Los militares se resisten a devolver el total del poder político a Egipto.
Y es que el presidente electo egipcio, Mohamed Morsi, se encuentra sin todas sus facultades debido a la decisión de la junta militar que tomó el poder después de la caída de Hosni Mubarak.
Aparte, el máximo tribunal de Egipto insistió el día de ayer que el fallo, que llevó a la disolución del Parlamento dominado por los islamistas, es definitivo y obligatorio.
Queda montado así el escenario perfecto para un enfrentamiento entre ambas partes.
El anuncio se produjo un día después de que el presidente electo convocó sorpresivamente a la legislatura para reunirse, en desafío de la decisión del mes pasado de la Corte Suprema de disolverla.
Morsi también retó así la decisión del poderoso ejército después del fallo del Tribunal Supremo Constitucional, que decidió que un tercio de sus miembros habían sido elegidos de manera ilegal.
A esta decisión, el Tribunal acotó de manera definitiva: “(las decisiones) son finales y no están sujetas a apelación”.
Morsi vs los militares
La relación entre Morsi y los militares se prevé siga en un ambiente de alta tensión.
A pesar de lo áspero de las últimas circunstancias, el presidente y los altos mandos militares se presentaron juntos durante una ceremonia de graduación militar.
Morsi se sentó entre el jefe de las fuerzas armadas, el mariscal Hussein Tantawi y el jefe del Estado Mayor Sami Anan.
Los tres estuvieron sombríos durante la mayor parte de la ceremonia.
Los magistrados de la Corte ratificaron su decisión en una reunión de emergencia, momentos después de que el presidente del Parlamento egipcio disuelto convocó a una sesión de la legislatura para hoy.
Tanto Mohamed Morsi como el presidente de la Asamblea Popular, Saad el-Katani, son miembros añejos de la Hermandad Musulmana.
El partido islamista lleva ya largo tiempo en una confrontación declarada con los militares, situación que se agravó durante los años de la militancia de Mubarak en el poder, donde se llegó a encarcelar a miembros de la Hermandad, entre ellos Morsi.
Los pasados comicios parlamentarios, hoy disueltos, fueron ganados en su mayoría por islamistas, por lo que el actual presidente hubiera tenido gran parte del poder legislativo a su favor.
La decisión de Morsi parecía ser un intento de ejercer su autoridad como presidente y un desafío directo a los generales que gobernaron el país durante 16 meses después del derrocamiento del antiguo líder autoritario Hosni Mubarak.
La pugna amenaza con devolver al país a una nueva ronda de inestabilidad, quizás de violencia, 17 meses después de la salida de Mubarak en una revuelta popular.
Ayer, el edificio del Parlamento estaba bajo vigilancia policial, aunque muchos partidarios del presidente se reunieron en el exterior.
Muchos diputados islamistas, que combinados tienen más del 70 por ciento de los escaños de la legislatura, han dicho que asistirían a la sesión de hoy. Los legisladores que no son islamistas, sin embargo, se inclinaban hacia un boicot.
“¿Cómo podemos asistir, en violación de un fallo judicial?”, dijo Imad Gad, un legislador secular. “Debe haber respeto a la ley y a las instituciones del Estado”, agregó.
En este escenario, la población egipcia se encuentra polarizada, pues mientras los partidarios de la Hermandad aplauden la decisión del presidente, los laicos la tachan de pérdida de tiempo.
En estos momentos, el principal problema al que se enfrenta la gente es en un poder fracturado a la mitad, donde islamistas y militares luchan por legitimarse y desprestigiar al contrario.
De momento, lo fundamental será suavizar la situación para poder aprobar cuanto antes una Constitución dictada de manera democrática y sustituir la de 1971, que únicamente ha sido retocada de manera unilateral por la Junta Militar. (AP)