¿El fin de la era Merkel?

Un año después de la decisión de Ángela Merkel de abrir Alemania a los refugiados, el partido antimigrante Alternativa para Alemania (AfD) tuvo un éxito electoral significativo dando un golpe al CDU, partido de la Canciller, a un año de las elecciones legislativas.

 

Andrea Montes Renaud Andrea Montes Renaud Publicado el
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de migrantes y refugiados fueron recibidos el verano de 2015 en Alemania
Hay grandes problemas de integración asociados con que una religión como el Islam dé una visión del Estado que es totalmente ajena a la que conocemos en Europa” 
Frauke Petry Líder del AfD

Un año después de la decisión de Ángela Merkel de abrir Alemania a los refugiados, el partido antimigrante Alternativa para Alemania (AfD) tuvo un éxito electoral significativo dando un golpe al CDU, partido de la Canciller, a un año de las elecciones legislativas.

 

Este fin de semana, un partido de tan sólo tres años de existencia obtuvo el segundo lugar en las elecciones regionales de Alemania, en la comunidad de Mecklemburgo, provincia natal de Ángela Merkel, superando por 2 puntos al CDU, en las tierras de la canciller.

 

Lanzado en 2013, el AfD pasó de ser un partido euroescéptico a una formación abiertamente xenófoba co-fundada por tres exmiembros del CDU: Bernd Lucke, un economista opuesto a la política europeísta de Merkel; Konrad Adam, experiodista y autor de varios ensayos, y Alexander Gauland, procedente del ala conservadora del partido.

 

El “partido de los maestros” – apodado así debido a la gran cantidad de maestros de economía que tiene haciendo campaña para una salida del euro -, ofrece un retorno progresivo a la moneda nacional, pues para ellos, la moneda común es nociva para la economía alemana y para las tradiciones democráticas del país.

 

El éxito en los regionales

 

En 2014, el partido hizo sus primeras entradas en los parlamentos regionales en el Este: en Turingia, Brandeburgo y Sajonia y envió a 7 diputados al Parlamento europeo.

 

En julio de 2015, los 3 mil miembros de la AfD eligieron a Frauke Petry al frente del partido, y hoy representa la voz más extrema de la formación. Originaria de la antigua Alemania Oriental, incluso, corteja al movimiento islamófobo Pagida, los patriotas europeos contra la islamización de Occidente. 

 

“Hay grandes problemas de integración asociados con que una religión como el Islam dé una visión del Estado que es totalmente ajena a la que conocemos en Europa”, dijo la líder.

 

Y es que la política de puertas abiertas de Angela Merkel llevó a aumentos masivos del número de inmigrantes y refugiados desde el verano de 2015. 

 

Un millón de inmigrantes fueron recibidos ese verano. Y mientras tanto, la AfD se fue haciendo de la mayoría de los parlamentos regionales con altas puntuaciones: Sajonia-Anhalt (24 por ciento) en 

Baden-Württemberg (15 por ciento) en Renania-Palatinado (20 por ciento).

 

Tercera fuerza política

 

El miedo de millones de alemanes dan una tribuna única a Petry. A finales de enero de 2016, declaró, incluso, que la policía “debía poder utilizar su arma de fuego” contra los migrantes para proteger la frontera entre Alemania y Austria y prevenir la inmigración ilegal. 

 

Y en el último sondeo para las elecciones federales de 2017, el AfD llegó a alcanzar el tercer lugar con el 12 por ciento de los votos, muy por detrás de los conservadores (CDU-CSU 34 por ciento) y los socialdemócratas (SPD 23 por ciento) y un punto por delante los Verdes (11 por ciento).

 

Para Angela Merkel, el golpe de las elecciones del domingo es brutal. Su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU) sufrió un serio revés. Según las primeras estimaciones, el CDU obtendría un poco más del 19 por ciento de los votos, dos puntos por detrás del partido de extrema derecha que logró poco más del 21 por ciento de los votos, y más de 10 puntos por detrás del Partido Social 

Demócrata (SPD), que superó a ambos con el 30 por ciento.

 

Pero este resultado no es realmente una sorpresa. Durante varias semanas, todos los observadores constataron el fuerte impulso del AfD. Y en los últimos días, las encuestas predijeron que el partido de extrema derecha vendría en segundo lugar detrás del SPD, pero antes de la CDU.

 

En tiempos normales, el interés de las elecciones locales celebradas el domingo no habrían tenido lugar, excepto, tal vez, en algún debate de ciencias políticas, pues el Estado federado de Mecklemburgo es ridículamente pequeño, con 1.6 millones de habitantes, y también es el más pobre del país. 

 

Pero el panorama político en Europa está tan polarizado que el caso de estas elecciones se podrían comparar con cualquier otra región de Europa en contienda electoral. Por ejemplo, la región de la Costa Azul francesa, que se ha convertido en un bastión del Frente Nacional, así como Mecklenburg se ha convertido en un bastión de la extrema derecha alemana. 

 

Esto ocurrió, en particular, en el año 2006, gracias a una campaña agresiva del Partido Neonazi (NPD) que había resurgido levantando poco más del 7 por ciento de los votos en la región, lo que le permitió hacer su entrada en el Parlamento regional.

 

Diez años más tarde, el Partido Neonazi abrió paso a su primo más consensual, el AfD fundado por disidentes del Partido Demócrata Cristiano (CDU).

 

Y lo que ayer comenzó como unas pequeñas elecciones locales se convirtió en el voto de castigo en contra de la política de acogida de refugiados de Angela Merkel. Pues a pesar de que ella no estaba en la votación, su política estaba en el centro de la campaña. El resultado es un retroceso sin precedentes para la Canciller. Un desastre real, según el periódico alemán Spiegel, y un ojo por ojo después de su decisión de abrir las fronteras de Alemania a los refugiados varados en Hungría.

 

El domingo, el partido de Merkel registró su peor resultado en la región. Un resultado histórico en dos niveles. En primer lugar, porque por primera vez en la historia política de Alemania después de la reunificación, un partido de ultraderecha suplanta a la democracia cristiana, el partido de todo el pueblo. Y en segundo lugar porque ahora Alemania dispone de eso que nunca había existido desde el final de la Segunda Guerra Mundial: un partido de extrema derecha.

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