La resistencia de las madres de la Caravana migrante

Los integrantes de la Caravana de madres de migrantes centroamericanos desaparecidos buscan a sus hijos en México. Las familias piden que el gobierno mexicano respete los derechos de los migrantes y asuma su responsabilidad en las desapariciones
Mariana Recamier Mariana Recamier Publicado el
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Tres mujeres centroamericanas comparten el nombre y su misión. Ana Cecilia Turcios, Anita Zelaya y Ana Enamorado tienen en común que buscan desde hace más de cinco años a sus hijos, jóvenes que migraron para encontrar mejores oportunidades, pero nunca llegaron a su destino. Turcios, Zelaya y Enamorado son integrantes de la decimoquinta Caravana de madres de migrantes centroamericanos desaparecidos, un grupo de 38 padres y madres que pretenden recorrer 13 estados mexicanos del 15 de noviembre al 3 de diciembre para buscar a sus hijos migrantes.

Anita, la única de las tres que fue registrada con un nombre en diminutivo, es una mujer salvadoreña que busca a su hijo Rafael Alberto Rolín Zelaya desde hace 17 años.

“Tenía 23 años cuando salió el 2 de mayo de 2002. Lo último que supe de él es que estaba en la casa del pollero y me dijo ‘mamá, avisale a mi sobrina para que le pague al pollero’. Me dijo que el martes llegaba, pero nunca lo hizo”, describe la madre salvadoreña que tiene 62 años.

Desde entonces, Anita busca a su hijo en México con la ayuda de organizaciones que defienden los derechos de los migrantes y el apoyo de otras mujeres que participan en las caravanas.

La salvadoreña decidió participar en los actuales recorridos por México porque en años anteriores encontró algunas pistas que le brindaron esperanza.

Anita narra que cuando comenzó las investigaciones para encontrar a su hijo le llamaron para decirle que habían encontrado en el desierto restos de una persona con características similares a las de Rafael, pero las pruebas de ADN resultaron negativas.

En la caravana de 2013, la mujer salvadoreña visitó institutos penitenciarios, entre ellos el Centro de Reinserción Social (Cereso) número 3. En ese lugar, las personas que se encontraban presas le dijeron que habían visto a su hijo e incluso la encargada del registro aseguró que el joven había estado detenido ahí, pero nunca logró localizarlo porque el sistema de búsqueda no permitía hacer rastreos con fotografías.

“No hubo un seguimiento porque cuando me permitieron entrar al sistema que tienen ellos me di cuenta que no hay búsqueda con fotografía, solo con nombre y nacionalidad. Los polleros obligan a que la gente cambie el nombre y la nacionalidad y ese es uno de los impedimentos fuertes para encontrar personas en cárceles”.

Anita ha hecho de todo para encontrar a su hijo. Además de buscarlo en centros de detención e incluso entre restos humanos, la salvadoreña interpuso una denuncia en la Procuraduría General de la República y su caso se encuentra dentro del Mecanismo de Apoyo Exterior de Búsqueda e Investigación (MAE), pero considera que este órgano y su agregaduría no funcionan.

“Cuando llegan a nuestros países quieren que nosotros les digamos qué noticias tenemos, pero quienes conocen el terreno son ellos. A veces quieren que hasta les hagamos croquis de los lugares donde encontramos los coyotes”.

La mujer salvadoreña agrega que no percibe que exista un trabajo de campo en las investigaciones del gobierno mexicano y que los funcionarios del MAE y otros organismos de búsqueda no salen de sus escritorios.

La insensibilidad de los gobiernos es el muro más fuerte que hemos encontrado porque nos hacen promesas y llenan papeles y los engavetan como si nosotras viniéramos a vacacionar
Anita ZelayaMujer salvadoreña que busca a su hijo

Ella y el resto de las integrantes de la caravana creen que sus hijos están vivos porque son muchas las razones por las que pueden perder contacto con sus familias.

“La violencia que vivimos ahora en nuestros países hace que haya cambios en los números telefónicos constantemente y que las familias se muevan en el interior del país. Es por eso que los migrantes no tienen manera de comunicarse”.

Ante la posibilidad de encontrar a su hijo con vida, Anita pide que el gobierno mexicano se involucre más en los mecanismos de búsqueda, respete los derechos de los migrantes y no obstaculice el trabajo de las organizaciones no gubernamentales que acompañan a las madres de desaparecidos.

Como en años anteriores, la salvadoreña y el resto de integrantes de la caravana buscarán a sus hijos en centros penitenciarios, albergues y espacios públicos.

En homenaje a los quince años de búsqueda de la caravana, el lema de esta edición es “resistencia activa” y uno de sus propósitos es enlazar a las organizaciones emergentes de familiares que comparten la lucha por encontrar a sus seres queridos.

“El lema de la caravana este año es Resistencia activa porque a pesar del dolor que nosotras vivimos por la ausencia de nuestros hijos, la incertidumbre y conocer todas las violaciones de derechos humanos que se dan en este país, nos mantenemos activas en la lucha y queremos tocar la raíz del problema para que se minimice este flagelo que nos enerva el corazón”.

Al contrario de Anita, Ana Cecilia Turcios participa por primera vez en la Caravana de madres este año. Se trata de una mujer hondureña que busca a su hijo Aaron Eleazar Carrasco Turcios desde que dejó de comunicarse con ella el 26 de abril de 2012 tras dejar su casa en el departamento hondureño de Choluteca y viajar a buscar oportunidades laborales en México.

Aaron emigró de Honduras el 26 de marzo de 2012 sin contratar los servicios de nadie para que lo ayudara a cruzar las fronteras. Tenía 23 años y cada que pisaba una ciudad nueva se comunicaba con su madre.

“Iba para el norte porque nunca encontró trabajo en nuestro país. Desde que llegó a Guatemala se comunicó conmigo y lo mismo hizo en Chiapas, Veracruz y Nuevo Laredo. En Nuevo Laredo reparó carros como quince días con un señor que se llama Ernesto Romero Romero”, narra la mamá de Aaron.

En las primeras horas del 26 de abril, el joven habló vía telefónica con su hermano para pedirle que le enviara mil dólares para pagarle a alguien que iba a pasar personas hacia Estados Unidos a las 4 de la mañana.

“Mi hijo no tenía dinero para ayudar a su hermano y esa fue la última comunicación que tuvimos con él”.

Aunque no ve a su hijo desde hace siete años, Ana mantiene la esperanza porque en sus primeros días en México encontró información que la puede ayudar.

En Tapachula me dijo un muchacho que lo había visto hace cuatro años. Nosotros consideramos todas las pistas para ir en busca de ellos y eso ayuda a tener fe y seguir en la lucha
Ana Cecilia TurciosMujer hondureña que busca a su hijo

Primeros logros de la Caravana de Madres

La tercera madre se llama Ana Enamorado, participó en siete de las quince Caravanas de madres y desde hace nueve años busca a su hijo Oscar Antonio López Enamorado, pero ella prefiere hablar de los logros de la agrupación porque la motivan en la búsqueda.

“Hemos localizado con vida a más de 300 personas. Eso nos motiva mucho para seguir trabajando en apoyo a las familias y en la búsqueda de mi hijo”.

Enamorado añade que en los quince años de la Caravanas de madres ha incrementado la violencia en México y con ella las desapariciones de personas en situación de migración. Además, asegura que el gobierno mexicanos es negligente ante estos casos.

“No queremos que justifiquen sueldos a costa de nuestro dolor, queremos que hagan su trabajo. Hay fiscalías para migrantes que no hacen nada porque saben que las familias están lejos y desde otros países no se puede hacer mucho”.

El grupo que cruzará el país estuvo en Chiapas del viernes al lunes pasado y el próximo miércoles llegará a Coatzacoalcos, Veracruz. También visitará los estados de San Luis Potosí, Nuevo León, Querétaro, Puebla, entre otros.

Los integrantes de la caravana pasarán algunos días en Ciudad de México a partir del 27 de noviembre para reunirse con otras familias de migrantes desaparecidos y presentarán sus peticiones a las autoridades mexicanas el 29 del mismo mes.

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