Por qué no debe atacar Libia
Por el ataque del 11 de septiembre contra el consulado de Estados Unidos en Bengasi que mató a 4 estadounidenses, el Comando Conjunto de Operaciones Especiales y la CIA están desarrollando, según se informa, “tal vez una docena o más” de objetivos, entre ellos, campamentos terroristas e individuos sospechosos.
Micah Zenko
Por el ataque del 11 de septiembre contra el consulado de Estados Unidos en Bengasi que mató a 4 estadounidenses, el Comando Conjunto de Operaciones Especiales y la CIA están desarrollando, según se informa, “tal vez una docena o más” de objetivos, entre ellos, campamentos terroristas e individuos sospechosos.
Un alto funcionario de EU dijo que es algo que está en un nivel “muy previo a las decisiones… las opciones están siendo la primera acción” si el presidente Obama las solicita, aunque el funcionario advirtió: “No creo que la lista definitiva de quién estuvo involucrado sea sólida”.
Dado que los drones de vigilancia de EU estaban volando sobre Libia mucho antes del ataque a Bengasi y han estado llevando a cabo una “intensificación de la búsqueda más enfocada” de los autores desde entonces, es cierto que los espías de EU y los operadores especiales encontrarán objetivos contra los que Obama puede autorizar un ataque.
Como sucede con cualquier ataque terrorista contra estadounidenses, Obama se enfrenta a una enorme presión para “hacer algo” como respuesta, sobre todo por parte de los republicanos, que le acusan de debilidad en política exterior.
Mientras que el presidente prometió que “no vamos a vacilar en nuestro compromiso para que se haga justicia”, es muy poco probable que la justicia implique la captura, interrogación y el juicio de los sospechosos en tribunales de EU.
En su lugar, dada la dependencia sin precedentes de Obama sobre el uso de la fuerza letal contra sospechosos de terrorismo, en vez de emplazar a los soldados estadounidenses a capturarlos, los presuntos autores de Bengasi se encontrarán bajo la mira de los aviones no tripulados.
Si Obama autoriza un ataque, debe ser consciente de que los ataques antiterroristas en represalia a planes terroristas u operaciones rara vez han disuadido al grupo objetivo de atacar de nuevo.
La teoría de que la represalia militar conduce a la disuasión, ya sea específica (en el que un adversario objetivo es advertido en contra de llevar a cabo una conducta específica) o general (en la que una amenaza permanente se transmite a los potenciales adversarios para convencerlos de no llevar a cabo ciertos comportamientos), es algo difícil de medir pero que los políticos están continuamente afirmando.
Pero a pesar de esta creencia muy extendida, hay poca evidencia de que la fuerza impida el terrorismo.
Esto se evalúa mejor si se examina al presidente que pasó la mayor parte del tiempo considerando la fuerza de la represalia como respuesta al terrorismo: Ronald Reagan.
Durante su presidencia, los EU sufrieron la mayoría de los ataques terroristas contra los estadounidenses y sus puestos diplomáticos.
Aunque el presidente Reagan es recordado por la articulación de una política exterior musculosa que hizo hincapié en “la paz mediante la fuerza”, en la práctica, en gran parte se abstuvo de tomar represalias contra los actos de terrorismo.
Reagan llegó a su mandato advirtiendo a los terroristas de que “cuando las normas de comportamiento internacional son violados, nuestra política será una retribución rápida y eficaz”. Pero Reagan rara vez actuó bajo esa visión vengativa, principalmente porque tanto él como los militares uniformados no creían que tales demostraciones de fuerza consiguieran nada.
Por otra parte, Reagan y sus asesores hicieron dos exigencias a los planificadores de represalias: una mínima posibilidad de muertes de civiles y una respuesta justo después del ataque terrorista.
Atentado al aeropuerto de Beirut
En octubre de 1983, militantes chiitas vinculados a Hezbollah bombarderon el aeropuerto internacional de Beirut, matando a 241 militares estadounidenses.
Entre las opciones del ejército de EU se incluían las represalias contra los presuntos patrocinadores: Siria e Irán. Sin embargo, el general P.X. Kelley, comandante de la Infantería de Marina, se preguntó si atacar a los terroristas o estados patrocinadores haría a las tropas estadounidenses desplegadas más seguras.
Como el Washington Post divulgó más adelante: “Kelley llegó a la conclusión de que los riesgos de sus hombres superaban a los beneficios de la acción de represalia”.
Aunque el 14 de noviembre de 1983 Reagan autorizó a un conjunto estadounidense-francés un ataque de represalia, por razones poco claras el Secretario de Defensa Caspar Weinberger se negó a autorizar el despegue de los aviones.
Por lo tanto, el mayor número de soldados estadounidenses muertos en un solo día desde la Segunda Guerra Mundial se quedó sin respuesta.
En lugar de eso, el presidente Reagan permitió al director de la CIA, William Casey, llevar a cabo acciones contra presuntos terroristas en un intento de disuadir futuros ataques.
Casey –sin notificar a los comités de inteligencia del Congreso–se reunió con el príncipe Bandar, el embajador saudí en EU y elaboró un escenario complicado “fuera de los libros”, en el que los saudíes pagaron 2 millones de dólares para contratar a profesionales que asesinaran al líder espiritual de Hezbollah, el jeque Mohammed Hussein Fadlallah, con un coche bomba.
En cambio, el coche bomba explotó en marzo de 1985 en una mezquita matando a 80 civiles e hiriendo a otros 200 sin dar a su blanco.
El ataque no impidió el terrorismo y era a su vez un claro acto de terrorismo siguiendo la definición de Reagan: “¿Por qué iba alguien a querer aparcar un coche con una bomba en una calle en la que ni siquiera conoce a las personas que van a ser asesinadas y hacerlas volar? Eso es exactamente por lo que a ellos se les llama con la palabra ‘terrorista’”.
El secuestro del TWA 847
En junio de 1985, el vuelo TWA 847, con más de 100 estadounidenses, fue secuestrado entre Atenas y Roma.
Durante una parada en Beirut, los secuestradores asesinaron a un marinero estadounidense de 23 años de edad, Robert Dean Stethem, y arrojaron sus restos en la pista.
Después, Reagan prometió que los secuestradores tendrían que “rendir cuentas”.Altos miembros del ejército se opusieron a ataques limitados: “Si hacemos algo, debe ser algo grande”, dijo un general.
Sin embargo, el jefe de operaciones navales, el almirante James Watkins, dijo a los cadetes de la Academia Naval: “Retribución y castigo no son parte de un curso de moral y no son suficientes razones para tomar medidas contra el terrorismo, sino que debemos actuar de acuerdo con nuestras necesidades de legítima defensa y protección”.
El presidente Reagan estuvo de acuerdo. Cuando se le preguntó que por qué no estaba respondiendo al secuestro del TWA, Reagan dijo: “La venganza en las mentes de algunas personas podría implicar dar un golpe en una dirección general, pero el resultado sería un acto terrorista en sí mismo e implicaría el asesinato y la victimización de personas inocentes”. Un alto funcionario de la Casa Blanca explicó: “La venganza no es una base adecuada para la política”.
Punto de inflexión
Sin embargo, en abril de 1986, Reagan tomó represalias contra Libia por su implicación en el atentado contra una discoteca de Berlín que mató a 2 soldados estadounidenses.
Un titular del Washington Post señaló: “El uso de la fuerza de Reagan marca un punto de giro”. Un alto funcionario del gobierno admitió: “La diferencia ahora es que todo el mundo reconoce que vamos a tener que devolver el golpe”.
Varios funcionarios dijeron que el objetivo político de la agresión contra Libia era “enseñar a [Muamar] Gadafi y a otros la lección de que la práctica del terrorismo no les saldría gratis”.
En la preparación de una respuesta, según informó elperiodista de Defensa George Wilson, “el Estado Mayor Conjun recomendó bombardear contra objetivos en Libia que no estaban directamente vinculados con los terroristas”. En última instancia, Reagan escogió 4 objetivos vinculados, pero los resultados fueron escasos: la infraestructura de Libia no fue dañada significativamente y Gadafi sobrevivió.
Además, el apoyo de Libia al terrorismo internacional aumentó como respuesta.
Rechazar la venganza
Estos ejemplos muestran que una respuesta más prudente a los ataques es entender por qué los esfuerzos antiterroristas han fallado.
La fuerza es, sin duda, una herramienta esencial contra las personas directamente responsables de atentados y hay operaciones que han tenido algunos logros. Sin embargo, la creencia de que los ataques aéreos y las incursiones de operaciones especiales contra los terroristas o patrocinadores estatales disuadirán futuros actos de terrorismo tiene un historial pobre.
El presidente Obama se enfrenta a una enorme presión para bombardear a los sospechosos de atacar el consulado de Bengasi. Eso le permite “mirar fuerte” un mes antes de la elección y vengarse de los responsables. Pero la fuerza no detendrá otro ataque.