Nuit Debout (Noche en Pie) es un éxito que superó la movilización contra la reforma laboral. Pero para lograr convertirse en el “Podemos” francés, el movimiento necesita concretar una estrategia y ampliarse en todo el país.
Tres semanas de ocupación de la plaza principal en París son, sin duda, indicativos de la evolución social de una movilización que si en un principio se detonó por el repudio hacia un proyecto de ley laboral, ya se convirtió en un poderoso indicador de otros malestares sociales.
Es así como la Plaza de la República es investida cada noche por una “convergencia de luchas” en una encrucijada de múltiples discursos que da cobijo a reflexiones estratégicas, que si bien no son del todo nuevas, han sido puestas en el centro del debate social.
Mucho del mérito de esta reunión nocturna fue abrir este debate colectivo, pero esto ha hecho emerger las diferencias obvias de una sociedad como la de Francia que muestra tantos rostros culturales, étnicos y religiosos.
Si los Indignados españoles habían dado a luz a un colectivo influyente y al partido Podemos, en París se respira la incertidumbre de un debate horizontal que acoge toda queja.
Este malestar “horizontal” ha permitido un mayor número de seguidores pero también un mayor número de quejas y propuestas que han acaparado la atención internacional, pero ya se empieza a sentir la ausencia de un propósito concreto.
Para extender este movimiento, el reto será mantener su evolución nacional hacia un proceso de expansión geográfica, pero con una representación política que llegue a la mayoría de los franceses, que supere los barrios acomodados de los intelectuales, incluir al París de la periferia y al ciudadano de a pie en su lugar de residencia o de trabajo en otras ciudades de Francia y municipios más pequeños.
Para ello es necesario replantear una estrategia. Y aunque Podemos es un modelo siempre presente en la cabeza de los franceses, nadie parece estar listo para aplicar la política de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón.
Miguel Urbán Crespo, eurodiputado del partido Podemos que estuvo el domingo pasado en París, tomó el micrófono en Plaza de la República en apoyo al movimiento, pero sin tratar de influirlo.
Y mientras unos proponen la resistencia apartidista, otros dicen que es inviable destruir los partidos políticos ya que el movimiento por sí solo no podrá tener éxito sin una representación en el Congreso.
Y a pesar de que sigue habiendo optimismo cada noche, y nuevas fechas de movilización contra la polémica ley de trabajo, no parece haber ninguna propuesta sólida que emerja de estos largos debates sin soluciones concretas.
Tal vez sea porque en España existe una tradición anarquista que hace que los debates vayan más rápido: las asambleas, la autogestión y todo el lenguaje relacionado con estos movimientos que son más familiares para todos, quizá también porque en España la última vez que el pueblo derrocó a un régimen fue en 1975, mientras que en Francia fue en 1792.
El culto a la participación
La utilización de superlativos sin restricción: “El 99 por ciento ha despertado”, “el panorama político de Norteamérica no volverá a ser el mismo”, “un movimiento de resistencia global que resonó en todo el país e incluso en las capitales europeas”, “el precario statu quo impuesto por las élites durante décadas se hizo añicos. La revolución comenzó”.
Fue así como los medios comenzaron a cubrir la Ocupación, es decir, con una atención que rara vez se le concede a los movimientos sociales de izquierda.
La gran epopeya de la Ocupación fue, sin embargo, de corta duración. Los campistas fueron evacuados dos meses después de haber ocupado el Zuccotti Park y el movimiento Occupy Wall Street se desintegró.
Nuit Debout va por el mismo camino. Nace con un gran impulso a raíz de la movilización contra la ley El Khomri -considerada para el electorado de François Hollande como la última traición-, y el movimiento se benefició de una curiosidad muy bien vista por todos los medios locales e internacionales.
La generación “precaria” –jóvenes diplomados de las universidades de las principales ciudades– finalmente descubrían su conciencia política para mostrar que el “neoliberalismo” no era el único horizonte posible de nuestro tiempo.
Sin embargo, los habituales de la Plaza de la República todavía oscilan entre las demandas sociales y el “reinventar del mundo”. Pues, reunidos para desafiar la ley del trabajo, algunos ya tienen interés en otros asuntos que han derivado en nuevos temas dentro del propio movimiento, y que contribuyen a la aparición de ideas de la izquierda más radical y utópica.
El movimiento de los Indignados en España dio lugar a la creación de un colectivo y de un “Podemos”, pero la principal victoria fue la repolitización de los ciudadanos que recuperaron la gramática política para pedir un cambio.
En su momento, el error del movimiento Occupy fue abstenerse de exigir algo concreto, y se encerró en lo que Christopher Lasch llamó el “culto a la participación”: una protesta cuyo contenido queda reducido a la satisfacción de protestar.
Desde la crisis económica mundial en 2008, las ocupaciones son parte de un proceso histórico que muchos creen que pronto podrían surgir en otros países.
Y por el momento este es el principal objetivo de la Comisión Internacional de Nuit Debout, desde donde los 15 miembros permanentes esperan lanzar un llamamiento internacional este 15 de mayo para conmemorar los cinco años de la primera movilización de los Indignados en España y desarrollar esta protesta en las principales ciudades de todo el mundo para generar un cambio.