— Brasil
La presidenta brasileña Dilma Rousseff dijo que la próxima Copa Mundial de futbol a celebrarse en su país es la mejor oportunidad para demostrarle al mundo que su nación no solo es fiesta y deporte.
Irónicamente, para alcanzar este objetivo, su gobierno está organizando a marchas forzadas una “fiesta de futbol”.
Brasil acumula más de tres semanas de intensas movilizaciones sociales, la mayoría de ellas, pacíficas.
Una de ellas ocurrió el domingo, en la final de la Copa Confederaciones, celebrada en el renovado estadio Maracaná.
Ahí, unos 5 mil manifestantes antigubernamentales se hicieron presentes.
La gente protesta por los elevados gastos del gobierno de Rousseff en los preparativos mundialistas, calculados en miles de millones de dólares.
“La gente está enojada con el Congreso, con los hospitales en pésimo estado y las peores escuelas”, dijo Tania Nobrega, psicóloga de 56 años a The Associated Press (AP).
Por su parte, la presidenta llamó a la unidad del país para buscar una mejoría en rubros como la educación, la salud y el transporte público.
Y es precisamente este último ámbito el que fue la chispa que detonó la oleada de protestas.
Un aumento de 10 centavos en la tarifa del transporte fue el primer motivante que liberó la olla de presión en la que está convertido el país carioca.
“Vamos a unirnos y buscar soluciones rápidas y concretas para algunos problemas de la economía, del transporte, de la salud, de la educación y también de la política”, dijo Rousseff durante su programa radial Café con la presidenta.
“Si hay muchas cosas por mejorar en el país, ¿por qué no lo hacemos juntos, sumando esfuerzos sin dispersión?”, continuó.
Hace una semana, su gobierno anunció cinco pactos para aminorar la indignación popular, los cuales irían enfocados a solventar los problemas más urgentes, especialmente la corrupción.
Sobre esto, la sucesora de Ignazio Lula da Silva dijo: “El combate a la corrupción es uno de los ejes básicos del pacto y ha sido una prioridad de mi gobierno. Necesitamos profundizar esa lucha de forma más decisiva”.
Hace unos días, el Senado aprobó un proyecto de ley que convierte prácticas desleales y corruptas en un delito grave, con lo cual aumenta las sanciones.
Brasil se coronó campeón de la Copa Confederaciones por segunda edición consecutiva, lo que desató la algarabía de los aficionados de futbol.
Sin embargo, lejos de las canchas de futbol no hay nada más lejano que la fiesta, ahí, la efervescencia social se mantiene y parece no cesar en el corto plazo.
— Egipto
Egipto parece no aprender las lecciones del pasado. Desde la caída del último dictador, Hosni Mubarak, en 2011, dicho país vive una suerte de espiral en caída libre.
El frenesí político que sufre el pueblo egipcio no tiene tregua: primero fueron las protestas de la Primavera Árabe, luego la ocupación de facto de los militares en el poder y posteriormente la polémica elección del islamista Mohamed Morsi.
Esta vez, nuevas manifestaciones han puesto un ultimátum al mandatario proveniente de la Hermandad Musulmana: Morsi tiene hasta hoy para abandonar su puesto.
La situación se agravó cuando los líderes de las Fuerzas Armadas anunciaron a través de la televisión estatal que intervendrían en caso de que el mandatario “no reconozca las demandas de los inconformes”.
Tal anuncio acerca al país del norte de África a un nuevo golpe de Estado.
Ayer, mareas de personas llegaron a la emblemática Plaza Tahrir, aquella que fuera el epicentro de la revolución que derrocó a Mubarak y que terminó con una autocracia de tres décadas al hilo en 2011.
Ahora, varios helicópteros militares con banderas de Egipto colgadas sobrevolaron las inmediaciones de dicha locación.
Se calcula que se han congregado “cientos de miles” de protestantes en El Cairo y en otras partes del país. Las movilizaciones más multitudinarias en tres años.
Los opositores al régimen islamista portaron banderas nacionales y retratos del presidente tachados con rojo.
De igual forma, habitantes de diversas viviendas lanzaron desde lo alto agua para refrescar a los ahí presentes, debido a las altas temperaturas del verano boreal, informó AP.
Pero a diferencia de Brasil, el pasaje egipcio ha sido marcado por la tragedia humana.
Esto luego de la entrada de opositores al gobierno a la sede de la Hermandad Musulmana, donde murieron menos cinco personas, aseguraron activistas.
No es la primera vez que el actual gobierno de Egipto se enfrenta a manifestaciones que piden su renuncia.
En noviembre de 2012, el país presenció otra oleada de protestas motivadas por la redacción de la Constitución de manera unilateral por los aliados a la Hermandad.
En esa ocasión, Morsi decretó una ampliación de sus facultades en la cual sus decisiones no podían ser revocadas ante el Poder Judicial, concediendo a su figura política poderes absolutos.
En tanto, la estancia de Morsi se tambalea pues, mientras él reafirma que no renunciará, cinco ministros de su gabinete se reunieron para debatir si deberían hacerse a un lado e incorporarse a los manifestantes.
Desde la caída de Mubarak, Egipto no ha presentado mejorías en el aspecto económico, lo que se traduce en carencias sociales, inflación y falta de crecimiento.