Al asumir el cargo como presidente de Estados Unidos, Joe Biden empezó a tener sobre sus manos decenas de retos que debía solucionar, y uno de ellos, sin duda, era el control de armas de fuego.
De acuerdo con el grupo de investigación Gun Violence Archive, este año ha habido 133 tiroteos con armas de fuego en todo el país, casi la mitad de los registrados en todo 2019, con 417; un número que ha ido en aumento desde hace siete años atrás, cuando hubo 269.
Al conocer estos números y los incidentes que diariamente se anuncian en su país, como el del pasado 8 de abril en Carolina del Sur, donde cinco personas perdieron la vida a causa de un tiroteo, el líder demócrata decidió poner un alto.
Por ello, el pasado jueves, Biden anunció diferentes medidas, “concretas e inmediatas”, para intentar frenar “la epidemia de la fuerza armada” en todo Estados Unidos.
“Mi trabajo, el trabajo de cualquier presidente, es proteger a su pueblo. Ya sea que el Congreso actúe o no, voy a utilizar todos los recursos a mi disposición para mantener al pueblo a salvo de la violencia armada (…) Basta de oraciones. Es momento de actuar”, declaró Biden.
De ese modo, el líder demócrata buscará, primero que nada, frenar la proliferación de las llamadas “armas fantasma”, pistolas caseras que pueden construirse a partir de un kit que incluye las instrucciones para tener un arma de fuego en cuestión de minutos.
El presidente desea que este tipo de armas sean tratadas como armas de fuego bajo la Ley de Control de Armas, que requerirá que el vendedor y los fabricantes hagan las piezas clave con números de serie y realicen verificaciones de antecedentes de los compradores cuando decidan adquirir ese paquete.
Asimismo, mientras le pedirá al Departamento de Justicia que publique un nuevo informe anual sobre el tráfico de armas, el cual ayudará a los legisladores a abordar ese problema desde la actualidad, implementará una legislación para incentivar a los estados a promulgar sus propias leyes de bandera roja.
Este tipo de leyes permiten que un miembro de la policía, o algún otro americano, presente una petición ante un tribunal de su jurisdicción y argumente que quiere que se les retire temporalmente a ciertas personas cualquier arma de fuego que puedan poseer porque representan un peligro.
Respecto a estas acciones, la maestra Raquel Saed, académica de la Universidad Iberoamericana y especialista en medios y política estadounidense, comparte que son muy sensatas, pues lo único que quiere Biden es tener más control, saber quién tiene las armas.
“Lo que se pretende es que, si alguien va a ir comprar un arma, le digan: ‘regístrate aquí, vamos a ver que no tengas antecedentes penales, problemas psicológicos o psiquiátricos y regresa en dos semanas’ (…) Lo que se evita con la compra inmediata es que a lo mejor se salve la vida de alguien a quien iban a matar, porque después de esas dos semanas ya no se cometió ese crimen, tal vez, por una cuestión pasional”, comenta la maestra.
Sin embargo, la también catedrática admite que, aunque hay sensatez en la postura del presidente, definitivamente es muy poco probable que logre regular la venta de armas a nivel nacional.
Su desafío: los defensores
Luego de que el presidente Joe Biden anunciara las medidas que buscará implementar para controlar el acceso a las armas de fuego, diferentes personalidades salieron a defender la Segunda Enmienda estadounidense, la cual protege el derecho del pueblo a poseer y portar armas.
Entre esas personas destacan los gobernadores Greg Abbott y Pete Ricketts, de Texas y Nebraska, respectivamente.
“Mi admiración no se quedará al margen y permitirá que el presidente Biden destruya la Segunda Enmienda. Nos levantaremos y lucharemos por los derechos de los habitantes de Nebraska”, señaló Ricketts, detallando que se manifestaba, además, en contra de las leyes de bandera roja.
Ante esto, la académica de la Universidad Iberoamericana comparte que estos argumentos se dan, sobre todo, porque los gobernadores buscan defender su papel frente a sus ciudadanos, quienes, a diferencia de otros norteamericanos, son más libres al uso de armas.
Lo mismo pasa en el Congreso. Por querer defender sus futuras reelecciones, distintos senadores no buscarán votar a favor del control de armas de fuego.
De ese modo, se espera que, aunque las medidas no logren un alcance mayor, el presidente no deje de lado las acciones que desde su lugar puede ejecutar para intentar hacer un cambio por mínimo que parezca.
El otro impacto del control de las armas de fuego
Aunque los retos pueden ser difíciles de afrontar, el gobierno de Estados Unidos, liderado por Joe Biden, está convencido de avanzar en favor del control de las armas de fuego.
Ese objetivo lo tiene claro el líder demócrata no sólo por las personas que han salido heridas y asesinadas en su país por el uso de estas armas, sino también por aquellas que han presenciado esos actos violentos.
El pasado 8 de abril, al levantar la voz por un mayor control de armas de fuego, el presidente aseguró al respecto que la violencia armada ha llegado a afectar incluso a aquellos que nunca han apretado un gatillo o han sido víctimas.
“Esta violencia armada en nuestro vecindario está teniendo un impacto profundo incluso en nuestros niños, en aquellos que nunca han estado involucrados en apretar el gatillo o en ser víctimas”, enfatizó.
Ante esto, el doctor Emiliano Villavicencio Trejo, jefe de Posgrado de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad La Salle, asegura que presenciar un acto violento en el que está involucrada un arma de fuego sin duda puede llegar a ocasionar síntomas como estrés postraumático de algún tipo de ansiedad.
Asimismo, de acuerdo el también académico, el impacto que le genera a la gente presenciar un acto de violencia con arma de fuego es superior a que sea con arma blanca, pues la primera implica una actividad que muy probablemente atente contra la vida del otro.
En ese sentido, Villavicencio Trejo sugiere estar atentos a las personas que han presenciado este tipo de vivencias, pues también pueden llegar a generar otro escenario mental crítico.
Además, admite que quien llega a tener estas armas en casa y no tiene el control legal y psicológico que eso requiere, esa familiarización puede acercarlo a la violencia.
“Poseer un arma de fuego puede fácilmente abrir un camino a su empleo y desde ahí escalar en el tema de la violencia. Es decir, una persona que no tiene un arma de fuego puede pensar dos veces en cometer un acto violento en contra de alguien más, pero alguien que sí la tiene se siente protegida y desde ahí la escalada hacia la violencia puede ser más explicita”, dice el doctor.