La muerte de un genio

El escritor, dramaturgo, político y comentarista Gore Vidal, cuyas novelas, ensayos, obras de teatro y opiniones se caracterizaron por su ingenio cargado de escasa modestia y sabiduría poco convencional, falleció a los 86 años.

Junto con sus contemporáneos como Norman Mailer y Truman Capote, Vidal pertenecía a la última generación de literatos que también eran celebridades genuinas: figuras de atractivo en programas de entrevistas y en las columnas de sociales, personalidades de semejante talla y atractivo que incluso aquéllos que no habían leído sus libros sabían quiénes eran.

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Vidal pertenecía a la última generación de literatos que también eran celebridades genuinas

El escritor, dramaturgo, político y comentarista Gore Vidal, cuyas novelas, ensayos, obras de teatro y opiniones se caracterizaron por su ingenio cargado de escasa modestia y sabiduría poco convencional, falleció a los 86 años.

Junto con sus contemporáneos como Norman Mailer y Truman Capote, Vidal pertenecía a la última generación de literatos que también eran celebridades genuinas: figuras de atractivo en programas de entrevistas y en las columnas de sociales, personalidades de semejante talla y atractivo que incluso aquéllos que no habían leído sus libros sabían quiénes eran.

Su obra incluye cientos de ensayos, las novela “Lincoln” y “Myra Breckenridge”; la novela de vanguardia “The City and the Pillar”, que figura entre las primeras novelas con personajes abiertamente gay, así como la pieza teatral nominada para los premios Tony “The Best Man” reestrenada en Broadway en 2012.

Era millonario y famoso y comprometido a exponer un sistema a menudo dirigido por hombres a los que conocía de cerca. Durante los días de Franklin Roosevelt, uno de los pocos líderes a los que Vidal admiró, se le habría considerado “traidor a su clase”. Los verdaderos traidores, hubiera respondido Vidal, eran los defensores de su clase.

Sin embargo, él era muy admirado como un pensador independiente —en la tradición de Mark Twain y H.L. Mencken— sobre literatura, cultura, política y como le gustaba llamar a las cuestiones básicas relacionadas al sexo. Criticó a políticos, vivos y difuntos; se burló de la religión y de la mojigatería; se opuso a las guerras desde Vietnam hasta Irak e insultó a sus contemporáneos como ninguno.

En el mundo que hubiera preferido, Vidal hubiera sido presidente o quizás rey. Tenía un porte de aristócrata —alto, apuesto y sereno— y el tono de mandato imperativo para llamara a un ayudante o a un cortesano, pero Vidal se ganó la vida — una muy buena vida— desafiando al poder, no ostentándolo.

 

Sus cuatro frases clave

“La política es el mundo de los espectáculos para gente fea”.

”Somos Estados Unidos de Amnesia, no aprendemos nada porque no recordamos nada”.

”La mitad de los estadounidenses nunca lee un periódico. La mitad nunca vota para presidente. Uno espera que sea la misma mitad”.

“Para el momento en que un hombre llega a ser presidente, ya ha sido comprado más de diez veces”.

Fuente: AP.

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