¿Qué está pasando en Siria?

Cuando un conflicto acumula dos años de antigüedad, es difícil seguirle la pista y más cuando ocurren sucesos relevantes y violentos cada día. La guerra en Siria no es la excepción.

El enfrentamiento se volvió mediático –aún más de lo que ya era– a partir del 21 de agosto pasado, después de un supuesto ataque con armas químicas por parte del régimen del presidente Bashar Al Assad contra blancos civiles en la capital, Damasco.

Jorge Mireles Jorge Mireles Publicado el
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Cuando un conflicto acumula dos años de antigüedad, es difícil seguirle la pista y más cuando ocurren sucesos relevantes y violentos cada día. La guerra en Siria no es la excepción.

El enfrentamiento se volvió mediático –aún más de lo que ya era– a partir del 21 de agosto pasado, después de un supuesto ataque con armas químicas por parte del régimen del presidente Bashar Al Assad contra blancos civiles en la capital, Damasco.

Medios internacionales, blogs y redes sociales se inundaron de notas, videos, tuits y opiniones de este episodio bélico y de la posibilidad de que Estados Unidos intervenga en el asunto.

Con tanta información fluyendo es común que exista confusión con respecto a cómo están sucediendo las cosas en aquel país de Medio Oriente y el futuro que le puede esperar.

Por ello, te presentamos cinco puntos básicos para entender esta compleja guerra civil, cómo se ha ido desarrollando y las posibilidades de que estalle una guerra regional entre potencias.

¿Por qué la guerra está en todos los medios?

El 21 de agosto pasado comenzaron a circular videos de un supuesto ataque con gas sarín a un barrio de Damasco controlado por los rebeldes.

Médicos Sin Fronteras y otras organizaciones civiles estimaron que las víctimas mortales oscilaban entre 400 y mil 300.

A partir de ese momento, el gobierno de Barack Obama levantó la alerta y anunció una posible intervención militar.

Pareciera absurdo que Estados Unidos quiera entrar a una guerra que lleva más de dos años en curso y que acumula más de 100 mil muertos –según las últimas estimaciones de Naciones Unidas–, sin embargo, esto tiene explicación.

Obama advirtió en agosto de 2012 que la “línea roja” que el régimen sirio no debía cruzar era el uso de armas químicas, táctica que provocaría una injerencia norteamericana.

Por ello, con la noticia del mencionado atentado, el presidente de EU propuso un ataque punitivo a blancos en los que se suponen se encuentran las armas químicas del presidente Al Assad, y así evitar potenciales ataques futuros.

Con este acontecimiento y con la Cumbre de los líderes de las 20 economías más grandes del mundo iniciada ayer, el tema de Siria cobró una relevancia sin precedentes. En la sede el G20 San Petersburgo, Rusia, Barack Obama y el presidente ruso Vladimir Putin se volvieron a ver las caras. En ellos recae gran parte del futuro sirio.

La guerra es un punto obligado en la agenda, aunque probablemente no sucederán muchos sobresaltos: quienes no están dispuestos a atacar, no se inmutarán.

¿Siria? ¿Dónde está?

A propósito de la guerra, un sitio Web desplegó un juego llamado: “¿Dónde está Damasco?”, el cual consiste en señalar tu localización y después apuntar en un mapa dónde crees que está la capital siria.

Al final se despliegan los resultados globales del juego el cual muestra que hay una gran cantidad de personas que no puede siquiera situar Siria cerca de Medio Oriente.

¿Dónde está ese país? ¿Qué ha pasado con él en las últimas décadas? Contestando estas preguntas será posible explicar una fracción del por qué de la guerra civil.

Después de la Primera Guerra Mundial, Francia se hizo con el territorio hasta que los sirios lograron su independencia en 1946.

En 1958, Siria formó junto con Egipto una especie de confederación llamada Repúblicas Árabes Unidas, una alianza que se desintegró en 1961, cuando por fin se creó la República Árabe Siria como al conocemos.

El país es un conglomerado de muchas etnias y religiones en el que conviven musulmanes sunnitas –el 74 por ciento de la población–, musulmanes alawitas –el 12 por ciento de la población y la élite en el poder–, y cristianos, kurdos y judíos en menor medida.

En 1970, Hafez al Assad –padre del actual presidente y miembro de la élite alawita– se hizo con la presidencia a través de un golpe de Estado sin violencia.

Al Assad y su partido Baath han gobernado desde entonces, hasta que en 2000, cuando su hijo Bashar recibió la estafeta presidencial mediante un referéndum popular.

Después de cuatro décadas de hegemonía alawita y sin alternancia política, Siria reunió los elementos necesarios para una insurrección.

¿Por qué estalló el conflicto?

Es más fácil responder “¿por qué estalló la guerra?” a “¿por qué la guerra sigue?” ya que el conflicto se ha vuelto tan complejo y con tantos actores que resulta difícil encontrar un solo problema a resolver en estos momentos.

La insurrección siria surgió a partir de la ola de protestas que se desataron en la región a inicios de 2011, la llamada “Primavera Árabe”.

Esta comenzó en Túnez –donde se derrocó en un golpe de Estado pacífico al dictador Ben Ali– y se fue esparciendo como mancha de tinta por Libia, Egipto hasta llegar a Siria.

En marzo de ese año se dieron las primeras manifestaciones en la provincia sureña de Dar’aa, las cuales exigían un cambio de gobierno, mayores libertades y la remoción de los políticos corruptos del partido Baath.

Pero, a diferencia del ejemplo no violento tunecino, en Siria el régimen contestó las movilizaciones con balas, detenciones arbitrarias, torturas y violaciones.

Y como publicó Max Fisher de The Washington Post: “Las tropas simplemente comenzaron a abrir fuego a los manifestantes. Eventualmente, los civiles respondieron con disparos”.

En pocas palabras, la guerra civil inició como un movimiento en contra del régimen, que a la par era un conflicto sectario –sunnitas contra alawitas– hasta que se fue distorsionando e involucró a otros actores que se mencionarán más adelante: grupos libaneses, Rusia, Irán, Estados Unidos, Qatar, Arabia Saudita y extremistas islámicos.

¿Quiénes están involucrados?

Inicialmente, la guerra se limitaba a un reducido número de bandos: el régimen del presidente Bashar al Assad y sus fuerzas militares contra los rebeldes, englobados en su mayoría por en algunas facciones armadas como el Ejército Libre Sirio.

Posteriormente se anexaron indirectamente Qatar, Turquía y Arabia Saudita, quienes están interesados en que caiga Al Assad y cuyos gobiernos suministraron de armas a la oposición. 

Del lado del gobierno, Irán, Irak y el grupo militar y político libanés Hezbolláh comenzaron a tener cierta participación.

Milicias de Hezbolláh entraron a la batalla y fueron pieza fundamental para que el régimen recuperara territorios estratégicos controlados por los rebeldes, como la provincia de Homs.

Hasta este momento, Estados Unidos se debatía entre armar a los rebeldes, agotar las instancias diplomáticas o simplemente no hacer nada, hasta que se cumplió uno de sus temores: la entrada de extremistas islámicos a la batalla.

Grupos musulmanes radicales considerados como jihadistas se unieron a la rebelión contra Bashar Al Assad.

Al Qaeda y el Frente Al Nusra tomaron partida con la idea de derrocar a un gobierno laico y replicar lo sucedido en Afganistán cuando los Talibanes se hicieron con el control del país en 1996.

Esta situación convertiría a Siria en un foco rojo para las autoridades norteamericanas, ya que Al Qaeda podría encontrar refugio en dicho país y mudarse de Pakistán, nación que ha sido azotada por la cacería de cabecillas de la red terrorista con drones.

Por último están las grandes potencias: la Unión Europea, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China.

Para Rusia, Siria es el último bastión aliado en Medio Oriente que tiene la única base naval militar fuera de los países exsoviéticos, la base en Tartus.

Además, la venta de armas rusas al gobierno alawita representa un negocio redondo. Solo en 2012 se importaron a Siria más de  mil millones de dólares en armamento ruso, de acuerdo a fuentes gubernamentales sirias.

China, al igual que el gobierno del presidente Vladimir Putin, apoyan a Al Assad y vetarán cualquier resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que proponga una intervención.

Los países occidentales se encuentran, sino neutrales, apoyando a los rebeldes.

Por otro lado, el papel de Estados Unidos puede resultar poco: quiere intervenir por el presunto uso de armas químicas contra los civiles, pero no tiene intenciones de ayudar a derrocar a Al Assad.

De igual forma, no existe el factor “petróleo” en esta ecuación –sus tres principales proveedores de crudo son Arabia Saudita, Canadá y Venezuela– y tampoco desea crear un nuevo gobierno, como sucedió en las ocupaciones norteamericanas en Afganistán e Iraq de la última década.

Geopolíticamente hablando, Barack Obama tiene la región cubierta: Israel está de su lado con un vasto poderío militar, tiene bases de la OTAN repartidas en Chipre y el Mediterráneo, además de complejos militares en Qatar, Bahréin y en territorio saudita. Gran Bretaña y la UE se encuentran reticentes a participar en una intervención.

¿Qué le espera a Siria?

Los próximos días serán clave para el conflicto. Naciones Unidas podrían revelar los resultados de la investigación del ataque con armas químicas que, de señalar a Al Assad, orillarían a que el Congreso estadounidense tome una decisión urgente.

No obstante, las opciones de intervención no solucionarán el problema de fondo.

El académico Michael Wahid Hanna publicó en una editorial del May Boston Globe tres posibles soluciones: Más ayuda humanitaria al país y a los refugiados –ya son 2 millones de sirios que han huido del país, de acuerdo a estimaciones de la ONU–; brindar inteligencia a los rebeldes para que derroquen a Bashar al Assad; o atacar a través de golpes “quirúrgicos” aéreos con misiles a distancia.

Lo cierto es que analistas y medios noticiosos concluyen en que, entre o no EU a la guerra civil, esta seguirá por muchos años más, a la par del incremento del número de muertos y desplazados.

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