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“El lugar más feliz del mundo”, Disneyland, se convirtió el mes pasado en el epicentro del peor brote de sarampión en California de los últimos 15 años.
En la prensa de Estados Unidos (EU), hay un consenso de quienes son los culpables: un grupo de padres que realizan un movimiento en contra de las vacunas porque creen que estas causan autismo o retraso mental en sus hijos.
Aunque no hay información científica que respalde esta creencia, la ley de California permite a los padres no vacunar a sus hijos si ellos tienen “la convicción personal” de que estas pueden ocasionar efectos dañinos.
Pero el daño ya está hecho: los medios reportan más de 62 casos de sarampión confirmados en California y otros más en Colorado, Utah, Oregon, Washington y hasta Baja California, en México, donde una niña de 22 meses tiene la enfermedad
Para los médicos no hay duda de que el contagio está directamente relacionado con la movilización anti-vacunación tan popular en California, donde en algunos condados hay índices de entre 10 y 13 por ciento de niños no vacunados.
“No habría pasado de otra forma, no habría ocurrido nada (si los hubiesen vacunado). Hay alguna gente muy tonta allá afuera”, expresó a The New York Times, James Cherry, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de California.
A pesar de que EU declaró en el 2000 que había erradicado el sarampión, en el 2014 se registraron 644 casos en 27 estados diferentes, lo que eleva las preocupaciones de los funcionarios de salud sobre esta tendencia, a la que llaman “anti-ciencia”.
El ‘doctor’ que originó el miedo
Los opositores de las vacunas son fieles seguidores de Andrew Wakefield, un exmédico británico conocido por su fraudulenta investigación.
En 1998, Wakefield publicó un estudio en el Journal de medicina The Lancet, en el que aseguraba que había una relación entre la triple vacuna viral, que combate rubéola, sarampión y paperas, y la aparición de autismo.
Pero después de su publicación, otros investigadores no pudieron reproducir ni confirmar los resultados del estudio, lo que empezó a levantar sospechas de la comunidad médica.
En el 2010, el Consejo Médico General Británico (GMC) le retiró la licencia a Wakefield tras detectar que la pesquisa estaba fabricada, era un fraude y tenía conflictos de interés.
Ese mismo año, The Lancet se retractó del estudio.
Aun así, los padres anti-vacunas creen que hay una conspiración detrás e incluso han creado páginas de Facebook para apoyarlo, como “Dr. Wakefield’s Work Must Continue” (el trabajo del Dr. Wakefield debe continuar).
“En Wakefield, quien aún predica el Evangelio de la anti-vacunación desde Texas, estos individuos ven un verdadero mártir, un hombre que ha sacrificado todo para enfrentar a las poderosas compañías farmacéuticas y al mayor villano de todos: el gobierno”, publicó The Washington Post.
La prensa condena
Los medios estadounidenses se han unido para condenar esta tendencia.
Uno de los más contundentes fue The Los Angeles Times, que publicó el editorial “Culpen a la obstinación anti-ciencia del brote de sarampión de Disneyland”.
“Esto debería preocupar y enojar al público”, indicó el diario, “porque es un recordatorio de un peor escenario que podría ocurrir si el movimiento anti-vacuna no supera su ignorante y egocéntrico rechazo de la ciencia.
“Esto es exactamente lo que preocupa a los epidemiólogos: una persona no vacunada con una enfermedad altamente contagiosa y que viaja a un destino turístico que atrae a personas de todo el mundo”.
En esto coincide la revista Slate, que cuestiona cómo es posible que en pleno siglo 21 EU aún esté teniendo este debate.
“El sarampión es horrible”, escribió la doctora Tara Smith en la publicación, “el movimiento anti-vacunas está equivocado en desestimar los peligros de la enfermedad, así como está equivocado de muchas otras cosas”.