Entre la CIA, Elmo y McAfee
En esta cadena de desafortunados eventos, no solo los tabloides estadounidenses se están relamiendo los bigotes.
Las historias, los detalles, el análisis y el “gossip” –el morbo, pues– brinca del New York Post a The New York Times sin previo aviso.
Entre cada actualización de información, rumores y trascendidos, se asoman detalles que van de lo grotesco a lo ridículo, como si se tratara de un torcido guión hecho a cuatro manos por John Waters y Truman Capote.
Juan Antonio ZertucheEn esta cadena de desafortunados eventos, no solo los tabloides estadounidenses se están relamiendo los bigotes.
Las historias, los detalles, el análisis y el “gossip” –el morbo, pues– brinca del New York Post a The New York Times sin previo aviso.
Entre cada actualización de información, rumores y trascendidos, se asoman detalles que van de lo grotesco a lo ridículo, como si se tratara de un torcido guión hecho a cuatro manos por John Waters y Truman Capote.
En las últimas horas y días, tres casos mantienen sumergida a la sociedad estadounidense pegada a la televisión e Internet, una mezcla de controversias que aunque no tienen una relación directa entre sí, se están peleando –sin querer– la atención de la gente. Cada uno con un impacto proporcional en la esfera de la política, el entretenimiento y la tecnología.
El ‘multiángulo’ amoroso de Petraeus
La historia es tan grande, tan compleja y tan morbosa, que ningún otro suceso ha tomado el centro de atención después de la reelección de Obama.
Quién iba a pensar que la astucia para usar el servicio de correo electrónico Gmail, dejaría al descubierto uno de los enredos amorosos de mayores consecuencias políticas en la historia de Estados Unidos.
David Petraeus, ahora ex director de la CIA, y Paula Broadwell, la amante del condecorado general y su biógrafa, creían que al compartir una cuenta de Gmail, burlarían cualquier sospecha sobre su a aire. En lugar de mandarse correos, ambos usaban una misma cuenta para que esos mensajes no salieran de ahí ni se perdieran en el mundo de la Red. Hasta ahí, bastante inteligente de su parte.
El eslabón perdido de la historia está en la parte en que aparece Jill Kelley, una adinerada asistente social que supuestamente socializaba frecuentemente con militares de alto rango en fiestas que organizaba en su mansión en Florida.
Por alguna extraña razón, Broadwell envío media docena de correos electrónicos “anónimos” en junio a Kelly advirtiéndole que dejara de codearse de esa manera en las altas esferas militares. Kelly se asustó, denunció al FBI los correos “amenazadores” y el resto es historia… una muy rara, por cierto.
Un agente de la FBI tomó el caso y en un giro todavía más raro de las cosas, ese agente se tomó fotografías con el torso desnudo y se las mandó electrónicamente a Kelly (se le conoce como “shirtless agente” o “agente sin camisa”). La identidad del agente no ha sido revelada y por su conducta fue separada del caso.
El FBI, con quien sabe qué técnicas, rastreó y descubrió el origen de los correos electrónicos que recibió Kelly, dio con la cuenta de Broadwell y, en un clara intervención a la privacidad en línea, la agencia descubrió el affaire entre Petraeus y su biógrafa.
Por si fuera poco, otro militar de altísimo nivel aparece en esta historia: el general John R. Allen, el alto comisionado de la OTAN en Afganistán, quien supuestamente envío de 20 a 30 mil páginas de correos electrónicos a Kelly en relación al caso Petraeus (y se ha dicho que “algunos” de esos correos contienen mensajes “inapropiados”).
La historia es tan absurda, que se sabe que Kelly contrató al mismo abogado que defendió a Bill Clinton en el caso de Monica Lewinski.
La historia todavía tiene mucho que dar y quién sabe cuántos puestos más tumbará.
‘Cosquillas’ no tan inocentes
Kevin Clash, de 52 años, es la voz y el titiritero de uno de los personajes infantiles más famosos: Elmo.
Rara vez la persona que está detrás de un “muppet” adquiere mayor protagonismo que el personaje al que le da vida.
Clash volvió a ser el centro de atención de la noticia, pero esta vez de una muy desagradable. Según el sitio TMZ, un joven –que ahora se sabe tiene 24 años de edad– contactó el verano pasado a Sesame Workshop, la organización detrás de la producción de Sesame Street, para reclamar que desde que tenía 16 años había mantenido una relación gay de carácter sexual con Clash.
Se hizo un escándalo. La producción separó a Clash del programa momentáneamente para investigar por su cuenta y de manera independiente el reclamo del joven.
Ayer, Clash declaró que la relación había sido “consentida entre dos adultos”, echando por tierra los rumores por abuso de menores.
Según The New York Times, el joven que lo acusaba aceptó ayer esta declaración de Clash, lo que calmó un poco el escándalo.
Virus en fuga
John McAfee, de 67 años edad, es un excéntrico pionero de Silicon Valley. Tal vez su apellido te suena familiar: fue uno de los primeros programadores de computadora que diseñó un software de anti–virus en la historia, empresa que hoy lleva su apellido.
Pero el sábado pasado su nombre circuló en los medios y no precisamente por una actualización de su software (empresa que abandonó hace más de 15 años): McAfee fue señalado como sospechoso del asesinato de Gregory Faull, un expatriado estadounidense que murió a balazos en el pueblo de San Pedro, en la isla de Ambergris Caye, Belize. McAfee lleva cuatro años viviendo en el país centroamericano.
El empresario se mantuvo desde el fin de semana escondido de la policía, que lo busca para interrogarlo. En ese lapso, concedió una entrevista a la revista Wired en donde reveló que, por increíble que suene, se escondió debajo de la arena por mucho tiempo.
La vida de McAfee ha sido calificada como excéntrica y en los últimos años errática.
Incluso se le asocia con miembros de la mafia de Belice.