Los esclavos no se van
Luiz Pinto parecía estar en todas partes en el patio de su casa familiar cuando los comensales terminaban de comer el cerdo con frijoles y una banda empezaba a tocar samba.
Para Pinto y su familia, era más que una fiesta. Con la recaudación de fondos de ésta, trataban de salvar el conjunto de casas de ladrillo y cobertizos en medio de la selva tropical costera que ellos ocupan desde hace más de un siglo, pero que nunca fue legalmente suyo.
Sus antepasados, esclavos fugitivos, llegaron al lugar y se ocultaron en una cueva cercana.
APLuiz Pinto parecía estar en todas partes en el patio de su casa familiar cuando los comensales terminaban de comer el cerdo con frijoles y una banda empezaba a tocar samba.
Para Pinto y su familia, era más que una fiesta. Con la recaudación de fondos de ésta, trataban de salvar el conjunto de casas de ladrillo y cobertizos en medio de la selva tropical costera que ellos ocupan desde hace más de un siglo, pero que nunca fue legalmente suyo.
Sus antepasados, esclavos fugitivos, llegaron al lugar y se ocultaron en una cueva cercana.
Desde entonces, la zona circundante se ha convertido en una de las más exclusivas de la ciudad, y tanto los sucesivos gobiernos como los vecinos han reclamado el desalojo de la comunidad Sacopa.
“Mis abuelos llegaron aquí como fugitivos”, dijo Pinto. “Este lugar es mi vida, mi paz de espíritu, mi identidad. Nací aquí y moriré aquí”.
Mejoran sus derechos
Al mismo tiempo, crecen los esfuerzos para promover los derechos de los negros en una sociedad con una de las mayores poblaciones de origen africano, sólo superada por la de Nigeria.
Durante generaciones se negó oficialmente que hubiera racismo en el país, pero sólo ahora el gobierno federal empieza a promover la cultura negra nacional en las escuelas y en los programas sociales.
Una ley de 2010 prohíbe la discriminación racial e intenta reducir las brechas raciales en riqueza y oportunidades.
La presidenta Dilma Rousseff aprobó este año un programa para alentar los estudios universitarios mediante el cual se espera elevar la cifra de estudiantes negros de 8 mil 700 a 56 mil en los próximos 4 años.
A pesar de estos avances, en abril el municipio de Río de Janeiro prohibió a Sacopa la realización de fiestas para recaudar fondos porque los vecinos se quejaron del ruido.
Pero semanas atrás, Sacopa obtuvo una victoria cuando el concejo municipal designó el terreno como área de “interés cultural especial” a pesar del veto del alcalde. Con ello, pudieron reanudar sus reuniones tradicionales, en las que recaudan dinero para pagar a los abogados.
Derecho a la tierra
Brasil les garantiza a esas comunidades el derecho a la tierra y los beneficios que éste conlleva. Pero eso no significa que el derecho es reconocido o que sea fácil obtener el título de propiedad. La burocracia, los conflictos sobre tierras y la escasez de recursos gubernamentales imponen largas esperas.
“Esto es un gran salto”, dijo el antropólogo Jan French, que estudia los quilombos en Brasil. “Hay movimientos y personas empeñados en lograrlo, pero el gobierno brasileño también está empeñado en lograrlo”.
El gobierno federal ha reconocido mil 983 quilombos, y un millar y medio están pendientes de la certificación.
De los quilombos reconocidos, apenas una pequeña proporción han recibido los títulos de propiedad. Desde entonces se han agregado otros 3, pero antes de recibir sus títulos los quilombos pueden obtener beneficios como atención médica y ayuda para reparar viviendas, calles o iniciar negocios.
En 2004, los residentes de Sacopa recibieron la protección oficial para su terreno, pero aún les falta el título.
Givania Maria da Silva, coordinadora de los títulos de quilombos para la agencia federal de reforma agraria, dijo que la jurisprudencia en la materia es relativamente reciente y la aplicación de nuevas normas suele traer complicaciones, sobre todo con los quilombos urbanos cuya tierra vale más.
Aunque muchos cuestionan los derechos de los quilombos de reclamar tierras, según French, “Es un gran cambio de mentalidad”. (AP)