El intento del presidente Barack Obama para poner fin a más de dos años de derramamiento de sangre en Siria y su insistencia en la ayuda de Estados Unidos al conflictivo Egipto han puesto al descubierto profundas divisiones en el Congreso. Allí, los grupos que lo apoyan a regañadientes se ven contrarrestados por una fuerte oposición, tanto demócrata como republicana, a una mayor participación militar y financiera del país.
La reacción desigual es en parte un reflejo de la propia trayectoria dubitativa en política exterior del gobierno de Obama en momentos en que intenta resolver el papel de EU en un conflicto cada vez más sectario.
Las opciones que tiene el ejército de EU en Siria, desde armar a grupos contrarios al presidente sirio Bashar Assad hasta establecer una zona de exclusión aérea, conllevan riesgos y cuestan miles de millones de dólares, dijo esta semana el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto, en una evaluación sobria que dio que pensar a los legisladores.
Y esa orientación ha creado un entrecruzamiento inusual de posiciones entre liberales y conservadores en el Congreso, así como entre los legisladores más radicales en términos fiscales y militares, conocidos como “halcones”. Las inclinaciones del Tea Party han dividido a los republicanos que en otros tiempos simpatizaban más con el intervencionismo. Y algunos demócratas que antes sentían aversión por la intervención son más susceptibles a la acción contundente.
Los esfuerzos del Congreso para recortar los fondos para Siria y Egipto fueron sometidos a votación en momentos en que la Cámara de Representantes debate un proyecto de ley de gastos de defensa por 598 mil 300 millones de dólares para el año fiscal que comienza el 1 de octubre. El martes, un panel del Senado aprobó una ayuda a Egipto, pero con condiciones.
Obama se opuso a proporcionar cualquier asistencia letal para los rebeldes de Siria hasta el mes pasado. Su gobierno giró y ahora se apresta a enviar armas a los rebeldes después de conseguir la aprobación de las comisiones de inteligencia del Senado y la Cámara, que se habían negado inicialmente al plan para utilizar fondos encubiertos. (AP)