Aunque se trata de un avance simbólico, debido a que los gobiernos regionales tienen en la práctica atribuciones limitadas y están sujetos al gobierno central y a la Asamblea Constituyente (controlada por el chavismo), los resultados de este domingo le dan un nuevo impulso a un movimiento opositor que comenzaba a dar signos de fatiga.
Tras cuatro meses de protestas de forma ininterrumpida, con un saldo de más de 125 muertos y la multiplicación de los presos políticos, el pesimismo empezaba a instalarse, sin embargo, los resultados ahora les dan nuevos ánimos.
Los opositores lograron sobreponerse a las condiciones adversas y los obstáculos puestos por el régimen, como la inhabilitación de aspirantes, las confusas boletas de votación y el cambio de última hora de colegios electorales para algunos votantes, y todo indica que podría conquistar nuevas regiones (actualmente gobierna en tres de las 23 provincias).
La participación ciudadana se registró por encima del 50 por ciento, más alta que en ejercicios electorales previos, por lo que por ese lado puede considerarse un éxito.
Para Nicolás Maduro, dentro del retroceso del oficialismo -que no afecta su control sobre el país y los gobiernos regionales- el único factor positivo fue el mensaje de cierta apertura democrática que envía al haber convocado a las elecciones, aunque el régimen siguió interviniendo y poniendo trabas hasta el día de los comicios.
Los candidatos de la oposición de igual forma lograron sobreponerse al fantasma de la abstención, un fenómeno que se esperaba debido a la crisis social que se vive en Venezuela, pero que también fue uno de sus principales promotores.
Aunque esta facción era minoría, sí llevaron adelante una campaña muy fuerte llamando a la abstención bajo el argumento que la comparecencia de la oposición en los comicios sería una forma de legitimar al régimen.
Resultados en mano, la oposición formal cuenta también con nuevos argumentos a su favor para utilizar en las negociaciones con mediación internacional que mantiene con el régimen y que en los últimos días habían entrado en punto muerto.
Para el presidente Nicolás Maduro, el golpe es sobre todo a nivel de credibilidad y legitimidad, pues aunque su cargo no está en juego, los comicios fueron una especie de referéndum sobre su gestión, y el heredero de Hugo Chávez y su gobierno tenían más que perder que ganar en la jornada de ayer.
Y es que las últimas elecciones, en donde Maduro y el chavismo se han medido a la oposición, el régimen ha cosechado derrotas. Esta vez pierde el dominio mayoritario en las regiones -gobernaba 20 de las 23- y en 2015 perdió la mayoría en la Asamblea Nacional.
Ahora, aunque en la práctica el gobierno de Nicolás Maduro tiene el control de la mayoría de las atribuciones en los gobiernos regionales, la fotografía que queda tras esta jornada, con una oposición en crecimiento y un régimen debilitado en las urnas, será un duro golpe político para el chavismo.
De vuelta a las urnas
Este domingo, aproximadamente 18 millones de venezolanos fueron llamados a las urnas para elegir a los gobernadores de las 23 provincias del país, y lo hicieron poco más de dos meses después de las cuestionadas elecciones para la Asamblea Constituyente, en donde no participó la oposición.
En esta ocasión, aunque conscientes de la dificultad de contrarrestar el aparato chavista aún desde su victoria en las gubernaturas, la oposición decidió participar buscando más un efecto en el ánimo y la percepción que le ayude a darle impulso a su principal demanda: la celebración de comicios generales.
Y es que a pesar de que constitucionalmente se establece que las elecciones presidenciales deberán celebrarse en 2018, con Nicolás Maduro nunca se sabe, pues sus últimas experiencias para perpetuarse en el poder han sido retrasar los comicios regionales más de un año o imponer una Asamblea Constituyente a su medida.
Por ello el avance opositor, una victoria simbólica, pero victoria al fin y al cabo, es oxígeno puro para el movimiento y su agenda política, sobre todo por las condiciones adversas en que sus candidatos se presentaron a la contienda y los obstáculos interpuestos durante la jornada -y previamente- por parte del régimen.
La jornada electoral inició formalmente a las 6 horas (tiempo local), aunque en la mayoría de los estados hubo retrasos en la instalación de los centros de votación debido principalmente a fallas en el suministro eléctrico, el impedimento del acceso a observadores electorales, entre otros.
Además, menos de tres días antes de la jornada, el Consejo Nacional Electoral (CNE) decretó el cierre y reubicación de varios colegios electorales, lo que implicaba la movilización de más de 700 mil potenciales votantes.
Coincidentemente, esos centros estaban ubicados en zonas donde la oposición tenía mayores posibilidades de alzarse con el triunfo.