Ya no es un secreto. En Estados Unidos es un privilegio ser blanco. Y el ejemplo más claro es el reciente levantamiento en armas de una milicia clandestina en Oregón.
El FBI tardó más de tres semanas para retomar el control de un grupo, que de haber estado formado por afroamericanos o musulmanes hubiera sido tachado de terrorista y abatido de inmediato.
Una semana antes de que los comandos tomaran el control de una reserva ecológica en el Oeste de Estados Unidos, en Ohio – del otro lado del país – un gran jurado exoneraba a los dos policías de Cleveland que habían matado a tiros a Tamir Rice, un inocente niño de 12 años.
En Cleveland los ciudadanos son libres de portar armas e incluso de hacerlo a la vista de todos. El pequeño Rice simplemente jugaba apuntando con una pistola de juguete a las personas que visitaban el parque.
En cuestión de minutos, los dos policías temieron por su seguridad y decidieron quitarle la vida a tiros al niño afroamericano, el pasado noviembre.
Ante la decisión del jurado hubo movilizaciones de la asociación Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan), condenando la violencia desproporcionada que existe ante las minorías raciales por parte de las autoridades, la cual contrasta con la relativa tolerancia que existe para los criminales blancos.
Tolerancia para los caucásicos
A principios de enero cien hombres armados entraron a un edificio federal en Oregón y lo tomaron bajo su control. El grupo era liderado por Ammon Bundy y protestaban por el enjuiciamiento de dos rancheros locales.
A pesar de estar apropidamente armados y entrenados para impedir la ocupación ilegal del inmueble, la policía local no se resistió. No hubo gases lacrimógenos, no se hicieron arrestos ni tampoco se hizo un solo disparo. Todo un éxito para los Bundy.
A la par de la impunidad en el caso de Tamir Rice o la creciente ola de islamofobia, los eventos de Oregón no desataron reacciones viscerales de personas llamándolos terroristas o criminales, aunque por definición pertenecieran a este último grupo, ya que actuaban al margen de la ley.
El silencio de los medios y de las autoridades da por hecho que una persona de raza blanca, armada no es un peligro inminente y además puede romper la ley sin que haya oposición inmediata en su contra. Las sentencias absolutorias en el caso de Tamir Rice suman argumentos a esta visión.
La represión que sufren (y han sufrido a lo largo de los años) las protestas de las minorías raciales – incluso las pacíficas – señala puntualmente que el levantamiento en Oregón es un ejemplo claro del privilegio del que gozan los blancos en Estados Unidos y de las desventajas que las minorías tienen que sortear.
Unos son patriotas, los demás son terroristas. A unos se les da la oportunidad de negociar con la policía, los segundos son ejecutados a discreción.
Es simplemente el color de la piel lo que decide en que bando se ubica estos hombres y a sus pistolas.