente protector” y guardián de un “Estado de derecho” amenazado por el “Estado de excepción” y la “destrucción del modelo social” que ofrecen la derecha y la extrema derecha.
“No voy a dejar que la imagen de Francia, y la influencia de Francia se deterioren en los próximos meses o años venideros. Esta es la pelea de una vida”, pronunció el mandatario para demostrar que aún no renuncia a la idea de su reelección.
Hizo un llamado a la cohesión nacional y a llevar un proyecto colectivo para “defender la idea de Francia (…) No me aparto de ese objetivo, que es el mismo que me ha animado durante todo este periodo de cinco años”.
Y es que Hollande intenta ir más allá de lo habitual con respecto al Islam y al secularismo, temas sobre los que el presidente no incitó ni a la provocación, ni al estigma, sino más bien, a demostrar que tiene un proyecto que va más allá del 2017.
Y a pesar de la presión que algunos de sus partidarios ejercen sobre él para que se declare candidato oficial, François Hollande propone mantener su propia agenda. “Ya anuncié que eso sería a principios de diciembre y nada va a cambiar”, reiteró.
Un candidato de ‘izquierda’
En su discurso, Hollande no solo atacó a la derecha, si no que el potencial candidato a las primarias de la izquierda no se olvidó de su propio campo.
Y es que, si bien Hollande había sido invitado para hablar sobre “La Democracia frente al Terrorismo” en su discurso, el actual inquilino del Elíseo aprovechó para recordarle a su electorado las acciones emprendidas desde el inicio de su mandato.
“Nuestro sistema de pensiones se mantuvo, nuestro sistema de salud se expandió, se crearon nuevos derechos, la política territorial se centró en los barrios más vulnerables y en las zonas rurales”, enumeró en una forma de hacerse pasar por un hombre de “izquierda” de cara a las críticas de Arnaud Montebourg y Benoît Hamon, los dos candidatos para las primarias de su partido.
Hollande, también envió otra señal a sus posibles rivales. “En el nombre del sufragio universal del que, finalmente, hasta mayo soy el único que tiene la unción, quiero decirles que en una democracia hay elecciones. Ah, que no son fáciles las elecciones. Hay que ser merecedor de ellas, hay que estar preparado, y hay que respetar a los ciudadanos” advirtió el jefe de Estado en un mensaje que bien pudo ser interpretado como una advertencia a Emmanuel Macron, su exministro de Economía, y quien renunció a su puesto hace unos días.
Mientras tanto, el entorno de François Hollande oculta cada vez menos su irritación hacia las intenciones del primer ministro, Manuel Valls, ante la proximidad de las elecciones presidenciales.
En las últimas semanas el primer ministro y el presidente parecen distanciarse cada vez más.
Valls ha impulsado en gran parte la polémica entorno al “burkini”, lo que impone al Ejecutivo un nuevo debate sobre la identidad francesa y el lugar del Islam en la República.
Hollande, por el contrario, afirma que bajo su mandato ninguna ley restrictiva sobre el uso de ésa, u otra prenda, será efectiva.