La amenaza que cierra puertas
Nunca hay precauciones suficientes cuando el temor está presente y para muestra basta observar las últimas acciones del Gobierno de Estados Unidos.
La administración de Barack Obama ordenó el cierre parcial de 19 oficinas diplomáticas en la región de Medio Oriente y el Norte de África (MONA) luego de interceptar un mensaje que le envió el jefe del grupo extremista Al Qaeda a su lugarteniente en Yemen.
Jorge Mireles
Nunca hay precauciones suficientes cuando el temor está presente y para muestra basta observar las últimas acciones del Gobierno de Estados Unidos.
La administración de Barack Obama ordenó el cierre parcial de 19 oficinas diplomáticas en la región de Medio Oriente y el Norte de África (MONA) luego de interceptar un mensaje que le envió el jefe del grupo extremista Al Qaeda a su lugarteniente en Yemen.
En dicha misiva, Ayman al-Zawahri, líder de la red terrorista, le informó a su colega yemení Nasir al Wuhayshi los supuestos planes de ataque en la península arábiga, lo que detonó la alerta el mismo día del cumpleaños número 52 del presidente Barack Obama el domingo pasado.
Ese día, 22 embajadas y consulados localizados a lo largo de MONA –desde Mauritania hasta Bangladesh– fueron cerrados en la denominada “mayor amenaza de los últimos años”.
Las actividades diplomáticas se hubieran normalizado ayer; sin embargo, a través de un comunicado del Departamento de Estado, se dio a conocer la extensión de la medida hasta el próximo 10 de agosto.
La ampliación del operativo coincide con dos sucesos: el fin del Ramadán –mes de ayuno para los musulmanes y uno de los pilares del Islam– y la fuga de cientos de reos de cárceles en Irak, Paquistán y Libia.
El pasado 22 de julio, al menos 500 convictos se escaparon de la prisión iraquí de Abu Ghraib con la ayuda de las fuerzas militares de Al Qaeda.
Una semana después, mil reos huyeron de la prisión Al-Kweifiya, en la ciudad libia de Bengasi.
Ambas circunstancias ponen en peligro la seguridad de Estados Unidos.
La ocupación norteamericana en Irak y el resentimiento generado por el uso de drones para exterminar blancos considerados como terroristas en dicha zona han generado una bomba de tiempo.
En tanto, la situación libia no es muy diferente: con la caída de la Hermandad Musulmana en Egipto, su país vecino, y la presencia de EU en tiempos post-Muammar Gaddafi, el temor de un nuevo atentado como el que ocurrió el 11 de septiembre del año pasado en el consulado de Bengasi es real.
Aunado a lo anterior, este miércoles se cumplen 15 años de los fatales bombazos contra las embajadas estadounidenses en Dar es Salaam, Tanzania, y Nairobi, Kenia.
Corría el año de 1998, en el marco del octavo aniversario de la llegada de las fuerzas estadounidenses a Arabia Saudita, cuando una serie de explosiones en las misiones diplomáticas de EU mataron a 223 personas e hirieron a 4 mil.
La Jihad Islámica se adjudicó el ataque y ubicó ante el ojo de las autoridades al hoy fallecido Osama bin Laden.
Este conjunto de circunstancias obligó a la inteligencia de EU a aumentar los controles de seguridad en las inmediaciones de las embajadas mediante el cierre del tráfico y la instalación de paredes de seguridad para evitar daños en caso de algún estallido.
Aplauden medida
“Cerrar las embajadas fue realmente una decisión inteligente”, reconoció el congresista republicano Michael McCaul, presidente del Comité de Seguridad Doméstica, en una entrevista con ABC.
Un grupo de legisladores celebraron la acción del presidente Barack Obama, ya que consideraron que la amenaza era “creíble, específica” y de las más alarmantes en años.
El cierre de las misiones diplomáticas en diversos países de MONA viene a lavar el “error” de Bengasi.
El 11 de septiembre de 2012, un grupo de personas atacaron el consulado estadounidense de dicha ciudad en Libia.
En el lugar murieron cuatro ciudadanos norteamericanos, incluido el entonces embajador de EU en territorio libio Christopher Stevens.
A unas horas de lo sucedido, Obama dijo que se trató de una protesta que se salió de control.
Y agregó que supuestamente estaba vinculada con las manifestaciones contra embajadas y consulados estadounidenses provocadas por el filme “La inocencia de los musulmanes”, que criticaba el Islam y retrataba al profeta Mahoma como un “desviado sexual”.
El mandatario corrigió tiempo después y aceptó que el hecho fue un ataque terrorista.
Miembros de la oposición argumentaron que Obama no quiso aceptar en su momento la gravedad del asunto para no poner en peligro su reelección en puerta, la cual se confirmó el 6 de noviembre de 2012.
Miembros del GOP –Grand Old Party, como también se le conoce al Partido Republicano– argumentaron que el demócrata trató de ocultar información a la ciudadanía.
Ahora, sus rivales políticos aprobaron las precauciones tomadas en una clara reconciliación con las políticas antiterroristas de la administración de la administración Obama.
Sin embargo, el hecho no quedó libre de suspicacias de la opinión pública, que considera que se exageró la alerta terrorista para así justificar los últimos escándalos de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés).
La NSA quedó expuesta por las filtraciones del exempleado de la CIA Edward Snowden sobre sus programas de monitoreo a cientos de miles de registros telefónicos y de actividad en Internet en EU.
Los esquemas de espionaje estaban enfocados a rastrear terroristas en potencia dentro de las fronteras estadounidenses y así evitar otro suceso como el atentado en el maratón de Boston, perpetrado por los hermanos Dzhokhar y Tamerlan Tsarnaev, dos inmigrantes chechenos con ciudadanía estadounidense.
“Es una completa locura decir que se trata de una conspiración. El Gobierno hubiera sido absolutamente negligente si no hubiera tomado las acciones que tomó”, comentó el domingo el congresista Peter King.
“Soy un republicano, tengo problemas con esta administración en algunos temas, pero ahora están haciendo lo que se necesita hacer”, agregó.