Ola conservadora
Desde principios de los ochenta, el ascenso del Frente Nacional había hecho a Francia una excepción en Europa. No obstante, desde entonces, en países como Austria y Bélgica los partidos políticos de la extrema derecha han avanzado, denunciando el cosmopolitismo, multiculturalismo y, más directamente, la presencia de extranjeros.
A pesar de los horrores históricos del nazismo y los desastres del fascismo, los partidos de ultraderecha no se erradicaron y hoy son portadores de estas ideologías.
Andrea Montes Renaud
Desde principios de los ochenta, el ascenso del Frente Nacional había hecho a Francia una excepción en Europa. No obstante, desde entonces, en países como Austria y Bélgica los partidos políticos de la extrema derecha han avanzado, denunciando el cosmopolitismo, multiculturalismo y, más directamente, la presencia de extranjeros.
A pesar de los horrores históricos del nazismo y los desastres del fascismo, los partidos de ultraderecha no se erradicaron y hoy son portadores de estas ideologías.
Para estos movimientos, el antisemitismo –propagado desde la década de 1980– está acompañado por un odio a los musulmanes. Y en otros países, es el odio a los pobres y a los extranjeros considerados subhumanos, convirtiéndose a su vez, en un odio étnico estereotipado, en particular contra los rumanos.
Por su parte, las democracias del norte de Europa, que parecían escapar de este empuje político nacionalista, están hoy mutándose.
Y aunque el ascenso de la extrema derecha sigue siendo limitado en países como Reino Unido y España, no dejan de ser una opción latente y las condiciones para su crecimiento están más presentes que nunca.
Fábrica del odio: xenofobia y racismo en Europa
El racismo y la xenofobia son los residuos de ese “pasado que no quiere pasar”. La herencia de aquellos discursos que sobreviven a la destrucción de las condiciones que los generaron y que fueron utilizados para excluir.
Desde este punto de vista, la xenofobia contemporánea está profundamente ligada a la historia del racismo, y evidencia la esencia de una modernidad que cambia su forma, pero no su fondo.
El racismo y la xenofobia constituyen un proceso de construcción simbólica del enemigo que sirve para reforzar la búsqueda de la identidad, el deseo de pertenecer, y sobre todo: la necesidad de seguridad y protección de una Nación que se siente amenazada.
La nueva extrema derecha
El caso de la ultraderecha francesa es un caso excepcional en el curso de las nuevas ultraderechas en Europa.
El Frente Nacional está tratando, bajo el impulso de Marine Le Pen, de superar la imagen tradicional de una extrema derecha hecha de partidarios católicos fundamentalistas y nostálgicos del siglo pasado que lideró el partido de su padre.
Y es que bajo el mandato de la hija, el Frente Nacional ha llevado a cabo una renovación sin precedentes en su lenguaje y la adopción de una retórica republicana que no pertenecía a su tradición.
Elegir en 2011 con una mayoría arrolladora a Marine Le Pen como la nueva dirigente de los frontistas significaba, por un lado, la transferencia dinástica de padre a hija, y por el otro, la voluntad incuestionable de actualización.
Ningún movimiento fascista había confiado su liderazgo a mujer.
Por otro lado, se puede hablar de nuevas ultraderechas, por el declive de la tradición nazi y fascista del siglo pasado, que dejan espacio para el desarrollo de un nuevo tipo de extrema derecha en este siglo y cuya ideología incluye nuevas mutaciones.
El nacionalismo toma la forma de la “defensa de Occidente” amenazado por la globalización y el choque de civilizaciones.
Pero sin duda, el elemento unificador de esta nueva extrema derecha es la xenofobia, que se manifiesta como un rechazo violento de los inmigrantes.
El migrante de hoy, es el equivalente al delincuente de las “clases peligrosas” del siglo XIX.
Hoy, estos estereotipos condensan, además, una representación extranjera y unos rasgos físicos bien marcados que se derivan de una idea orientalista y colonial basada en el miedo de lo “otro”, siempre visto como lo “desconocido” y, por tanto, como el “enemigo”.
En la Europa de hoy, el migrante toma la apariencia de un musulmán. Por eso la islamofobia es fundamental para la nueva ultraderecha, porque juega un papel tan esencial, como el que alguna vez jugó el antisemitismo para el éxito del nazismo y el fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
El populismo de ultraderecha alimenta la decepción de un pueblo que ha sido “abandonado” por su izquierda, y cuya tarea ahora consiste en reorganizar al país y representar los intereses nacionales.
Nicolás Sarkozy, desde su partido de derecha moderada, fue uno de los primeros políticos que propició la rápida escalada de la ultraderecha en Francia, bajo su mandato, primero mediante la creación de un Ministerio de Inmigración e Identidad Nacional, y después con el lanzamiento de una campaña contra los gitanos.
Ultraderechas escalan en Europa
Durante 30 años, en toda Europa, la extrema derecha ha escalado peldaños hacia el poder.
Si algunos partidos permean sus discursos de referencias neonazis, muchos otros buscan la empatía proclamándose el último recurso contra una supuesta islamización de la sociedad.
Desde su creación hasta el 2010, Jean-Marie Le Pen, antiguo líder y fundador del Frente Nacional, aseguró el éxito de su partido aprovechando la oleada de decepción que surgió de las políticas de la derecha y la izquierda a principios de los años ochenta, al mismo tiempo que aumentó las provocaciones antisemitas en Francia.
Hoy, su hija enriqueció el discurso y se centró no solo en el temor del futuro de las clases populares y la desaparición de la clase media, sino que nutrió el discurso del odio antisemita propagando también la islamofobia.
Hoy, los impulsores más comunes en la escalada de la nueva ultraderecha en Europa son la inmigración musulmana, la globalización, la Unión Europea y el principio de libre circulación entre fronteras, que según las nuevas extremas derechas, son suficientes para borrar las particularidades nacionales de cada Estado.
El aumento del populismo
Desde Francia hasta Suecia, todos los partidos xenófobos, que ahora apuestan por el euro-escepticismo, coinciden en que los problemas del proyecto europeo se deben a la inmigración, y proponen deportaciones, recortes de derechos a quienes ya son residentes en los países y un aumento de la represión contra los que intentan cruzar.
Los ataques xenófobos contra los autobuses y centros de acogida de refugiados en el Este de Alemania son sólo un ejemplo de muchos, desde que se desató la crisis migratoria y Ángela Merkel abrió el paso a más de medio millón de refugiados.
Por otro lado, el discurso nacionalista de partidos como el Frente Nacional francés, Amanecer Dorado en Grecia o el FPÖ en Suecia ganan terreno en medio de una crisis económica que ha empobrecido a las clases medias europeas y ha dejado en la extrema pobreza a gran parte de la sociedad.
A esto se añade la alarma global del terrorismo islamista, que tras los atentados del 13 de noviembre en París, Le Pen vinculó a una inmigración excesiva por culpa de una UE paralizada.
La reacción nacional frente a estos hechos se reflejó en las elecciones regionales, donde un resultado electoral histórico posicionó al Frente Nacional como el segundo partido más votado, y a Le Pen como una candidata temible para las elecciones presidenciales del 2017.
“Hay que anular la zona Schengen para impedir que los excombatientes extranjeros vuelvan. La Unión Europea nos ha debilitado imponiendo una apertura total de las fronteras”, afirmó Marine Le Pen, tras los atentados del 13-N.
Por su parte, el ultra derechismo apareció en el Reino Unido bajo el partido anti inmigrante UKIP que en las elecciones pasadas logró un 29 por ciento de los votos, casi duplicando su resultado anterior.
Este porcentaje en apariencia “bajo” le sumó al partido de ultraderecha británico, cuatro millones de británicos y lo convirtieron en la tercera fuerza política.
De ahí las medidas de David Cameron frente a la crisis del Canal de la Mancha para reforzar la seguridad en su frontera con Francia en Calais.
Suecia, uno de los principales destinos de los refugiados sirios y de los subsaharianos que logran atravesar el Mediterráneo, es otro importante foco del avance de los ultraderechistas.
El Partido Demócrata Sueco duplicó sus resultados en las elecciones legislativas de 2014.
En Grecia, los neonazis de Amanecer Dorado consiguieron ser también la tercera fuerza política en las últimas elecciones debido a la desilusión con el gobierno de Alexis Tsipras, la ruptura de Syriza y la presión migratoria.
Ante esto, ¿cuáles son las características comunes entre todos los movimientos ultranacionalistas?
La idea de que la Nación se encuentra amenazada y que su cultura, su historia, su identidad y su esencia como país peligran principalmente por la inmigración que es “rápida, masiva e inminente”.
Y resulta paradójico que en un continente que ya experimentó a Mussolini, Hitler y Franco, el anti fascismo y anti nacionalismo no sean parte de la genética de las democracias en Europa.