Plegarias navideñas

Hace unos meses la foto de un niño sirio de nombre Aylan Kurdi dio la vuelta al mundo y generó una oleada de empatía con los refugiados que huían de la guerra civil en Siria.

No era cualquier foto. Aylan había muerto en su intento por llegar a Europa cruzando el mar Mediterráneo y su cuerpo inerte fue arrojado por el mar en una playa de Turquía. 

La tragedia de los Kurdi sintetizó y retrató el drama de los refugiados y sacudió la indiferencia europea. 

Sergio Almazán Sergio Almazán Publicado el
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"Me gustaría que el mundo entero abriera sus puertas a los sirios”
Abdullah Kurdi, padre de Aylan Kurdi
El departamento de migración de Estados Unidos impidió que una familia británica musulmana visitara Disneylandia, por considerarlos posibles terroristas

Hace unos meses la foto de un niño sirio de nombre Aylan Kurdi dio la vuelta al mundo y generó una oleada de empatía con los refugiados que huían de la guerra civil en Siria.

No era cualquier foto. Aylan había muerto en su intento por llegar a Europa cruzando el mar Mediterráneo y su cuerpo inerte fue arrojado por el mar en una playa de Turquía. 

La tragedia de los Kurdi sintetizó y retrató el drama de los refugiados y sacudió la indiferencia europea. 

Rápidamente los gobiernos del continente, liderados por Alemania, tomaron cartas en el asunto y prometieron ayudar a los sirios. 

La buena voluntad no fue suficiente y duró poco. 

Tras los atentados del 13 de noviembre en París, los sentimientos xenófobos de Occidente despertaron violentamente, acotando la esperanza de los refugiados y fortaleciendo los argumentos radicales del Estado Islámico. 

En todo el mundo, los musulmanes viven una pesadilla diaria al ser señalados como posibles terroristas y son el foco del discurso de odio de políticos racistas de ultra derecha como Donald Trump en Estados Unidos o Marine Le Pen en Francia.

Aylan Kurdi es ahora un mártir cuya muerte, como la de muchos en la historia, no ha podido hacer que perduren la compasión y la paz en el orbe. 

#IWillProtectYou

La musulmana estadounidense Melissa Chance Yassini llegó un día a su residencia en la ciudad de Dallas, Texas y encontró a su hija de 8 años empacando sus pertenencias. 

Cuando Chance Yassini le preguntó a la pequeña por qué hacía maletas, la niña le dijo que estaba muy asustada después de escuchar las declaraciones de Donald Trump con respecto a impedir la entrada de musulmanes a Estados Unidos. 

La niña asumía que el ejército llegaría a su casa en cualquier momento, para sacarla del país junto con su familia, por lo que además verificaba nerviosamente las cerraduras de su hogar. 

La madre montó en cólera y a través de la red social Facebook reclamó el miedo que el mensaje de odio de Trump provocó en la niña.

“Esto es terrorismo. Ningún niño en Estados Unidos merece sentirse de esa manera”, reclamó Chance Yassini. 

La anécdota desencadenó una reacción positiva por parte de muchos estadounidenses que se mostraron indignados con la situación. 

Además, miles de soldados, oficiales y otros militares se solidarizaron con la causa y crearon el hashtag IWillProtectYou (yo te protegeré) en la red social Twitter para mostrar su apoyo a la pequeña musulmana de Dallas.

Las fuerzas armadas de Estados Unidos confirmaron con esa reacción que su deber es proteger y servir a todos los ciudadanos de ese país sin importar su credo, raza o género.

Sin embargo, son todavía muchos los que argumentando hacer uso de la libertad de expresión vituperan furiosamente en contra de los musulmanes. 

Ciudadanos de a pie, comentaristas de noticias, personajes de la política y celebridades generalizan y encasillan a los musulmanes como terroristas potenciales. 

Pero estas declaraciones confunden a la libertad consagrada en la quinta enmienda de la Constitución de Estados Unidos y se han convertido en un cáncer que debería cortarse de raíz para detener la propagación del odio y la desconfianza. 

Mensaje desesperado

Hoy, como alternativa al tradicional mensaje navideño de la Reina Isabel II, el Canal 4 del Reino Unido transmitirá las palabras que Abdullah Kurdi, padre de Aylan, envió al mundo para pedir solidaridad con los refugiados sirios.

“Es muy difícil cuando una persona cierra una puerta en la cara de otra. Cuando la puerta se abre la humillación desaparece” dijo Kurdi en su mensaje de Navidad.  

El padre del niño ahogado aprovechó la época donde se recuerda el nacimiento de Jesús y el peregrinaje que hicieron sus padres, José y María, para buscar posada en un lugar desconocido, para conectar sentimentalmente con un mundo que cada vez se muestra más reacio a recibir a los migrantes que siguen huyendo del terror de la guerra. 

Abdullah Kurdi pidió a los espectadores recordar el dolor de los refugiados que buscan paz y seguridad en Occidente. 

“Solo pedimos un poquito de simpatía de su parte”, enfatizó y terminó su pequeño discurso diciendo: 

“Les deseo un feliz año nuevo. Espero que el próximo año la guerra en Siria termine y la paz vuelva a reinar a todo el mundo”. 

El número de refugiados que han entrado a Europa ya superan el millón de personas. La guerra en Siria continuará en 2016, este número seguirá a la alza y, muy posiblemente, también la reticencia de los menos compasivos para recibir a los desplazados. 

Hoy en la víspera de la Navidad, miles esperan con esperanza que estos pronósticos no se cumplan.

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