El candidato de la decadencia
La suerte no ha estado del lado de Estados Unidos en los últimos 15 años.
Los atentados terroristas de 2001 en Nueva York dañaron profundamente el optimismo del ‘sueño americano’. Al tratar de recuperar esa quimera, EU ha creado un mundo más violento.
Luego, como un tiro de gracia, llegó la crisis financiera de 2008 y mancilló la incipiente esperanza del obamismo. La debacle de los bancos de Wall Street evidenció a un sistema político secuestrado por cabilderos corruptos al servicio de la avaricia capitalista.
Sergio Almazán
La suerte no ha estado del lado de Estados Unidos en los últimos 15 años.
Los atentados terroristas de 2001 en Nueva York dañaron profundamente el optimismo del ‘sueño americano’. Al tratar de recuperar esa quimera, EU ha creado un mundo más violento.
Luego, como un tiro de gracia, llegó la crisis financiera de 2008 y mancilló la incipiente esperanza del obamismo. La debacle de los bancos de Wall Street evidenció a un sistema político secuestrado por cabilderos corruptos al servicio de la avaricia capitalista.
A un año de comenzar un nuevo ciclo presidencial, el vecino del norte parece seguir cavando su propia tumba.
Los ciudadanos estadounidenses poseen millones de armas con las que se gestan asesinatos sin sentido, al ritmo de una masacre pública por semana.
La supremacía blanca, la homofobia, el consumismo insaciable, la xenofobia y el afán imperialista siguen vigentes en el día a día estadounidense y en el de quienes lo sufren alrededor del mundo.
Una audiencia que crece en cinismo, miedo y falta de solidaridad, demanda un candidato acorde a esos estándares para relevar a Barack Obama de la presidencia. Ese candidato es Donald Trump.
Ese grupo de votantes está cansado de políticos que se andan con rodeos. Trump es directo, es real y apela al sentimiento nacionalista de sus seguidores.
Millones de estadounidenses lo ven como un líder capaz de tomar al toro por los cuernos, de sacarle las grandes pistolas a quien se acerque demasiado y devolverles la dignidad que sienten perdida.
Trump quiere hacer a Estados Unidos grande otra vez y está dispuesto a valerse de todos los vicios y formas anacrónicas que, de acuerdo con sus detractores, han hecho que EU haya dejado de ser grande en primer lugar.
Rey Midas
Fred, el padre de Donald una vez se refirió a su hijo haciendo uso de la mítica leyenda y dijo que todo lo que Trump tocaba lo convertía en oro.
Al igual que otros candidatos ciudadanos que se han hecho populares en diferente latitudes, Trump ha recurrido a su éxito en los negocios para legitimarse como un potencial presidente de la nación.
Sin embargo, la historia de sus empresas dista mucho de ser perfecta.
Desde inicios de los años noventa, cuatro de sus compañías se han declarado en bancarrota.
En 1991, el casino Taj Mahal de Atlantic City; en 1992 la Plaza Trump en la misma ciudad; después el conglomerado entero de sus hoteles y casinos en 2004; y, en 2009, sus estancias de lujo para entretenimiento.
Un electorado que no perdona el fracaso y está obsesionado con la vida personal de sus candidatos, no debería pasar por alto los problemas de las empresas ni los dos escandalosos divorcios de Trump, los cuales le han costado una buena parte de su fortuna.
Trump dice que está más capacitado que cualquiera de sus rivales para ser presidente, incluso más capacitado que los actuales gobernantes. Sus rivales difieren.
Desde el inicio de la contienda, los republicanos y también los demócratas, analistas e incluso oficiales de la actual administración han desestimado las posibilidades reales de Trump y aseguran que la burbuja reventará en cualquier momento. Para ellos el millonario es una distracción. Un poco de diversión y nada más.
Sin embargo, los incondicionales del partido del elefante perene quieren más de Donald Trump.
¿Quién va con Trump?
Del lado republicano ocurre un fenómeno similar al que ocurre en el partido demócrata. Los electores están cansados de las viejas formas. Éstas se han desgastado y los ciudadanos quieren votar por alguien que las revitalice.
Los liberales que no se sienten representados por Hillary Clinton, los relegados marxistas e incluso los ‘hipsters’ han encontrado una respuesta en Bernie Sanders. Todos los que desean un cambio estructural en el sistema político de EU sienten que, con el añejo senador de Vermont, ver más allá es posible.
Los seguidores de Donald Trump tampoco están satisfechos con la tradicional plataforma republicana de la dinastía Bush, ahora representada por Jeb, ex gobernador de Florida.
A diferencia de los seguidores de Bernie Sanders, los que apoyan a Trump buscan a alguien que les garantice que las cosas no cambiarán tan rápido e incluso pueda regresarlas a tiempos donde las ‘tradiciones norteamericanas’ vivían un utópico esplendor.
La agitación causada por Donald Trump en los últimos meses ha orillado a que otros candidatos republicanos como Rubio, Cruz, Christie o el mismo Bush asuman posturas mucho más radicales para tratar de captar a los seguidores del magnate inmobiliario.
Ahora las mujeres republicanas, los cristianos evangélicos e incluso los moderados han comenzado a ver a Trump como su apuesta favorita para la elección del próximo año. Las encuestas confirman lo anterior.
No obstante, la gran mayoría de los seguidores de Donald Trump proviene de dos grupos: aquellos que ven a los inmigrantes como un peligro para su prosperidad y todos los republicanos que no fueron a la universidad.
No es novedad que la actual mayoría anglosajona tenga miedo de volverse una minoría. Se pronostica que para mediados de la década de 2020 los hispanos no blancos serán la mayoría en EU.
Expertos en el tema aseguran que la base de seguidores de Trump tiene miedo de no poder, en un futuro cercano, imponer reglas de acuerdo a sus intereses particulares y perder los privilegios que goza en la actualidad, a costa de esas minorías que todavía controla.
La sensación de que otras culturas desplacen del mapa al reinado de las hamburguesas, los suburbios y los centros comerciales es, para muchos, difícil de digerir.
Existen registros de que Trump ha cambiado su orientación e ideario político muchas veces, a través de los años. Republicano, demócrata, republicano otra vez, el ahora pre candidato llegó a declarar que la auto deportación de inmigrantes era una locura y atentaba contra los orígenes mismos de EU.
Pero Donald Trump sabe que rechazar violentamente la migración que provoca el crecimiento de las minorías, vende bien entre muchos de los electores republicanos.
A fin de cuentas Donald es un hombre de negocios. Y, aparentemente, sabe lo que necesita hacer para lograr con éxito su más reciente deseo: ser el próximo presidente de Estados Unidos.