En menos de una semana, entre Estados Unidos y Corea del Norte se ha encendido un intercambio de amenazas nucleares.
Corea del Norte reacciona a las burlas que hizo Donald Trump sobre sus capacidades armamentistas: desde Pyongyang le responde asegurando que podría lanzar un misil intercontinental “en cualquier momento y a cualquier lugar”.
La polémica entre los dos países se desató luego de que en su discurso de Año Nuevo, el líder norcoreano, Kim Jong-un, declarara a través de la televisión nacional que su país estaba “realizamos los últimos preparativos para llevar a cabo la primera prueba de misil balístico intercontinental”, capaz de alcanzar territorio estadounidense con una cabeza nuclear.
Una declaración sumamente incendiaria a menos de dos semanas de la investidura presidencial del multimillonario.
Un día después de los dichos de Kim Jong-un, Donald Trump ya tomaba su plataforma favorita para contestarle que “eso no sucederá”.
Pero para aquellos tentados a decir que Kim Jong-un farolea, cabe recordar que Corea del Norte ha demostrado repetidamente su capacidad nuclear mediante cinco ensayos confirmados por los centros internacionales de vigilancia, y probablemente cuenta con un stock de varias cabezas nucleares.
Y aunque lo cierto es que ese país nunca ha probado el vuelo de un misil balístico intercontinental, o ICBM, Estados Unidos estaría listo para neutralizarlo.
“Estados Unidos derribaría cualquier misil norcoreano dirigido hacia nuestro territorio o el territorio de nuestros amigos y aliados”, dijo Ashton B. Carter, secretario de Defensa estadounidense.
Diplomacia y hamburguesa
Más allá de la diplomacia en Twitter que desarrolla el próximo presidente de EU, ¿cuál será el enfoque de la administración entrante sobre la cuestión de Corea del Norte?
A pesar del relativo aislamiento que promete la administración entrante, no hay duda de que Donald Trump se enfrentará rápidamente a numerosas tensiones internacionales que afectan directamente a Estados Unidos; ya sea porque los países están dispuestos a poner a prueba a la nueva administración, o debido al comportamiento errático del futuro presidente.
En cualquiera de los dos casos, y dejando la política de ficción atrás, Donald Trump corre el riesgo de enfrentarse a dos crisis potenciales: Asia y Medio Oriente.
La posición de la administración entrante sobre Corea del Norte sigue siendo una incógnita. Y Corea del Sur expresa su preocupación.
En una entrevista concedida a Reuters el 17 de mayo pasado, Trump dijo que quería discutir diferentes temas con Kim Jong-un mientras se comían juntos una hamburguesa.
“Me comeré una hamburguesa en compañía de Kim Jong-un”, se burló el entonces candidato republicano.
Pero en ningún momento mencionó la estrategia de desnuclearización de la península coreana o las condiciones previas en las negociaciones.
Analistas en la región sugieren que Kim podría realizar otra prueba nuclear en los próximos meses, aprovechando los cambios de liderazgo en Estados Unidos y la crisis política que enfrenta su aliado asiático, Corea del Sur.
Con este escenario, los asesores diplomáticos tendrán un papel crucial para la administración entrante, ya que todo dependerá de los colaboradores que el 45º presidente de Estados Unidos elija para apoyarlo en las cuestiones de diplomacia y de seguridad nacional.
Crisis en Corea del Sur
Mientras que Trump será investido el 20 de enero, los poderes de la presidenta aliada Park Geun-hye de Corea del Sur fueron suspendidos.
Tras un juicio político parlamentario el pasado 9 de diciembre, la líder surcoreana sigue a la espera de que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre si debería ser formalmente destituida o restablecida.
La mejor amiga de la presidenta surcoreana es acusada de extorsionar a grandes empresas con multimillonarias sumas de dinero, supuestamente con conocimiento de la jefa de Estado, lo que la hunde en una profunda crisis de credibilidad.
Dada la inestabilidad política en Corea del Sur, es difícil esperar el desarrollo de una estrategia común por parte de Washington y Seúl respecto a Corea del Norte, al menos durante el primer año de mandato de Trump.
Negociar con China
Donald Trump todavía no pone un pie en la Casa Blanca, y entre él y China ya hay tensiones.
En uno de sus tuits, Trump atacó a China acusándola de beneficiarse económicamente de la situación de no presionar a Corea del Norte a dejar las armas nucleares.
Pero si Trump quiere evitar que Corea del Norte adquiera una capacidad real de golpear suelo americano, y por lo tanto colocar a Estados Unidos bajo una amenaza permanente, tendrá que negociar con Beijing, de una forma u otra.
Pues el “no va a ocurrir” en su cuenta de Twitter es más fácil de decir en redes sociales, que impedirlo en la vida real.
Ya que la opción militar es técnicamente posible. Y además China sigue siendo un elemento clave, pues a pesar de repudiar al régimen de Corea del Norte, sigue siendo su protector y padrino, por razones geoestratégicas obvias.
China no quiere ver desaparecer el régimen que impide la reunificación de la península coreana y correr el riesgo de tener a las tropas estadounidenses estacionadas en su frontera noreste.
Por eso, Pyongyang sigue siendo un peón en la estrategia asiática de Beijing, que no permitirá a Estados Unidos destruir al régimen sin un acuerdo que, además, deje a China diplomáticamente bien situada.