Trump contra la prensa
Estados Unidos es uno de los mejores países para ser periodista, pero conforme se acerca la investidura presidencial de Donald Trump, el ambiente sumamente hostil hacia los reporteros y la prensa libre, se encrudece.
La guerra jurada que tiene Trump contra The New York Times o The Washington Post, a quienes califica de vendidos, “deshonestos” y “perdedores”, no es la única: el próximo presidente de los Estados Unidos tiene una larga lista negra de medios que no quisieron cubrirlo, o que –a su parecer–, lo cubrieron desfavorablemente.
Estados Unidos es uno de los mejores países para ser periodista, pero conforme se acerca la investidura presidencial de Donald Trump, el ambiente sumamente hostil hacia los reporteros y la prensa libre, se encrudece.
La guerra jurada que tiene Trump contra The New York Times o The Washington Post, a quienes califica de vendidos, “deshonestos” y “perdedores”, no es la única: el próximo presidente de los Estados Unidos tiene una larga lista negra de medios que no quisieron cubrirlo, o que –a su parecer–, lo cubrieron desfavorablemente.
Cuando estaba haciendo campaña presidencial, el entonces candidato republicano sugirió que si él llegaba a ser presidente … “estos medios tendrían serios problemas”.
“Una de las cosas que voy a hacer si gano es que voy a abrir las leyes sobre difamación para que cuando escriban artículos negativos y horriblemente falsos, pueda demandarlos y ganar mucho dinero”, aseguró Trump durante un rally en Texas, a principios del 2016.
Y es que, a diferencia de otros países con gobiernos autoritarios como Rusia, China o la mayor parte de Medio Oriente, en EU un reportero puede criticar, mofarse o manifestarse abiertamente contra el gobierno, y además volver a su casa desde el trabajo sintiéndose totalmente seguro.
Reporteros sin Fronteras –una organización internacional que aboga por los derechos de los periodistas–, clasificó a los Estados Unidos dentro de los 50 países con mayor libertad de prensa desde 2002.
Sin embargo, las cosas están lejos de ser perfectas. La administración de Obama se caracterizó por perseguir sin misericordia a los “soplones” –especialmente aquellos que filtraron información relacionada con la seguridad nacional–, como fue el caso legal que emprendió el Estado para obligar a James Risen, un periodista de The New York Times, a revelar sus fuentes confidenciales.
El caso duró siete años y supuso un gran revés para la libertad de prensa bajo el mandato de Obama. Y sin embargo, los últimos ocho años serán recordados como un campamento de verano para periodistas, a comparación de lo que se anuncia que será una pesadilla para la libertad de prensa bajo la administración entrante.
Lista negra
Los impulsos de censura de Trump son largamente conocidos. A lo largo de toda su campaña prohibió el acceso a mítines y conferencias de prensa a periodistas de medios como POLITICO, The Huffington Post y The Daily Beast.
Pero la lista no acaba ahí. También incluía un surtido de medios digitales, a la cadena de televisión en español más grande del país, a periódicos locales y a algunas de las más prestigiosas agencias de noticias del mundo.
La disputa entre Univisión y Trump se debió a la demanda de 500 millones de dólares que hubo de por medio, luego de que Univisión cancelara de último momento la transmisión del desfile de Miss Estados Unidos, propiedad de Trump.
El medio BuzzFeed estaba condenado antes de que la campaña comenzara. En 2014, el reportero político McKay Coppins escribió un largo perfil de Trump que lo hizo enfurecer. El castigo fue negarle el acceso al medio a todas las ruedas de prensa y presentaciones.
Lo mismo pasó con POLITICO luego de que el reportero Ben Schreckinger escribiera una historia sobre el desconcertante temperamento del entonces director de campaña de Trump, Corey Lewandowski.
El Huffington Post enfureció a Trump cuando colocó toda la cobertura de su campaña en la sección de entretenimiento. El equipo de campaña de Trump dejó de acreditar a Scott Conroy, entonces reportero político del HuffPost.
“Creemos que esto es un intento de detener la cobertura independiente, y el pisoteo de los derechos básicos de los periodistas para ejercer un papel, que está constitucionalmente protegido por nuestro sistema político”, aseguró en ese entonces la editora de Politico, Susan Glasser.
Atentando contra la privacidad
Actualmente, el gobierno puede pedir a las compañías de tecnología que entreguen información, como por ejemplo el contenido de un mensaje de correo electrónico o un mensaje instantáneo, si tienen la orden judicial apropiada.
Ese acoso a la privacidad ha causado estragos. Una encuesta realizada por PEN America, una organización que promueve la libertad de expresión, encontró que el 16 por ciento de los escritores en Estados Unidos evitó escribir o hablar sobre un tema específico como resultado de la vigilancia gubernamental.
La encuesta se llevó a cabo después de que las filtraciones de Edward Snowden revelaran la escala masiva de las operaciones de espionaje emprendidas por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).
“Si el gobierno está monitoreando la comunicación no se dirá exactamente lo que se piensa, particularmente en las sociedades represivas donde hay consecuencias para la expresión crítica”, dijo Joel Simon, director ejecutivo del Comité para la Protección de los Periodistas.
Trevor Timm, director ejecutivo de la organización Freedom of the Press, argumentó que Trump podría causar fuertes estragos usando el programa secreto del presidente Obama y la infraestructura de la poderosa NSA.
“En poco tiempo, Donald Trump controlará un inexplicable aparato de seguridad nacional y militar, sin precedentes en la historia del mundo.
“La pesadilla que los libertarios civiles habían advertido desde hace años, se ha hecho trágicamente realidad: en lugar de desmantelar el estado de vigilancia y la máquina de guerra, la administración Obama y los demócratas la institucionalizaron y pronto estará en manos de un maníaco.
“Pasará a la historia como el error más catastrófico del presidente Obama.”