El factor Putin
“Seremos nosotros y ellos”, repetía Lenin. Su lejano sucesor también comparte esa visión de un mundo bipolar.
Andrea Montes Renaud
“Seremos nosotros y ellos”, repetía Lenin. Su lejano sucesor también comparte esa visión de un mundo bipolar.
Orgulloso de su política exterior agresiva y su retórica nacionalista, Vladimir Putin, se beneficia de una popularidad récord, a pesar de la prolongada crisis económica que sufre el país, producto de la caída de los precios del petróleo y las sanciones de Occidente, pero que le deberá permitir avanzar serenamente hacia su reelección en 2018.
Adversario declarado de la OTAN, desintegrador soñado de la Unión Europea, profeta de la decadencia de Occidente, autócrata indiscutible, enemigo de la libertad de expresión, autoproclamado defensor de los valores cristianos y promotor de los movimientos populistas europeos, el inamovible inquilino del Kremlin se ha instalado de forma permanente en el cómodo papel de árbitro de conflictos, del cual es él mismo la causa.
Convertido en un modelo para un sinnúmero de políticos de todo el mundo, de un extremo al otro, y que parecen mirar con más y más insistencia del lado de Moscú, el próximo presidente de Estados Unidos heredará una relación con Putin que se hace cada vez más complicada, pues la mayoría de los intentos de disuasión empleados hasta ahora con él, han fallado.
De Heinz-Christian Strache, líder del partido de ultraderecha en Austria, pasando por Marine Le Pen, Viktor Orban, y el candidato republicano a la presidencia, Donald Trump podrían convertirse en los mejores aliado del líder del Kremlin.
Moscú vs. Occidente
La guerra en Ucrania, la intervención en Siria, en el mar Báltico, los ataques cibernéticos, el endurecimiento de las posiciones sobre las armas nucleares… el resurgimiento de Rusia obligará al sucesor de Barack Obama a tomar decisiones contundentes y peligrosas con respecto al factor Putin.
Y es que, las amenazas de confrontación nuclear del presidente ruso y sus provocaciones militares se deben a una larga y compleja relación entre Moscú y Washington, pero que colocan, esta vez, a Estados Unidos y sus aliados ante un dilema peligroso.
La decisión anunciada el pasado 3 de octubre por Moscú de suspender un acuerdo crucial sobre el reciclaje del plutonio como excedente del uso militar y el despliegue en Kaliningrado, en el mar Báltico, aunado a la posesión de misiles que podrían estar equipados con cabezas nucleares, muestran cómo Putin llevó a Rusia a una demostración de fuerza tan nueva, como impredecible.
En este sentido, tanto los líderes norteamericanos como los europeos están cada vez más preocupados por la disposición que muestra el presidente ruso en asumir un conflicto militar y sus amenazas de utilizar el arsenal nuclear.
Escenario complicado
Estados Unidos y sus aliados se enfrentan a un escenario complicado: buscar un contraataque adecuado a las acciones llevadas en los últimos años por Putin, y que van desde la anexión de Crimea y el apoyo aéreo al régimen sirio, hasta la intervención en la elección presidencial norteamericana, en la cual Moscú es el principal sospechoso de las filtraciones de miles de documentos confidenciales.
Pero también, la situación de crisis que enfrenta la UE promueve la aparición de movimientos populistas y soberanistas que se identifican con Putin y su visión del mundo.
Y es que, la estrategia de comunicación del Kremlin tiene definidas sus prioridades: académicos bien establecidos, periodistas, “centros de diálogo”, “centros culturales y espirituales” en otros países que destruyan la idea de una Rusia cerrada.
Pues, sin duda, sería un error afirmar que Putin quiere construir un nuevo muro de Berlín y llevar a cabo una política de aislamiento. Pues lo que estamos viendo no es un intento de restaurar el pasado, sino la creación de una nueva hegemonía a través de una guerra de información.
Guerra Fría 3.0
Oficialmente, Putin aspira a la paz. Pero no a cualquiera.
“Todos queremos reducir la tensión internacional, pero no a costa de nuestro entierro”, explicó recientemente.
Y para evitar el “entierro” de Rusia, Putin alienta cada día un poco más a la confrontación entre el
Oriente y el Occidente. Y con el riesgo de reavivar la Guerra Fría.
Debido a que todos los ingredientes están ahí, el anuncio del nuevo misil intercontinental ruso Satanás 2 y tras las fallidas negociaciones en Siria, la tensión nunca había sido tan alta desde la caída del muro de Berlín. Y dependerá de la próxima elección presidencial del 8 de noviembre, saber si entre Moscú y Washington, pronto se necesitará retomar el servicio del teléfono rojo.
Pues sea quien sea el ganador el próximo martes, el candidato electo será también el heredero de problemas como la intervención de Ucrania y el conflicto en Siria, que seguirán en circulación, ya que una nueva línea se cruzó hace tiempo, pues las autoridades de Moscú no negociarán nada con la administración saliente de Estados Unidos.
Y las quejas contra Estados Unidos, y por lo tanto contra Occidente, son tan graves que este intento de estocada puede ser entendido como una “Guerra Fría 3.0”, habiendo sido la “Guerra Fría 2.0” la que comenzó de facto después de la anexión de Crimea en 2014 y la posterior adopción de sanciones contra las empresas rusas.