El 7 de octubre de 2012, día de elecciones presidenciales en Venezuela, Mario Vargas Llosa anticipó: “Cualquiera que sea el resultado que arrojen las urnas (…) el candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski, habrá obtenido una gran victoria y, a menos que lo hagan matar, será más pronto o más tarde el sucesor del comandante Hugo Chávez como presidente”.
El pasado fin de semana, el premio Nobel de Literatura hizo una crítica post mortem titulada “La muerte del caudillo”, en donde cuestionó el intervencionismo en América Latina y fijó su postura hacia los nuevos contrincantes.
Duda de Maduro
Aunque las palabras del escritor no son nuevas, surgen en un contexto interesante.
Capriles demostró en la campaña pasada su capacidad de movilizar masas, mientras que Nicolás Maduro pondrá a prueba a los chavistas.
En su columna para el diario La República, el peruano aseguró que “ese híbrido ideológico que Hugo Chávez maquinó, llamado la revolución bolivariana o el socialismo del siglo XXI, comenzó ya a descomponerse.
“Y desaparecerá más pronto que tarde, derrotado por la realidad concreta, la de una Venezuela, el país potencialmente más rico del mundo, al que las políticas del caudillo dejan empobrecido, fracturado y enconado, con la inflación, criminalidad y la corrupción más altas del continente”, escribió.
Argumentó que “el pueblo venezolano parecía aceptar este fantástico despilfarro contagiado por el optimismo de su caudillo, pero dudo de que ni el más fanático de los chavistas crea ahora que Nicolás Maduro (a cargo de la presidencia) pueda llegar a ser el próximo Simón Bolívar”.
“No hay que dejarse impresionar demasiado por las muchedumbres llorosas que velan los restos de Hugo Chávez; son las mismas que se estremecían de dolor y desamparo por la muerte de Perón, de Franco, de Stalin, de Trujillo y las que mañana acompañarán al sepulcro a Fidel Castro”, agregó.