Muchos liberales piensan que la Ley de Asistencia Asequible – Obamacare – no es popular sólo porque la mayoría de los estadounidenses no la entienden.
En esto hay algo de verdad: los estudios muestran que las disposiciones fundamentales del proyecto de ley son más populares que el proyecto en sí mismo. Pero también hay una razón arraigada a la realidad por la que muchos estadounidenses se preocupan por la Obamacare: su costo.
La mayoría de los estadounidenses tienen asistencia médica. Lo que les preocupa es el costo de asegurar de 20 a 30 millones de personas más.
A menos que el ascenso de los costos del cuidado de la salud se haga más lento, la gran expansión de la cobertura podría no ser popular, sin importar cómo se explique.
Las alternativas de los republicanos a la Obamacare, como el plan de Paul Ryan, no se preocupan por la expansión de la cobertura.
Esto es un error porque dejan en su lugar un modelo de seguro roto del que la gente se puede aprovechar. Pero la mayoría tiene una estrategia para controlar los costos: lograr que los consumidores paguen la mayor parte de su atención médica.
La idea básica es intuitivamente atractiva. Los mercados producen la eficiencia; cabe suponer que harían lo mismo con el cuidado de la salud.
Sin embargo, la situación en el terreno sugiere que en este ámbito los mercados funcionan de manera imperfecta. Un nuevo estudio realizado por la compañía farmacéutica Novartis y McKinsey & Company muestra una diferencia asombrosa entre los países en lo que respecta a la eficiencia de la salud.
A modo de ejemplo: En Francia, las tasas de tabaquismo son más altas que en Estados Unidos, por lo que la población francesa tiene mayores tasas de enfermedades pulmonares.
Sin embargo, el sistema francés puede tratar la enfermedad de forma más eficaz que Estados Unidos, con niveles de gravedad y mortalidad tres veces más bajos. Y sin embargo, Francia gasta ocho veces menos en tratamientos por persona de lo que gasta el sistema estadounidense.
O pensemos en Gran Bretaña, que maneja la diabetes con mucha más eficacia que Estados Unidos, gastando menos de la mitad de lo que se gasta aquí por persona. El estudio concluye que el sistema británico es cinco veces más productivo en el manejo de la diabetes.
Para ser justos, hay un caso en el que Estados Unidos funciona mejor: en la lucha contra el cáncer de mama, donde la detección precoz y el fácil acceso a un tratamiento avanzado contribuyen a que el país sea el lugar más eficaz para hacer frente a esa enfermedad.
Pero, sobre todo, el cuidado de enfermedades más eficaz proviene de países con costos mucho más bajos.
Para entender mejor el asunto, conversé con Daniel Vasella, médico y presidente (ex director ejecutivo) de Novartis. También es francamente pro mercado y pro estadounidense, lo que lo ha convertido en un blanco de numerosas críticas en Europa.
Vasella destacó que no existe un modelo único que funcione mejor, pero explicó que Francia y Gran Bretaña son mejores en la lucha contra las enfermedades pulmonares y la diabetes debido a que adoptan un enfoque sistémico que da incentivos a todos los profesionales de la salud para centrarse en la detección temprana y en un tratamiento eficaz en cuanto a los costos, y eso hace que la meta sea el bien común.
“En Estados Unidos”, dijo, “nadie tiene incentivos para hacer que la meta sea resultados rentables y de calidad. Hay muchas partes interesadas y cada uno quiere protegerse a sí mismo. Alguien tiene que preguntar, ¿cuáles son los elementos críticos para aumentar la calidad? Eso es lo que vamos a pagar, nada más”.
Le pregunté si la enseñanza que nos deja es que sólo el gobierno puede producir todo el sistema de mejoras. Y me respondió lo siguiente “como defensor del mercado libre me duele decir esto, pero en este caso tienes que tener (la) Ley del Gobierno.
La atención sanitaria es muy compleja. Sólo a nivel sistémico se puede averiguar lo que funciona mejor basado en la evidencia, y qué procedimientos y tratamientos no valen la pena”.
Los economistas a menudo han escrito acerca de “la asimetría de información”, área en la que los consumidores no son lo suficientemente expertos como para poder determinar qué producto es el mejor.
La evidencia demuestra, cada vez más, que esto es cierto para la salud. Después de todo, los consumidores eligen libremente la decisión de fumar, comer comida chatarra y renunciar a la atención preventiva; factores que muy probablemente les produzca enfermedades, los obligue a subir sus costos de atención médica y a reducir su calidad de vida.
Habiéndonos gastado la mayor parte del dinero es poco probable resolver la crisis de los costos en el cuidado de la salud.