Venezuela se encuentra sumida en la peor crisis humanitaria de su historia, escasez de alimentos, escasez de medicinas, una población que ya superó los límites del estoicismo, y a las puertas de un estallido social de gran escala.
No solo se ha incrementado el número y el tono de las protestas por la precaria situación que vive la población, sino que, la desesperación, y en algunos casos el oportunismo, han desatado violencia, saqueos y robos, que ya han dejado víctimas fatales.
Además, la economía y los servicios en el país sudamericano se encuentran colapsados, la crisis energética y de transporte lo ejemplifican claramente, así como el franco aumento en la inseguridad.
Por otro lado, Nicolás Maduro se encuentra en la peor crisis particular de credibilidad y legitimidad en su mandato, con una oposición que insiste en el refrendo revocatorio, y una presión internacional que pide un cambio de políticas públicas o un cambio de régimen.
En un giro inesperado de los acontecimientos se ha anunciado el reestablecimiento de las relaciones bilaterales entre Venezuela y Estados Unidos, un acto que se espera vaya más allá de la foto entre John Kerry y Delcy Rodriguez y que impacte realmente la vida de los venezolanos.
Nicolás Maduro, heredero del chavismo tiene muchos frentes abiertos, y hasta el momento, no ha tenido alguna otra solución más que la intimidación, la represión y la aplicación de toda la fuerza del estado a sus opositores.
Las medidas tales como el control y racionamiento de los productos alimenticios, el estricto racionamiento energético, han sido polémicos e ineficientes.
El problema que genera un mayor descontento social entre los venezolanos, más allá de la situación política del país, es la escasez crónica de productos de primera necesidad, como alimentos y medicinas, aunado al dramático derrumbe del poder adquisitivo.
Además de que hay muy pocos o ningún producto en los aparadores de las tiendas, aquellos que aún pueden conseguirse cuestan mucho más que hace algunos años, incluso meses o semanas atrás.
Y la situación, aún está lejos de tocar fondo. Según proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la inflación, que en 2015 fue la más alta en el mundo, con 180 por ciento, podría llegar a 500 por ciento al final del año y a mil 600 por ciento en 2017.
La llamada revolución bolivariana, aquel proyecto político e ideológico que comenzó Hugo Chávez en 1999, se encuentra hoy en riesgo de resquebrajarse, el modelo se agotó, y parece inevitable un cambio en las políticas del gobierno, o bien, un cambio de gobierno.
Descomposición social y represión
En los últimos días, los saqueos, robos y las protestas violentas ocasionadas principalmente por la escasez de comida se han incrementado a lo largo de toda la nación venezolana, además de que son cada vez más constantes.
Según un reporte del órgano independiente Observatorio Venezolano de Violencia, se producen un promedio de 10 intentos de saqueo, y una media de 20 protestas diariamente en Venezuela.
El martes 14 de junio, más de 400 personas fueron detenidas en Sucre, estado que se ubica en el oriente de Venezuela, acusados de saquear comercios en busca de comida. Diputados opositores afirman que un comerciante murió durante los saqueos.
Otro síntoma alarmante del proceso de descomposición social es el aumento de los reportes de linchamiento en el país. Según datos de la Fiscalía General de Venezuela, hasta abril de este año se abrieron 74 investigaciones por linchamiento, 37 de los cuales acabaron en muerte.
Uno de los últimos casos reportados fue el linchamiento de Roberto Josué Fuentes, de 42 años, quien fue señalado como el autor de un robo y fue golpeado, acuchillado y quemado por una multitud en el municipio de Sucre, moriría horas después en el hospital.
En Venezuela, ya se considera de riesgo participar en cualquier manifestación contra el gobierno, contra la escasez. Tan solo en lo que va del mes de junio, tres venezolanos perdieron la vida a consecuencia de la represión en las protestas, según informó la ONG Provea.
La capital, Caracas, se encuentra totalmente sitiada por fuerzas policiales, con las farmacias y centros comerciales custodiados, y la sede de gobierno completamente cercada.
Nicolás Maduro prefiere reprimir cualquier manifestación de descontento antes que ofrecer una solución. La más reciente medida tomada por el mandatario, ha sido la de permitir el uso de armas de fuego para preservar el orden público.
Con el actual panorama social se vislumbra que las protestas sigan incrementando, y, ante la represión que de igual manera está escalando, se corre el riesgo de repetir el escenario de las protestas en 2014, que dejaron un saldo de 42 muertos, más de 400 heridos y casi 2 mil detenciones.
Maduro, contra las cuerdas
Ante el colapso que vive Venezuela, el señalado como el máximo responsable es sin duda, el presidente Nicolás Maduro, heredero de Hugo Chávez, y cuyas políticas económicas han llevado al país en la situación más crítica de su historia.
En 2015, Nicolás Maduro, perdería una batalla política crucial, pues durante la elección parlamentaria, la oposición salió victoriosa, asegurándose una mayoría en la Cámara de Representantes.
Desde esa tribuna, principalmente, los diputados opositores han emprendido una batalla legal, que les permita convocar a un refrendo revocatorio y, de esta forma, sacar a Maduro del poder.
Sin embargo, Maduro, quien aún controla gran parte del aparato político venezolano, ha logrado bloquear el avance del refrendo.
El chavismo ya ha presentado una denuncia ante el Tribunal Superior de Justicia venezolano, acusando a los opositores por ilegalidad en el proceso de recolección de firmas. Es una batalla que aún tiene mucha historia.
Por otro lado, la presión internacional sobre Maduro se ha intensificado en los últimos meses. Primero la amenaza de la aplicación de la Carta Democrática de la OEA, que, aunque al final lograron evitar, sí exhibió la pérdida de fuerza de Venezuela en el organismo.
Por muchos años, la Organización de Estados Americanos, había evitado abordar la situación venezolana, sin embargo, la nueva composición geopolítica en la región, con la caída de Dilma en Brasil, y el fin del kirschenismo en Argentina, dejan a Venezuela sin aliados.
El gobierno de Maduro está orillado a hacer cambios sustanciales en sus políticas económicas, así como en materia de derechos humanos, no solo para evitar su salida de la OEA, sino para poder sostenerse.