Al tiempo que Donald Trump ponga su mano derecha sobre la Biblia y jure dirigir fielmente la investidura presidencial, muy poca gente se preguntará sobre el hombre en túnica judicial del otro lado, entregando el juramento.
John Glover Roberts Jr, es el actual Juez Presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, nombrado por George W. Bush.
Y Roberts jurará a un presidente electo que lo detesta y lo ha llamado públicamente una “pesadilla para los conservadores” y “tonto” por haber emitido el voto decisivo para aprobar el Obamacare.
Durante la campaña, Trump incitó a sus competidores republicanos a denunciar a Roberts e incluso obligó a aquellos que habían trabajado duro para su confirmación, como el senador Ted Cruz y Jeb Bush, cuyo hermano había elegido a Roberts en primer lugar.
De acuerdo con The Washington Post “es difícil pensar en un presidente electo que haya atacado más activamente a un juez designado por un presidente del mismo partido político.”
Y es que en junio de 2012 Roberts tuvo una intervención que se consideró decisiva: con su voto, la Corte Suprema ratificó la constitucionalidad de la ley de salud conocida popularmente como “Obamacare”.
“John Roberts resultó ser un desastre absoluto, resultó ser un desastre absoluto porque nos dio Obamacare “, dijo Trump en enero pasado en ABC.
Y en ese sentido, el juramento deberá traerle emociones encontradas a Roberts, ya que al mismo tiempo que el presidente que tendrá enfrente a él inició una campaña para desprestigiarlo, mientras que la victoria de Trump le garantiza algo fundamental para su propio legado: una mayoría conservadora en la Corte.
Antes de las elecciones, cuando Hillary Clinton lideraba las encuestas se especulaba acerca de cómo se comportaría el conservador John Roberts si el tribunal tuviera una mayoría liberal. Ahora podrá estar tranquilo con la mayoría republicana que le aporta Donald Trump.
Ciertamente, nunca ha existido un enfrentamiento más incómodo entre un titular de la Corte Suprema y un presidente entrante.