La popularidad de Michelle Obama es el resultado de una exitosa sinergia entre la función pública y la cultura pop, una combinación muy poco frecuente en la élite política de Estados Unidos.
Mujer, mamá, mejor amiga y esposa de Barack Obama, primera First Lady de color, la abogada de 52 años tuvo una imagen impecable por ocho años de vida política y deja una huella propia, independiente a la de su marido.
Hace ocho años el pueblo estadounidense hacía dos declaraciones fundamentales sobre sí mismos: que la mayoría estaba profundamente descontenta con el status quo, y que cerraban la puerta al pasado racial del país.
El histórico día de las elecciones trajo consigo millones de votantes nuevos, largas filas en los colegios electorales de todo el país y había celebraciones en las esquinas de las calles y frente a la Casa Blanca.
Obama aparecía con su familia y su compañero de fórmula Joe Biden, ante una multitud de decenas de millones de personas en Grant Park, Chicago, en 2008.
Si hoy la vemos como una de las mujeres más influyentes de los últimos años, hace ocho años, sobre todo durante la campaña electoral, la Sra. Obama había sido etiquetada por sus críticos como una mujer “enojada, amarga y militante”.
Las declaraciones de su tesis en Princeton alimentó su retrato como una ciudadana “obsesionada con la raza”.
Opacaba a Barack
En 2008, algunos momentos controversiales amenazaron con descarrilar la campaña electoral de su esposo. Sin embargo, pasado el primer mandato, Michelle Obama fue ampliamente considerada como una estrella política.
Cuando se acercaba el día de la elección y la recta final de la campaña presidencial de su esposo, durante la Convención Demócrata en Denver, dio un discurso que introducía una nueva versión de Michelle Obama, el mismo que le plagiaría Melania Trump, 8 años después, para hablar en la Convención Republicana de su esposo.
Cuando quedó claro que el estilo de Michelle era un perjuicio para su esposo, ella y el equipo de la campaña trataron de modificar su imagen: pasar de ser una abogada obstinada de Harvard, a una amorosa madre y esposa. Pues el prominente papel que había ocupado durante toda la contienda de Barack, según algunos, opacaba la campaña electoral de su esposo.
La edición de Michelle comenzaría en el verano de 2008, y culminaría en su debut público durante la convención en Denver.
El discurso de Michelle fue poderoso y le ayudó a retratarse como una mujer fuerte, pero también, reafirmó su rol de esposa, madre y mujer cariñosa, remodelando toda su imagen.
Michelle Obama estaba llevando toda la fuerza de su personalidad y su entrenamiento a los medios. Pero el efecto sobre el público fue menos que positivo.
Cambio de imagen
No que la Michelle Obama que vemos en la campaña electoral sea falsa, sino que es una versión altamente editada.
Los asesores de Obama pusieron mucho empeño en adaptar su imagen, trayendo el calor maternal y dejando atrás su franqueza.
Let’s Move, fue una iniciativa para combatir la obesidad infantil. En ese rol, sembró una huerta en la Casa Blanca, y apareció en reality shows para promover la pérdida de peso, escribió libros sobre su éxito en jardinería.
El discurso de la convención ayudó a acelerar la popularidad de Michelle, y para el momento de la investidura en enero de 2009, ella ya era una amada de los medios.
Mientras que las calificaciones de aprobación de Barack Obama comenzaron a caer durante sus primeros meses en el cargo, los de Michelle siguieron aumentando, alcanzando el 66 por ciento de aprobación, mientras que su marido tenía el 52 por ciento.
Y una vez que se convirtió en la primera dama, adoptó proyectos con un enfoque maternal, un papel abrazado por las mujeres que vinieron antes que ella.
Y una vez que entró en el cargo, y entendió que se trataba de Barack, y que todo tenía que ser sólo sobre él, se centró en cuestiones que no la colocaran en primera línea y eclipsaran a los medios.
El regreso al escenario
La verdadera Michelle de los primeros años antes de llegar a la Casa Blanca regresó al final del mandato de su esposo, cuando se colocó en primera fila haciendo campaña por Hillary Clinton.
Al promover el voto para la demócrata, sin querer – o no – , de alguna manera lanzó su propia “candidatura” convirtiéndose de manera espontánea como la “candidata que nunca hemos tenido”; la antagonista de Hillary Clinton, y lo que todo el pueblo norteamericano quería ver de la exsecretaria de Estado: calidez, honestidad y maniobras alejadas de rigidez y cálculos políticos.
La despedida de Barack Obama después de sus mandatos será también la de su esposa. Y si la despedida de Barack será vista desde un lente de interpretaciones políticas, la de Michelle Obama tomará la forma de un “gracias”.
Pues, ¿cómo es que Michelle es la única que sale después de ocho años en la Casa Blanca con un capital político intacto?
En primer lugar, porque fue capaz de distanciarse de la que todos consideran la campaña muy sucia en la historia de EU, a pesar de su abierto apoyo a Hillary Clinton en la Convención Demócrata de julio.
Demostró su dignidad como mujer. Y la dignidad de todas las mujeres. Pero esa no es la única razón de su popularidad.
La mejor First Lady del siglo XXI
En 2014, en el segundo mandato de su marido, el Centro de Investigación Pew mostró que la popularidad de Michelle Obama fue mayor en promedio, que el de sus predecesoras Laura Bush y Hillary Clinton.
Sin duda, Melania Trump tendrá una tarea difícil para superar a la que todos consideran la Primera Dama más popular de los últimos años y que, para muchos, encarna la diferencia entre la sinceridad y la vulgaridad.
Llenar el vacío dejado por Michelle Obama es una tarea difícil para cualquier First Lady.