Estados Unidos es el Estado moderno más antiguo del mundo. Pero también lo es su libertad de prensa. Con 240 años -contados desde la firma de la Declaración de Independencia- el ADN de su tradición democrática tiene un pilar: el periodismo.
Más aún: la prensa se usó como un medio revolucionario de liberación para lograr la Independencia y, desde entonces, quedó indisolublemente ligada con la política.
“Incluso, los Padres Fundadores fueron grandes periodistas. Benjamín Franklin fue un exitoso empresario y editorialista, cuya imprenta distribuyó por años un almanaque político. Mientras que Thomas Paine escribió uno de los panfletos más importantes del movimiento revolucionario: el Common Sense”, comenta el periodista Pablo Majluf, profesor de comunicación y periodismo en el Tecnológico de Monterrey y coordinador de información digital del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).
“La libertad de expresión, pero también la libertad de prensa, es tan importante para el derecho norteamericano que se convirtió en un valor moral, y por eso es la Primera Enmienda escrita en The Bill of Rights”, añade.
Y es que, estos primeros medios cosmopolitas nunca sufrieron de limitaciones ni censura. Este contexto tan particular de Estados Unidos permite observar un fenómeno poco común en otros países: la cultura del endorsement -o respaldo- presidencial, que, desde luego, va de la mano de un lector involucrado y una ciudadanía que sabe discernir.
Desde entonces, y hasta el día de hoy, existe en Estados Unidos una larga tradición de apoyo a las candidaturas políticas, en donde los principales medios del país fijan su postura por el candidato de su elección: no hay periodo más excitante para una redacción norteamericana que el que transcurre entre el endorsement y el día en que se tiene nuevo Presidente para la Oficina Oval.
Una elección anormal
El USA Today es actualmente el diario con mayor circulación en Estados Unidos. Con un tiraje de dos millones 876 mil 568 impresos diarios, su distribución está por encima de periódicos como The Wall Street Journal, The New York Times, o The Washington Post.
En sus 34 años de existencia, por primera vez, la junta editorial del mayor medio de circulación de Estados Unidos decidió fijar una postura para pedir a sus más de dos millones de consumidores una sola cosa: impedir que Donald Trump llegue a la Casa Blanca.
Y es que cuando hablamos de los principales periódicos del país, nos referimos a que, durante esta elección general, 31 periódicos han respaldado a Hillary Clinton; tres al candidato del Partido Libertario, Gary Johnson; y cero al aspirante republicano Donald Trump.
¿Qué tendría que pasar para imaginar un escenario similar en México?
¿Y qué pasaría si la junta editorial de un periódico mexicano fijara pública y abiertamente su preferencia por un precandidato a la Presidencia como lo hacen The New York Times o The Chicago Tribune?
Y en el ejercicio de la prensa al elegir a un candidato, ¿hasta dónde estaríamos incurriendo en la censura y la desinformación -frente al candidato de la oposición- y hasta dónde se estaría ejerciendo la libertad de expresión de un grupo editorial por manifestar su postura?
Pasado de sangre
El control de la prensa en México, contrario a Estados Unidos, siempre lo tuvo el Estado, asegura Majluf.
“En la época colonial: la Iglesia en contubernio con la Monarquía. En la época de Independencia: los caudillos. Después, Benito Juárez y Porfirio Díaz: regímenes bajo los cuales la represión a la prensa fue brutal.
“Pero ninguna fue tan dañina para la libertad como la dictadura que sufriría durante 70 años con el régimen de la Revolución”, afirma el periodista.
En México hay 500 años de medios supeditados al poder. Y así como la prensa y la democracia en Estados Unidos son las más antiguas del mundo, en México pasa al revés.
“Llevamos 19 años de democracia a medias y con medios más o menos libres”, agrega. “Uno de los golpes más duros para la prensa en México ocurrió un 8 de julio de 1976 con el golpe de Echeverría al Excélsior de Julio Scherer”.
En Estados Unidos, eso habría sido impensable.
Y si bien, en la actualidad, los medios nacionales sufren de una fuerte presión por parte de los empresarios, el narcotráfico y los llamados poderes fácticos, las redes sociales vinieron a incomodar al imperio de la censura.
-¿Es posible en México la prensa del endorsement?
“Puesto que hay un pasado histórico de corrupción y autoritarismo, yo creo que habría una reacción de sospecha por parte de la sociedad”, indica Majluf.
Desde luego, agrega, esos medios serían tachados de corruptos y vendidos, pues la ciudadanía se enfrentaría ante lo anormal, ante lo que nunca se ha hecho, pero que tampoco se ha necesitado hacer, ya que antes el apoyo de la prensa era tácito.
Y si bien había una cierta simulación para aparentar que no había ningún apoyo político de los medios hacia el régimen, por eso en ciertas noticias se permitían algunas pequeñas libertades, indica.
“Hay mucho periodismo de entretenimiento, el mismo que en Estados Unidos catapultó la candidatura de Donald Trump a la Presidencia”, reflexiona.
En México sería muy bueno ver un caso de endorsement mexicano, siempre y cuando sea un ejercicio que genere debate, que genere discusión y que la maquinaria política genere tantas ideas y tantos debates que el ambiente esté listo para generar opiniones y posturas.
-¿Qué tiene que cambiar en México?
“En principio, se puede hacer un respaldo de manera abierta y legal en México. Pero tienen que suceder varias cosas, puesto que en México los medios siempre estuvieron al servicio del poder y el gobierno ha sido su mayor contribuidor.
“Primero que nada, la cultura de los medios tiene que madurar. Pero también la agudeza de los lectores. Debe existir una democracia madura para que los políticos no usen a los medios como voceros.”
Actualmente los dueños de los medios mexicanos son empresarios: “Es lógico que ellos van a calcular si salir a respaldar a un precandidato es rentable o no a nivel de audiencia. Y si al hacerlo –más allá de salvaguardar los valores democráticos como sucede con la prensa norteamericana frente a un sujeto como Trump-, más bien, si les va a salir contraproducente en las ventas. Si los empresarios no rentabilizan con un endorsement, no lo van a hacer”, explica.
Dado que en México los medios han vivido por años del dinero oficial y no necesariamente de su audiencia ni de su publicidad, “de ahí que no se ha ya podido generar una prensa independiente o una cultura sana del endorsement”.
“Pero sería muy bueno y controversial que un medio mexicano lo intente. Si pasara, los tiempos son propicios para vivir lo que se está viviendo en Estados Unidos: existe el ambiente para que los medios pesados lo hagan.
“Al menos ya no hay un régimen autoritario y eso es un gran avance. Sólo hace falta que la prensa, la ciudadanía y las instituciones aprovechen la oportunidad que ya está lista en el ambiente”, concluye.