Nuestro mundo siempre cambiante

NUEVA YORK- La invasión de Rusia a Ucrania ha sacado a luz un debate importante acerca del tipo de mundo en el cual vivimos.  Muchas críticas alegan que la administración de Obama ha sido ciega respecto a las duras realidades del mundo actual, dado que cree, como opinó un editorial del Wall Street Journal, en “un mundo de fantasía bajo reglas internacionales”.  El senador John McCain declaró que “éste es el presidente más ingenuo de la historia”.

Fareed Zakaria Fareed Zakaria Publicado el
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NUEVA YORK- La invasión de Rusia a Ucrania ha sacado a luz un debate importante acerca del tipo de mundo en el cual vivimos.  Muchas críticas alegan que la administración de Obama ha sido ciega respecto a las duras realidades del mundo actual, dado que cree, como opinó un editorial del Wall Street Journal, en “un mundo de fantasía bajo reglas internacionales”.  El senador John McCain declaró que “éste es el presidente más ingenuo de la historia”.  El Consejo Editorial del diario The Washington Post está preocupado de que el presidente Obama malinterprete “la naturaleza del siglo en el cual vivimos”. 

Casi todos estos críticos han ridiculizado la afirmación del secretario de Estado John Kerry acerca de que la modificación de las fronteras por vía de la fuerza, como lo hizo Rusia, es un comportamiento propio del siglo XIX, en  el ya bien iniciado siglo XXI.  El conocido por su mente sagaz, profesor Mark Zacher, ha hecho un conteo de los cambios de las fronteras tomadas por la fuerza, algo que fue otrora bien común.  Desde la Primera Guerra Mundial, él acota, han ido en sostenido descenso y en las décadas recientes ese descenso se ha visto acelerado.

Antes del año 1950, las guerras entre las naciones culminaban con cambios en las fronteras (anexión de territorios) en cerca del 80 por ciento de los casos.  Después de 1950, dicha cifra bajó al 27 por ciento.  

De hecho, desde 1946, la historia cuenta solo con 12 ejemplos de grandes cambios en las fronteras utilizando la fuerza, y todos ellos desde antes del año 1975.  Por lo tanto, el comportamiento del presidente Putin, pertenece de hecho al siglo XIX.

La transformación de las relaciones internacionales va bastante más allá de los cambios en las fronteras.  El conocido psicólogo Steven Pinker de la Universidad de Harvard, ha recolectado muchos datos sobre guerras pasadas en su maravilloso libro “The Better Angels of Our Nature”.  En un ensayo más reciente, señala que “luego de un período de 600 años en el cual países de la Europa Occidental iniciaban dos guerras por año, no han desencadenado ninguna desde el año 1945.  Tampoco ninguna de las 40 o más naciones en el mundo que poseen el mayor nivel de riqueza se enfrentaron en conflicto armado.”  

Las guerras coloniales, que fueron un rasgo rutinario en la vida internacional por miles de años, han desaparecido. 

A lo largo de las últimas tres décadas, las guerras entre naciones, no solamente de grandes potencias y en Europa, también han disminuido radicalmente, por más de un 50 por ciento.

Estudiosos de la Universidad de Maryland, han tabulado el número de conflictos que han surgido alrededor del mundo, y han encontrado que la última década presenta la cifra más baja desde la Segunda Guerra Mundial. 

Muchos aspectos de la vida internacional continúan siendo desagradables y brutos, y es fácil aparentar ser fuerte y sugerir que uno entiende las duras realidades del poder político.  Pero, la realidad más sorprendente y extraordinaria del mundo en el que vivimos es cómo las cosas han cambiado, especialmente desde 1945.

Es una ironía que el Wall Street Journal no reconozca al nuevo mundo dado que en parte sustancial es el resultado del capitalismo y del libre comercio. Hace 20  años, Lee Kuan Yew, el estadista más terco que he conocido, me dijo que los países asiáticos reconocieron los costos de la guerra y los frutos de la interdependencia y el desarrollo económico y que no elegirían los últimos sobre el primero.

Este no es un debate académico.  La mejor manera de lidiar con la agresión de Rusia en Crimea, no es presentarla como una política extranjera rutinaria de interés nacional, que será contrarrestada por Washington en una lucha entre los dos grandes poderes.  

La mejor manera, es tener en consideración, como lo hizo Obama elocuentemente hace dos semanas en su visita a Bruselas, que Rusia está poniendo en peligro enormemente el orden mundial que ha beneficiado al mundo entero.  

Comparemos lo que la administración de Obama ha logrado organizar en esta última agresión por parte de Rusia hacia la respuesta de la administración de Bush a las medidas de Putin en Georgia en 2008.  Recordemos que ésta fue una invasión flagrante. Moscú envió tanques y artillería pesada, y miles fueron asesinados y casi 200 mil destituidos.  Sin embargo, la respuesta fue esencialmente nada.  

Esta vez fue mucho más grave.  Parte de esta diferencia radica en la naturaleza de las participaciones, pero también podría deberse al hecho de que la administración de Obama se ha esforzado en presentar las acciones de Rusia en un contexto más amplio y conseguir que otros países las vean como tales.

Podríamos apreciar un patrón similar en Irán.  La administración de Obama presionó en gran medida al país bilateralmente.  La administración de Obama fue capaz de obtener una presión más eficaz, dado que presentó el programa nuclear de Irán como una amenaza a las normas mundiales de no proliferación, persuadió a las otras grandes potencias de apoyar las sanciones, las promulgó a través de las Naciones Unidas, y así se aseguró de que fueran completas y estrictas.  Así es como se ve el liderazgo en el siglo XXI.

Hay un orden internacional en evolución, con normas mundiales que conllevan a que la guerra y la conquista sean cada vez más raras.  Deberíamos fortalecerlo, no ridiculizarlo. Sí, hay algunos lugares que se oponen a esta tendencia: Corea del Norte, Siria y Rusia. Las personas que gobiernan estos países consideran que están creando un camino hacia la grandeza y la gloria. Pero ellos son los que viven en un mundo de fantasía. 

© 2014, The Washington Post Writers Group

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