Para muchos parace que hubiera llegado el momento de decir un Kadish –la tradicional oración judía para los muertos- por la idea de un Estado palestino que viva junto a Israel en paz.
La actividad de asentamientos israelíes continúa. De hecho, en un bizarro y tortuoso intento de lógica, un reciente informe de un comité creado por el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, recomienda sancionar a la actividad israelí.
El movimiento nacional palestino está profundamente dividido entre Fatah y Hamas, los partidos gobernantes rivales, y se asemeja a una verdadera arca de Noé, con dos de todo: mini estados; constituciones, primeros ministros, servicios de seguridad o proveedores de fondos.
Y la Autoridad Palestina controlada por Fatah está demasiado ocupada en estos momentos tratando de decidir si desenterrar o no los restos de una entidad verdaderamente muerta –Yasser Arafat– en un esfuerzo por averiguar la causa de su fallecimiento.
Mientras tanto, en el planeta Tierra, Israel –dirigido por el gobierno de la unidad más profunda en su historia– se unifica en torno a un acuerdo de coalición que garantice el enfoque de no hacer nada sobre este tema, por lo menos, durante el próximo año.
En cuanto al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se puede decir que está ocupado.
Y por ello no muestra mucho interés por entrar en una pelea con un obstinado primer ministro israelí por una idea cuyo tiempo –por decirlo suavemente– todavía no ha llegado.
Sin embargo, la esperanza es eterna. Nadie debería estar realmente preocupado por la desaparición de la solución de los dos estados.
Esta puede vivirse incluso como una realidad si los israelíes y los palestinos se propusieran alguna vez en serio pagar el precio de la negociación de una solución. Y aquí están cinco razones de por qué.
1. Statu quo insostenible
A diferencia de un acuerdo con Siria sobre los Altos del Golán, la ausencia de un acuerdo con los palestinos siempre ha llevado a un costo real.
Basta con comparar el número de israelíes y sirios que han muerto como resultado del conflicto con el número aquellos muertos a manos unos de otros de 1967 en adelante. Benjamín Franklin tenía razón: la proximidad engendra niños, pero también desprecio.
Eso no quiere decir, que israelíes y palestinos estén listos para un acuerdo o que la solución de los dos estados se logrará.
Sin embargo, la búsqueda continuará interminablemente – a veces en serio, a veces no – como la búsqueda del Santo Grial, los avistamientos de Elvis y la búsqueda de signos de vida en otros planetas.
2. La opción menos mala
La democracia es la peor forma de gobierno, excepto para todos los demás, dijo el famoso Winston Churchill.
Y él también sabía algo acerca de Palestina. Su lógica es relevante. En el departamento de solución -y, créanme en esto, los departamentos de soluciones en las capitales de todo el mundo no van a dejar de intentar una para Palestina- dos estados constituyen en gran medida el resultado menos objetable.
No es que sea un problema, pero tampoco está libre de riesgo. Pero las otras alternativas, como la ilusión del estado único, la opción de Jordania, la anexión de Israel y la opción del status quo, son mucho peor.
3. La política israelí lo exige
El hecho de que Netanyahu no pueda estar todo lo suficientemente interesado para llevar a cabo una negociación seria que condujera a un estado palestino independiente, no significa que otros políticos israelíes no lo estén.
De hecho, en su propio gobierno, el primer ministro está rodeado de aquellos que han intentado llegar a un acuerdo (el ministro de Defensa, Ehud Barak) o que quieren hacerlo (el viceprimer ministro, Shaul Mofaz).
La reciente absolución de Ehud Olmert, un ex primer ministro que ofreció condiciones mucho más favorables al líder palestino Mahmoud Abbas en 2007 y que en 2008 convenció a Barak para firmar los acuerdos de Camp David, abre en el año 2000, la posibilidad de un retorno serio de la idea de los dos estados a la escena política israelí.
Pero no son sólo los políticos. Recientes encuestas de Israel continúan mostrando altos niveles de apoyo a la solución de los dos estados entre el público nacional.
En este momento, no hay urgencia. El gobierno de unidad nacional refleja una mentalidad del tipo “no queremos ser molestados con el proceso de paz” y se enfoca en los asuntos domésticos.
Pero el hecho de que el conflicto palestino-israelí se encuentre en una de sus fases manejables y menos urgentes no debe enmascarar el hecho de que esta etapa puede terminar o que los israelíes están preocupados por la crítica internacional a la ocupación.
Israel necesita una contranarrativa, una visión alternativa. Y con todos sus defectos, eso lo proporciona la solución de los dos estados. Los israelíes necesitan la idea de los dos estados para sí mismos.
4. Los palestinos están atrapados en la idea
Ignore toda charla sobre la posibilidad de que los palestinos abandonen a la Autoridad Palestina, devuelvan las llaves a los israelíes o trabajen activamente por un estado.
Los palestinos están atrapados en el paradigma de dos estados, y ellos lo saben. Desde 1994, cuando el Acuerdo Gaza-Jericó permitió a Arafat regresar a Ramallah, los palestinos han estado construyendo las instituciones y la infraestructura de su supuesto estado con la aquiescencia y con frecuencia, con el apoyo a regañadientes de Israel y de la comunidad internacional.
Es una apuesta, sin duda, pero que se basa en una línea de una de las mejores películas de Kevin Costner, “Field of Dreams”: “Constrúyelo, y – quién sabe– tal vez vendrá”.
Lo cual no quiere decir que los palestinos sean optimistas. Toda una generación de jóvenes palestinos en Cisjordania y en Gaza, que han crecido con la ocupación israelí, lo han hecho también con el extraño fenómeno de la construcción del Estado Palestino.
Pero he aquí una profunda ambivalencia. A principios de este año, el encuestador palestino Khalil Shikaki encontró que el 45 por ciento de los palestinos cree que su primer objetivo y el más importante es poner fin a la ocupación israelí y crear un Estado palestino.
Sin embargo, al mismo tiempo, el 68 por ciento de los encuestados consideró que las posibilidades para el establecimiento de un estado en los próximos 5 años son casi inexistentes.
5. Demasiado grande para fracasar o para tener éxito
Sin ilusiones y esperanza, tal vez no hay vida. Un estado palestino no puede nacer, pero es poco probable que muera en el corto plazo.
Demasiadas personas en demasiados lugares tienen un interés en mantener viva la idea y en trabajar para hacerla realidad. No hay que olvidar que estamos hablando de la Tierra Santa: Jerusalén sigue siendo el centro del mundo para millones de musulmanes, cristianos y judíos.
Muchas personas se preocupan por este tema y simplemente no están dispuestas o no pueden admitir que la paz en la tierra prometida no sea posible.
A pesar de mi visión negativa, los ‘solucionistas’ de todo el mundo no van a dejar esto de un día para otro.
Eso incluye a Barack Obama, que dos días después de tomar posesión nombró a un enviado presidencial para trabajar en el problema.
En caso de ser reelegido, el presidente de Estados Unidos no será capaz de resistir a jugar el rol de pacificador.
El proceso de paz es como el rock and roll: nunca va a morir. Y estará de regreso.