Dilma con los días contados
Dilma Rousseff se está quedando cada vez más sola.
La presidenta de Brasil –sin el apoyo de sus aliados políticos y envuelta en una crisis- se prepara para enfrentar un juicio político por el escándalo de corrupción en Petrobras.
La posibilidad de que Rousseff sea destituida –que hace sólo unos meses atrás no era una opción real- se incrementa cada día que pasa.
El martes el gobierno de Dilma recibió un duro golpe, el que podría ser definitivo en el camino hacia su destitución.
Carlos Salazar
Dilma Rousseff se está quedando cada vez más sola.
La presidenta de Brasil –sin el apoyo de sus aliados políticos y envuelta en una crisis- se prepara para enfrentar un juicio político por el escándalo de corrupción en Petrobras.
La posibilidad de que Rousseff sea destituida –que hace sólo unos meses atrás no era una opción real- se incrementa cada día que pasa.
El martes el gobierno de Dilma recibió un duro golpe, el que podría ser definitivo en el camino hacia su destitución.
El principal aliado de la coalición de gobierno, el Partido el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), anunció que se deslinda de la mandataria brasileña.
El PMDB cuenta con 7 ministros en el gabinete de gobierno. Uno ya ha renunciado. Se trata de Henrique Eduardo Alves, ministro de Turismo. Los restantes se espera que entreguen su cargo a más tardar el próximo 12 de abril.
Sin embargo, el mayor revés para la presidenta podría ser la pérdida de los legisladores del PMDB.
No es un asunto menor, ya que este partido cuenta con 69 diputados y 18 senadores, quienes podrían inclinar la balanza sobre la decisión de la destitución de Dilma Rousseff.
Michel Temer, vicepresidente de Gobierno y uno de los líderes del PMDB no se sumará a la desbandada del gobierno, la razón es porque en el caso de la destitución de Dilma Rousseff, sería él quien asumiría la presidencia de Brasil.
Temer ya cuenta con un plan de gobierno que busca el respaldo de las fuerzas opositoras a Dilma en caso de asumir la Presidencia.
Dicho proyecto incluye recortes de los programas sociales, privatizaciones y una mayor apertura comercial.
La oposición brasileña lleva meses exigiendo la salida de Dilma Rousseff, señalada en investigaciones como una de las principales beneficiadas del escándalo de corrupción que ha salpicado a la petrolera estatal Petrobras.
No solo eso. Bajo su administración, el país amazónico ha entrado en una de sus peores recesiones económicas, además, su gestión arrastra unos índices de aprobación alarmantemente bajos.
La sombra de Lula
La sombra del expresidente Luiz Inázio Lula Da Silva de igual forma se ha cernido sobre ella. Lula, uno de sus principales aliados, fue detenido el pasado 4 de marzo para declarar como sospechoso de haber participado en la red de corrupción de Petrobras.
Y, en una maniobra política errónea, unos días después de la detención, Dilma Rousseff nombró a Lula como Jefe de Gabinete de su gobierno. Sin embargo un magistrado de la Suprema Corte brasileña suspendió el nombramiento y el cargo está en suspenso.
El nombramiento fue visto como un intento de Dilma Rousseff de proteger a su mentor político de la acción de la justicia e intensificó las críticas en contra de su gobierno. Hubo manifestaciones en diversas ciudades en contra de la medida, y en algunas se registraron hechos violentos.
Por si fuera poco, los ojos de todo el mundo estarán con Brasil el próximo verano para la celebración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, cuya organización ya ha sufrido diversos contratiempos y han sufrido recortes presupuestales.
La semana pasada, George Hilton, quien fungía como ministro de Deportes, presentó su renuncia a solo cinco meses del arranque de las Olimpiadas.
El panorama no podría ser más adverso para Rousseff, quien tiene todas las circunstancias en su contra. El proceso para su destitución ya está en marcha. Que culminé el término de su mandato en 2018 es una apuesta muy arriesgada. Sus días están contados.
El camino a la destitución
Tras la ruptura del Partido el Partido del Movimiento Democrático con el gobierno de Dilma Rousseff, el juicio político en contra de la mandataria gana importantes adeptos que podrían acelerar su salida del ejecutivo.
El PMDB es el principal partido dentro del Congreso brasileño, cuenta con 69 diputados por lo que el sentido de sus votos podría definir el futuro político de la presidenta.
Una comisión especial de 65 diputados votará la procedencia del juicio político a Dilma a mediados del mes de abril, y posteriormente, en sesión plenaria, la Cámara de Diputados deberá decidir si hay argumentos suficientes para la destitución de la mandataria.
Para que se inicie el proceso de juicio político en contra de la presidenta brasileña, dos terceras partes de los 513 diputados deberán votar a favor, en cuyo caso el trámite pasa al senado y Dilma Rousseff deberá abandonar de manera provisional la presidencia.
El senado tendrá un máximo de 180 días para dar a conocer su resolución. En caso de que dos terceras partes de los 82 senadores voten a favor de la destitución, Dilma Rousseff dejará el cargo de manera definitiva y el vicepresidente Michel Temer asumiría la presidencia hasta 2018.
Hasta hace unos días, la frágil alianza del PMDB con el gobierno era la última esperanza a la que se aferraba Dilma para evitar el juicio político, sin embargo, con el reciente rompimiento las esperanzas se desvanecen. Dilma se queda sola y todo apunta a su destitución.
Aún así, Rousseff no se ha rendido, y a través de Lula Da Silva está negociando uno a uno con los legisladores del PMDB, tratando de que el rompimiento no sea completo y que algunos de ellos se sumen al apoyo en contra de la destitución.