Nicolás Maduro decretó hoy un estado de emergencia económica para enfrentar la guerra económica que según él sufre Venezuela desde sectores de la derecha nacional e internacional.
La Asamblea Nacional tendrá ocho días a partir del lunes para analizar el decreto.
Maduro sigue empeñado en salvar la revolución bolivariana de su finado mentor Hugo Chávez, a pesar de que – en elecciones democráticas – su partido perdió la mayoría en la Asamblea Nacional.
Este parecía un golpe fulminante para el chavismo. El más duro en casi dos décadas, pero el actual presidente ha utilizado todas sus argucias para demorar la alternancia e impedir cambios en el proyecto de nación.
La Suprema Corte de Venezuela declaró inoperante a la Asamblea Nacional, justo cuando la nueva generación de legisladores acababa de tomar protesta, arguyendo que la elección de tres de ellos ya ha sido impugnada.
La Asamblea Nacional no tuvo otra salida que acatar la orden de la Corte y por el momento mantenerse en un impasse, que además de los problemas politiqueros que evidencia, retrasa las reformas que un país inmerso en una severa crisis económica requiere.
El chavismo ha acusado a la oposición de querer gestar un golpe de Estado y echar por la borda las victorias del pueblo. También culpa a Estados Unidos de estar detrás de la desestabilidad económica de Venezuela y sus problemas petroleros.
Ambas afirmaciones tienen argumentos a su favor, pero la terquedad de Maduro ante las fuerzas que se le oponen no es la mejor estrategia para el bienestar de los venezolanos.
Presidente reactivo
Tal vez unos cuantos esperaban que Maduro acataría la derrota con sensatez, cordura y la responsabilidad propia de un estadista. Un gobernante maduro que sabe que ha perdido una batalla ante un adversario que supo organizarse mejor ante las circunstancias difíciles que transitaba su país.
Pero la imagen de un magnánimo Maduro sentado al lado de la oposición para debatir y definir un nuevo camino para Venezuela ha quedado en el olvido o quizá nunca existió en la mente de los más sensatos.
Desde que la Mesa de Unidad Democrática ganó las elecciones el mes pasado con 56 por ciento de los votos y con ello 112 escaños en el Congreso, el oficialismo comenzó a usar artimañas jurídicas para debilitar e incluso intentar inhabilitar a la Asamblea recién electa.
Maduro juramentó a un Parlamento Comunal y antes de que terminara el año designó a varios magistrados. Todo fríamente calculado para poder dar su siguiente golpe.
Después de tres sesiones – la última cancelada por falta de quórum – la Asamblea Nacional está inmersa en un bloqueo institucional que le impide comenzar con sus labores legislativas.
Acuerdos forzados
El decreto de la corte de suspender a tres legisladores tiene el claro objetivo de evitar que la oposición tenga la temida mayoría de dos tercios, con la cual, podrían incluso pedir la destitución de Maduro antes de que termine su periodo presidencial.
La nueva Asamblea Nacional y por lo tanto la oposición no tienen actualmente otra salida que sentarse a negociar con Maduro. Y no necesariamente en igualdad de circunstancias.
La oposición ha reconocido la autoridad del Tribunal Supremo, debido a que su estrategia es mantener un discurso pacífico de respeto a las instituciones.
No obstante, debido a que Maduro controla a la corte, cualquier decisión de la oposición será invariablemente frenada.
Ya ha habido enfrentamientos sangrientos en las calles de Caracas entre los bolivarianos y los opositores al chavismo, sin embargo y por el momento, la victoria de Maduro ha calmado un poco las cosas.
Al momento Venezuela está en un limbo, pero hay una clave que es imposible de olvidar: la crisis económica.
Si la precariedad financiera permanece en las carteras de los ciudadanos venezolanos, la aparente paz que se vive en estos momentos puede, de tajo, romperse y con ello hacer explotar la burbuja chavista que Maduro quiere perpetuar.
La tensión y la falta de acciones concretas pueden traer consigo consecuencias mucho más violentas y nefastas que las que se han visto en los últimos meses.
Por otro lado, en un claro desplante provocador, Maduro presentó su informe anual de labores ante la Asamblea Nacional dando muy malas noticias y culpando a la oposición, que ahora controla el Congreso, de la situación económica de Venezuela.