Las acusaciones siguen llegando. Una cantidad de mujeres dicen haber sido víctimas de Harvey Weinstein. Pero también hay muchas con historias para contar que no lo han hecho.
Para numerosas mujeres que optan por no hablar del tema en público, a menudo el temor a ser asociadas para siempre con el sórdido escándalo –y el efecto en sus carreras y en sus vidas– pesa demasiado. Algunas todavía luchan contra los efectos de sus encuentros con el magnate de la industria cinematográfica.
La actriz canadiense Erika Rosenbaum, de 37 años, acababa de denunciar abusos de Weinstein hace diez días, cuando recibió a través de Facebook un mensaje de una joven mujer que le preguntaba si ella también podía hablar.
La mujer, actriz y cineasta en el inicio de su carrera, había escuchado una grabación de la entrevista de Rosenbaum con The New York times, en la que describía duros episodios en habitaciones de hoteles con Weinstein hace 15 años. Y quería contarle a Rosenbaum sus propias experiencias con el productor, muy similares pero mucho más recientes, del año pasado, cuando tenía 21 años.
Le dijo que había establecido una relación con Weinstein que en realidad eran dos relaciones: “por un lado era un mentor, pero había otro lado que mantuve cerrado en una esquina secreta de mi mente, en el que me manipulada sin que yo supiese cómo habíamos llegado a ese punto, ni cómo salir de allí”.
Quería que Rosenbaum la aconsejase: ¿Debía hacer una denuncia? Le interesaba que su historia sirviese de advertencia a otras mujeres jóvenes, pero estaba recién empezando su carrera y temía quedar marcada de por vida. Dado que los encuentros eran muy recientes, apenas estaba empezando a procesar todo lo sucedido.
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Rosenbaum le dijo que hacer la denuncia era una decisión muy personal, tal vez no la indicada para todas. La mujer decidió que, al menos por ahora, no la haría. “No soy Gwyneth ni Angelina ni Lupita”, expresó, aludiendo a algunas mujeres famosas que acusaron a Weinstein de conductas inapropiadas. “Merezco afianzarme en mi carrera sin que me asocien con Harvey Weinstein cada vez que alguien me busca en Google”.
Todo defensor de las víctimas de acosos o agresiones sexuales sabe que la decisión de hacer la denuncia o no es traumática en sí misma. Si bien la rápida caída en desgracia de Weinstein –fue despedido de su propia compañía– reduce las posibilidades de represalias, sigue presente el temor a quedar estigmatizada. La abogada Gloria Allred, que presentó cuatro supuestas víctimas de Weinstein ante las cámaras, dice que habló con más mujeres que prefieren permanecer anónimas.
La denuncia “es algo de lo que no hay marcha atrás”, comenta Jeanie Kurka Reimer, quien pasó 30 años trabajando en caso de agresiones sexuales en Wisconsin, como activista, terapeuta y consultora. “Es una decisión que te cambia la vida”.
Igual que Risenbaum, la joven mujer, que relató su historia en varias entrevistas con la Associated Press con la condición de no ser identificada, conoció a Weinstein en una fiesta el año pasado. Tuvieron tres encuentros en los que solo se habló de su trabajo.
Pero después de un evento con Weinstein y otros, terminaron en el hotel del productor, según cuenta ella. Ella pensó que allí se encontrarían todos para cenar. Pero no fue así. En un relato que coincide con los de otras denunciantes, Weinstein salió un momento y reapareció desnudo, dijo la mujer. Le pidió que se desvistiese y ella dijo que no, varias veces, pero él insistió. Hasta que ella cedió y los dos estaban desnudos. Acto seguido él la convenció de que le diese un masaje y luego de que se acostase en la cama mientras él se masturbaba.
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Ya antes de salir de la habitación, ella pensaba que todo había sido su culpa. “Yo fui allí”, se decía a sí misma. Supuso que este había sido un incidente aislado y que podría mantener la amistad con Weinstein.
Sin embargo, hubo más encuentros. La mujer dice que se negó a mantener relaciones sexuales con Weinstein, pero que él se salió con la suya en otros sentidos: la presionó para que tuviesen sexo oral o hizo que se parase frente a un espejo mientras él hacía sus cosas.
Weinstein ha negado en repetidas ocasiones haber mantenido relaciones sexuales sin el consentimiento de la mujer.
Después de nueve meses, la muchacha finalmente le comentó lo que sucedía a sus padres. “Me vas a odiar”, le dijo a su madre. A comienzos del año puso fin a la relación, señaló.
Rosenbaum era igualmente una veinteañera cuando conoció a Weinstein. Y terminó en la habitación de un hotel, donde él le dijo que le diese un masaje, según ella.
La vez siguiente que se vieron en un hotel, dice ella, él la tomó del cuello por atrás frente a un espejo y se masturbó.
“No tenía ningún revólver en mi cabeza, no me tiró al piso”, dijo Rosenbaum al Times. “Pero yo no sabía cómo librarme de esa situación”.
Cuando salió a la luz la historia de Weinstein este mes, Rosenbaum, quien vive en Montreal, dice que pudo dar la cara porque ya no es la mujer que era hace 15 años. “Tengo una vida plena y equilibrada, lo que no ocurría cuando era joven”, afirma. “Tengo otra perspectiva, un equilibrio que me permite ser honesta”.