Estados Unidos se ha erigido como enjuiciador del mundo. Interviene en conflictos armados, se pronuncia en contra de las decisiones de otros países, decide ejercer su justicia a delincuentes extranjeros y aplica sanciones económicas a placer.
Sin embargo, en las entrañas de su propio territorio, las cosas no están para presumir.
Apenas el pasado martes 6 de octubre, el principal general estadounidense en Afganistán reconoció que el bombardeo a una clínica de Médicos sin Fronteras en ese país –en el que murieron 22 personas– fue un error.
Esto a dos días de que Barack Obama asegurara que los bombardeos de Rusia en Siria y el plan de Vladimir Putin de atacar a todo el que se oponga al régimen de Bachar El Asad era una “receta para el desastre”.
Por si fuera poco, en lo que va del año, Estados Unidos no ha tenido un solo día sin que se registre un tiroteo masivo en alguno de sus estados.
En procuración de justicia tampoco pueden hacer cuentas alegres. Los abusos de autoridad, casi siempre relacionados con temas raciales, han sido noticia prácticamente todos los días.
Aún así, el país del norte se empeña en exigir la extradición de criminales extranjeros para ser juzgados bajo sus leyes.
El 30 de septiembre, Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, fue extraditado a Estados Unidos junto con otros 12 narcotraficantes que el país del norte reclamó bajo el argumento que tenían pendientes varios autos de procesamiento.
Y en el tema económico la situación no es muy distinta. Pareciera que los norteamericanos ejercen una jurisdicción infinita, pues cualquier transacción hecha en dólares le abre la puerta para aplicar multas y sanciones a los demás países.
Sin embargo, para muchos analistas, la crisis financiera del 2008 se originó justo en ese país, debido al colapso de la burbuja inmobiliaria en el 2006.
Para tener la lengua larga, dicen, hay que tener la cola corta y evidentemente para EU ese no es el caso.
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