El Palacio de Bellas Artes y la Quinta Casa de Correos tienen algo en común: los dos edificios fueron diseñados por Adamo Boari, uno de los artistas italianos que se establecieron en México durante el régimen porfirista.
Los dos edificios localizados en el Centro Histórico de Ciudad de México no son los únicos tesoros italianos en el país. Solo representan una parte de la huella que dejaron los arquitectos, escultores, ingenieros y pintoresque llegaron a México desde la nación europea en el siglo XIX y XX.
La historia de algunos de estos hombres y mujeres que impulsaron el proceso de modernización mexicano se recopila en Italianos en México, un libro coordinado por Martín Checa-Artasu, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Iztapalapa, y Olimpia Niglio, docente en la Pontificia Facoltà Teologica Marianum de Roma.
El libro fue publicado en enero del presente año por la editorial italiana Aracne Editrice y contiene artículos de los investigadores de universidades mexicanas, italianas y de otros países europeos que respondieron a la convocatoria de los coordinadores.
La publicación revela la herencia de los italianos en México con textos que abordan la vida y obra de Adrián Giombini Montanari, Pedro Gualdi, Tina Modotti, Francesco Saverio Cavallari, Silvio Contri, Enzo Levi, Augusto Cesare Volpi, Vicente Gusmeri Capra, entre otros.
Checa-Artasu explica en entrevista que algunos de estos artistas italianos no son conocidos en México por la educación deficiente del país que no incluye contenidos para conocer la historia detrás de edificios, esculturas y otras obras.
El profesor añade que es necesario que los mexicanos conozcan artistas internacionales mediante exposiciones, pero considera que es indispensable que conozcan la obra que ya se encuentra en México.
“La mayoría de población que ya tiene estudios y está formada no conoce las obras de los italianos en México. Es un problema educativo”.
Los artistas italianos llegaron a México porque su país tenía problemas políticos y económicos. La introducción del libro menciona que entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX arribaron a México un significativo número de arquitectos, ingenieros y artistas en busca de oportunidades profesionales.
Los dos coordinadores del libro también mencionan en la introducción que la crisis de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial trajo a otros artistas italianos que hicieron destacadas contribuciones a las obras públicas, la enseñanza y las artes.
“La migración de los italianos que eran arquitectos, escultores, marmolistas, pintores y grabadores se da por todo América Latina porque hay un talento que no tiene cabida en su país por la mala condición de su economía después de un largo conflicto bélico”, argumenta Checa-Artasu.
Además, los artistas italianos llegan a México porque es uno de los países de América Latina que buscaba embellecer sus ciudades como parte de un proceso de modernización.
“Las grandes obras de embellecimiento de Ciudad de México y otras ciudades del país se hacen en El Porfiriato. Las grandes ciudades mexicanas del norte y el sur crecen en esos años, rompen la trama colonial y necesitan alguien que construya nuevos edificios”, describe el especialista en arquitectura.
El autor de algunos capítulos del libro detalla que los artistas italianos tuvieron oportunidades para progresar en México porque las clases altas querían construir casas con elementos europeos, la iglesia resurgir mediante nuevos templos y el gobierno mostrar que el país era moderno.
El libro también describe que algunos artistas italianos fueron profesores como el caso de Francesco Cavallari y Eugenio Landesio, quienes impartieron clases en la Academia de San Carlos.
“Landesio es importante porque él forma una escuela donde está José María Velasco y otros pintores de paisaje menos conocidos”, comenta Checa-Artasu.
El coordinador del libro añade que algunos profesores italianos se establecieron en otras ciudades como Bruno Cadore Marcolongo, quien fue docente en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara.
“El talento que se transmite de forma directa es importante, pero también hay talento indirecto, por ejemplo, cuando un arquitecto mexicano ve que un italiano construye el Palacio Postal se pregunta si él puede hacer algo parecido o mejor”, puntualiza Checa-Artasu.
En este sentido, varios arquitectos mexicanos que contribuyeron a modernizar el país durante El Porfiriato tienen referencias o compitieron con italianos como los hermanos Federico y Nicolás Mariscal Piña y Antonio Rivas Mercado.
Algunos artistas que provenían de Italia también aportaron al mundo de la docencia en las ciencias exactas como el ingeniero Enzo Levi, introductor de la hidráulica moderna en México y uno de los profesores fundadores de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Además, uno de los artículos del libro se enfoca a la historia de la empresa italiana Olivetti. Checa-Artasu comenta que la firma conocida por sus máquinas de escribir fue contratada por el gobierno mexicano para hacer el diseño del centro de prensa de los Juegos 0límpicos de 1968.
“En ese momento Olivetti introduce todos los procesos de diseño que en Italia están muy desarrollados en las escuelas y de alguna manera eso es un referente de modernidad que quiere el estado mexicano para las olimpiadas, pero también para las personas que se forman en diseño en el país”, comenta el profesor.
Italianos en México se presentará el 17 de septiembre a las 19:00 horas en la Sala Adamo Boarí del Palacio de Bellas Artes. Checa-Artasu impartirá una conferencia sobre el arquitecto Adamo Boarí el próximo 25 de septiembre en el Archivo Histórico de la Ciudad de México.
El libro sobre la huella de los italianos en el país se puede adquirir en formato digital o impreso en la página de la editorial www.aracneeditrice.it