Obama en aprietos
Cuando pensaba que lo peor ya había pasado, el presidente Barack Obama se encontró con, no una, sino tres tormentas en su camino.
Mientras que su primer periodo estuvo marcado por la constante preocupación de levantar la herida economía norteamericana para así ganar adeptos y ser reelegido, el segundo inicia con grandes nubarrones encima que pronostican un huracán político.
Jorge MirelesCuando pensaba que lo peor ya había pasado, el presidente Barack Obama se encontró con, no una, sino tres tormentas en su camino.
Mientras que su primer periodo estuvo marcado por la constante preocupación de levantar la herida economía norteamericana para así ganar adeptos y ser reelegido, el segundo inicia con grandes nubarrones encima que pronostican un huracán político.
Tres escándalos que han tomado fuerza en los últimos días mantienen en jaque al mandatario demócrata, aparte de complicar todavía más su relación con el Partido Republicano (también conocido como Grand Old Party o GOP).
El primero de ellos es el caso del ataque al consulado de Estados Unidos en Bengasi, una piedra que el exsenador de Illinois carga en el zapato desde septiembre del año pasado.
Los otros dos se dieron a conocer esta semana: el espionaje a los periodistas de la agencia de noticias The Associated Press por órdenes directas del Departamento de Justicia y la polémica generada por las políticas de escrutinio del Servicio de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglés) frente a grupos conservadores.
Obama tendrá que sortear cada uno de los problemas mientras siguen pendientes en la agenda legislativa temas de suma importancia como las reformas migratoria y de restricción en la venta de armas de fuego, y el llegar a un consenso con los republicanos sobre qué tipo de políticas fiscales hay que implementar.
¿Podrá el político oriundo de Honolulu, Hawái, salir avante de estos complicados escollos o terminará con la popularidad por los suelos, al igual que los últimos años de gobierno de su antecesor George W. Bush
Caso 1
Los republicanos huelen sangre
La interminable batalla de muchos miembros del GOP con Obama ha entrado en una fase de máxima tensión por el escándalo encabezado por el IRS.
Para describir la situación, Jake Sherman del sitio POLITICO escribió: “Los republicanos huelen sangre, su reto será ahora darse cuenta de dónde viene”.
Y los miembros del partido conservador han sido claros en anunciar que lo mínimo que esperan es que rueden cabezas.
“Mi duda no es quién va renunciar sino quién irá a prisión por este escándalo”, dijo el legislador republicano John Boehner.
Y así sucedió, ya que Obama anunció ayer la renuncia de Steven Miller, director del IRS.
Todo surge de la campaña organizada adentro del Servicio de Rentas Internas (IRS), una agencia de recaudación fiscal del gobierno.
En agosto de 2010, la oficina del IRS de Cincinnati eligió el criterio de enfocar el escrutinio de organizaciones que buscaban el estatus de exención fiscal en aquellas que incluyeran en sus nombres palabras como “tea party” (nombre de un importante movimiento conservador norteamericano), “patriota”, “9/12” (fecha del atentado en el Consulado de EU en Bengasi, Libia), además de aquellos que “criticaran cómo está siendo gobernado el país”.
Fueron en total 298 aplicaciones revisadas por la Inspección General del Tesoro, aunque ninguna fue rechazada, publicó el diario The Washington Post.
No obstante, el IRS fue acusado a través de un reporte de mala administración, de acosar a los grupos señalados mediante la petición de información innecesaria, además de permitir el uso de un criterio de selección de objetivos a investigar considerado como inapropiado por un periodo de más de 18 meses.
Caso 2
¿Obama es el nuevo Nixon?
Cuando se supo que el Departamento de Justicia espió los registros telefónicos de reporteros y editores de la agencia de noticias The Associated Press, la comparación con el caso de espionaje del expresidente Richard Nixon fue inminente.
AP calificó como una “intromisión descomunal y sin precedentes” a la acción realizada por autoridades norteamericanas.
La Justicia de EU intentó encontrar el hueco por donde se filtró información sumamente confidencial de trabajos de inteligencia en Medio Oriente.
Lo anterior, debido a que la agencia de noticias tuvo en su poder un informe acerca de un plan terrorista sofocado en Yemen.
En febrero de este año, la Oficina Federal de Investigación señaló al recién elegido director de la inteligencia estadounidense John Brennan como el informante culpable.
Sin embargo, Brennan negó la filtración y dijo que los detalles que dieron a AP eran una “revelación no autorizada y peligrosa”.
Por ello, los republicanos –y también miembros del Partido Demócrata– han ido tras el brazo judicial de la administración de Obama, el secretario del Departamento de Justicia Eric Holder.
Holder, quien se había mantenido lejos de los reflectores –y de los escándalos– en los últimos meses, enfrentó los cuestionamientos de legisladores republicanos y algunos demócratas, quienes lo llegaron a increpar en más de una ocasión.
“La prensa tiene un rol sumamente importante en una sociedad libre manteniendo nuestro gobierno “monitoreable” para la gente, y una intimidación como esta puede tener un efecto aterrador en la habilidad para hacer su trabajo”, dijo el legislador demócrata Bill Pascrell del estado de Nueva Jersey.
Un proyecto de ley federal erogado en octubre de 2007 hubiera protegido a The Associated Press, de no ser por la “excepción de seguridad nacional” impuesta por Obama.
En otras palabras, los reporteros tendrán que develar sus fuentes en caso de que “la seguridad nacional así lo requiera”, escribió James C. Goodale de The Daily Beast.
El debate está abierto para la siguiente pregunta: ¿Tiene el gobierno el derecho de buscar los “soplones” que filtren información crucial para sus investigaciones o esto es un atentado contra las libertades de los ciudadanos?
Caso 3
La interminable batalla de Bengasi
El 11 de septiembre de 2012, a 11 años de los atentados que marcaron la historia de Estados Unidos, sucedió lo inimaginable.
Un grupo de hombres atacaron el consulado de la ciudad libia de Bengasi. Como resultado, cuatro ciudadanos estadounidenses murieron, entre ellos, el embajador de EU en Libia Chris Stevens.
Un día después, el Departamento de Estado y Barack Obama argumentaron que se trató de una protesta que se salió de control.
Posteriormente rectificaron el comunicado y aceptaron que lo que realmente sucedió fue un ataque terrorista. El gobierno demócrata fue blanco de críticas de los republicanos, quienes los acusaron de querer ocultar información.
El hecho pudiera parecer una simple controversia semántica –el especificar si fue o no fue un atentado o una manifestación violenta–, sin embargo, ocurrió con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina y con la imagen de Barack Obama en juego.
El Partido Republicano nunca olvidó el caso, ni tampoco da indicio de querer hacerlo y calificó a Obama –en voz del exvicepresidente Dick Cheney– de incompetente en cuestiones de terrorismo.
Hillary Clinton, antes de abandonar la Secretaría de Estado, compareció ante el Senado, donde dijo que los informes que dieron en su momento fueron con lo poco que se tenía disponible.