A dos años de tomar posesión como primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson está enfrentando uno de sus periodos más delicados, poniendo en riesgo su cargo e imagen política.
Luego de que se dio a conocer que el conservador asistió a una fiesta en mayo pasado, cuando los británicos estaban en confinamiento y él se había recuperado de una hospitalización tras tener COVID-19, las críticas no se hicieron esperar.
Desde medios nacionales como The Sun, hasta políticos como Keir Starmer, del Partido Laborista, aseguraron que el mejor escenario era la destitución del ministro, pues carecía de liderazgo para representar a un país como Inglaterra.
“(Johnson), te conozco desde hace más de 30 años y, a pesar de todos tus innumerables defectos, siempre me has gustado personalmente (…) Pero dirigir al país, de hecho, cualquier país, requiere no sólo de SER carácter, sino de TENER carácter”, escribió para The Sun el editor británico Piers Morgan.
Ante las acciones del primer ministro, el propio gobierno ordenó como medida de represión que se realizara una investigación interna, al mando de Sue Gray, vicesecretaria permanente de la Oficina del Gabinete, a través de la cual expusieran a los organizadores de la reunión, y si existieron otras fiestas dentro de Downing Street.
Se espera que sea a finales de esta semana que Gray dé a conocer los resultados de su análisis, en el cual medios locales prevén que no será solidaria con Johnson ni con los miembros de su equipo.
Otra de las vías que la oposición podría optar para llegar a la dimisión del ministro, es acudir al Comité 1922, un organismo que, según el estatuto del Partido Conservador, está capacitado para organizar una moción de censura contra el líder británico actual.
Para llegar a ese objetivo, es esencial que al menos 15 por ciento de los diputados de dicho comité, envíen una carta de retirada a su director para que la votación de moción se active. Es decir, se esperarían un aproximado de 54 escritos; de lo contrario, la meta no se alcanzaría.
Este nuevo escándalo lideró los medios británicos a sólo un mes de que se diera a conocer que en diciembre pasado se realizó otra fiesta en el 10 de Downing Street a la que acudieron al menos 50 personas.