La muerte del embajador de Estados Unidos en Libia, Christopher Stevens, puede parecer una cruel ironía.
Esto si tomamos en cuenta que si el presidente Barack Obama no hubiera tomado la decisión de intervenir en Libia, el brutal dictador Muamar Gadhafi seguiría en el poder todavía.
Stevens, en particular, había ganado el respeto de los rebeldes de Bengasi por su enorme apoyo a la causa.
Él era, si es posible usar el cliché, el amigo de Libia.
Pero ahora está muerto, por razones aparentemente relacionadas con una película que, en realidad, nadie ha visto en Libia.
Los norteamericanos ayudaron a liberar al pueblo libio por razones humanitarias, a pesar de que no tenían ningún interés vital de por medio.
Sin embargo, esta semana se enteran que sitian la embajada de Estados Unidos y matan a su embajador.
“¿Qué está pasando con los musulmanes?” es la pregunta que muchos estadounidenses, liberales y conservadores por igual, se hacen después de los lamentables eventos de la semana pasada.
El filme anti Islam es el pretexto más que la causa de la violencia en las sedes diplomáticas, aunque pudo haber sido cualquier cosa.
La rabia anti Estados Unidos, incluso en Libia, uno de los países con mayor predilección hacia la comunidad estadounidense en todo el mundo árabe, permanece palpable.
Incluso aunque EU hiciera todo lo que los libios quisieran, habría un dejo de desconfianza hacia Norteamérica que por más pequeño que sea, sería una causa de odio a la más mínima provocación.
Fuera de casos excepcionales donde Estados Unidos ha intervenido de manera decisiva de algún lado u otro, la actitud de ciertos países árabes hacia la Unión Americana es lo que los economistas llamarían “inelástica”.
En otras palabras, aún cuando los estadounidenses hagan cosas que podrían considerarse como “buenas” –entiéndase, terminar la guerra en Iraq y abandonar ese país– la opinión pública árabe no cambiará.
Podemos predecir que el sentimiento “anti yankee” crecerá en Libia cuando el recuerdo de la intervención de la OTAN que hizo posible la caída de Gadhafi desaparezca de la memoria.
El por qué del odio a Estados Unidos en el mundo árabe
Sin embargo, para un norteamericano es difícil entender el enojo tan profundo que la gente del mundo árabe siente hacia ellos.
Quizás algunas veces resulta ilegítimo, pero la gran mayoría está fundado en hechos realmente contundentes.
Argelia, que por mucho era en 1991 el país con la transición democrática más prometedora de la región, tuvo que interrumpir su sueño gracias a un golpe de Estado respaldado por Occidente.
Los iraníes recordarán el año de 1953, cuando su primer ministro elegido de manera democrática fue derribado por un grupo asesorado por la CIA.
Estas fechas, a pesar de ser lejanas, permanecen en muchos que aún sufren las consecuencias por dichas tragedias.
El sentimiento anti Estados Unidos puede disminuir, y probablemente lo hará, pero esperar una transformación radical de la noche a la mañana es mera fantasía.
La gran mayoría en el mundo árabe cree que los ataques al Pentágono y al World Trade Center del 11 de septiembre de 2001 fueron perpetrados de alguna manera por Estados Unidos y/o Israel.
Esto podría parecer irracional, tomando en cuenta que Al Qaeda se adjudicó el ataque.
Pero muchos árabes creían aún antes del 9/11 que EU era un país bien intencionado que en ocasiones hacía cosas malas.
Por eso no fue difícil para ellos creer que los estadounidenses pudieron ser capaces de matar a sus propios connacionales para fingir un atentado.
La respuesta fácil para un Estados Unidos que sufre el cansancio de una Primavera Árabe es retirarse de Medio Oriente .
Los norteamericanos pueden abandonar el compromiso y tratar al mundo Árabe como lo que parecía antes de la tragedia en Bengasi: una región para el análisis político y no más.
Pero ese sería el gran error, especialmente ahora, puesto que es precisamente lo que los salafistas extremistas y los dictadores árabes quieren.
Entre más se separe Estados Unidos de la misión en Medio Oriente, más espacio habrá para que salafistas y ultraortodoxos ejerzan su influencia y poder, lo que puede conducir a eventos parecidos a los del martes pasado en el consulado.
Por décadas, Estados Unidos ha minado la democracia árabe a través de un constante apoyo a los dictadores históricos.
Pero los levantamientos de la Primavera Árabe cambiaron ese cálculo básico que terminó por obligar a los estadounidenses a acabar con los negocios que tenían con los déspotas de la región.
En países como Egipto, Túnez e incluso Libia, los intereses no están completamente alineados, pero hoy están más juntos que nunca.
Y ésta es una oportunidad que no se puede desperdiciar.
En cualquiera de los tres países anteriormente mencionados, EU está teniendo finalmente un rol positivo, incluso crucial, en la recuperación económica de los gobiernos elegidos de manera democrática que, a pesar de sus grandes carencias, gozan de una gran legitimidad.
El compromiso estadounidense para estas transiciones ha sido en ocasiones tibio y hay quienes piden redoblar esfuerzos a la participación norteamericana y europea.
La Casa Blanca debe reforzar su compromiso con la Primavera Árabe.
A través de la región, los salafistas extremistas y otros actores indeseables están tratando de llegar al poder.
Estados Unidos debe escuchar las voces de los demócratas árabes que necesitan de apoyo contra los fundamentalistas.
Para poner las cosas más claras, la administración de Obama necesita respuesta precisa a la petición “no dejen que los terroristas ganen”.
Para ser sinceros, este es un sentimiento algo tosco, pero hay que ser congruentes dentro y fuera de tu país si pregonas el compromiso de buscar el mejor gobierno para todos.