La huella mortal del hombre

Un millón de especies están en peligro de extinción. Los gobiernos deben realizar cambios profundos para reparar el daño a la naturaleza y evitar la desaparición de seres vivos
Mariana Recamier Mariana Recamier Publicado el
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Uno de los ocho millones totales de especies animales y vegetales del mundo están en peligro de extinción y pueden desaparecer en décadas si no se toman medidas para cuidar y restaurar la Tierra.

La extinción de los animales y plantas también puede afectar los sectores y entornos que necesita el ser humano para su sobrevivencia, advierte un nuevo informe histórico de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios del Ecosistema (IPBES), patrocinado por varias agencias de la ONU y cuyo resumen fue presentado este lunes en París.

El documento muestra que la tasa global de especies extintas ya es por lo menos de diez a cientos de veces mayor que el promedio en los últimos 10 millones de años y se está acelerando.

“La salud de los ecosistemas de los que nosotros y todas las demás especies dependemos se está deteriorando más rápidamente que nunca. Estamos erosionando los cimientos de nuestras economías, medios de vida, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo”
Robert WatsonPresidente de IPBES

Este informe solicita a los gobiernos realizar un cambio profundo para reparar el daño a la naturaleza. Los autores del informe piden utilizar elementos tecnológicos, económicos y sociales para revertir el daño a distintos ecosistemas.

“La naturaleza aún puede conservarse, restaurarse y usarse de manera sostenible, esto también es clave para cumplir con la mayoría de los otros objetivos globales. Nos referimos a una reorganización fundamental de todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales, incluidos paradigmas, objetivos y valores “, dijo el presidente del IPBES.

El documento fue compilado por 145 autores expertos de 50 países en los últimos tres años, con aportes de otros 310 autores contribuyentes y evalúa los cambios en las últimas cinco décadas, proporcionando un panorama completo de la relación entre las vías de desarrollo económico y su impacto en la naturaleza.

El informe está basado en la revisión sistemática de alrededor de 15 mil fuentes científicas y gubernamentales. También se fundamenta en el conocimiento indígena y local, en particular sobre temas relevantes para los pueblos indígenas y las comunidades locales.

El resumen del reporte identifica las especies que son más afectadas. El documento menciona que la abundancia promedio de especies nativas en la mayoría de los principales hábitats terrestres disminuyó en al menos un 20 por ciento, en su mayoría desde 1900.

Más del 40 por ciento de las especies de anfibios, casi el 33 por ciento de los corales reformadores y más de un tercio de todos los mamíferos marinos están amenazados. El panorama es menos claro para las especies de insectos, pero la evidencia disponible respalda una estimación tentativa de que el 10 por ciento está amenazado.

Al menos 680 especies de vertebrados fueron llevadas a la extinción desde el siglo XVI y más del 9 por ciento de todas las razas domesticadas de mamíferos utilizados para la alimentación y la agricultura se extinguieron en 2016, con al menos mil razas más amenazadas.

“Los ecosistemas, las especies, la población salvaje, las variedades locales y las razas de plantas y animales domésticos se están reduciendo, deteriorando o desapareciendo. La esencial e interconectada red de vida en la Tierra se retrae y cada vez está más desgastada”, advierte Josef Settele, uno de los autores principales del informe

El investigador agrega que esa pérdida es la consecuencia directa de la actividad humana y constituye una amenaza directa para el bienestar humano en todas las regiones del mundo.

El reporte, de 1800 páginas, dice que las tres cuartas partes del medio ambiente terrestre y alrededor del 66 por ciento del medio ambiente marino han sido alteradas significativamente por las acciones humanas.

En promedio, estas tendencias han sido menos severas o evitadas en áreas mantenidas o administradas por pueblos indígenas y comunidades locales.

Más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi el 75 por ciento de los recursos de agua dulce ahora se dedican a la producción agrícola o ganadera.

El valor de la producción agrícola ha aumentado 300 por ciento desde 1970 y cada año se extraen en todo el mundo aproximadamente 60 mil millones de toneladas de recursos renovables y no renovables, casi el doble desde 1980.

La degradación de la tierra ha reducido la productividad del 23 por ciento de la superficie terrestre global, hasta los 577 mil millones de dólares en cultivos anuales están en riesgo por la pérdida de polinizadores y entre 100 y 300 millones de personas pueden enfrentar inundaciones y huracanes debido a la pérdida de hábitats costeros y protección.

En 2015, el 33 por ciento de las poblaciones de peces marinos se estaban capturando a niveles insostenibles. Las áreas urbanas se han más que duplicado desde 1992. La contaminación por los plásticos se ha multiplicado por diez desde 1980, más de 300 millones de toneladas de metales pesados, solventes, lodos tóxicos y otros desechos de instalaciones industriales se descargan anualmente en las aguas del mundo.

Además, los fertilizantes que ingresan a los ecosistemas costeros han producido más de 400 “zonas muertas” en los océanos, totalizando más de 245 mil kilómetros cuadrados, un área combinada mayor que la del Reino Unido.

Los principales culpables

Para medir mejor las consecuencias de la actividad humana en el medio ambiente, los autores de la evaluación clasificaron los cinco impulsores directos del cambio en la naturaleza con los mayores impactos globales relativos hasta el momento.

Estos culpables son, en orden descendente: cambios en el uso de la tierra y el mar, explotación directa de organismos, cambio climático, contaminación y especies exóticas invasoras.

El informe señala que, desde 1980, las emisiones de gases de efecto invernadero se han duplicado, elevando las temperaturas globales promedio en al menos 0.7 grados centígrados.

El documento también encuentra que los objetivos globales para conservar y usar la naturaleza de manera sostenible no pueden alcanzarse con las trayectorias actuales. Los objetivos para 2030 y más allá sólo pueden lograrse a través de cambios transformadores a través de programas que aborden cuestiones económicas y sociales.

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